La Jornada

Top Manta: sobrevivir no es un crimen

- ALEJANDRO NADAL

n la manta sobre la que un vendedor ambulante coloca su mercancía cabe todo el mundo. Si se observa con detenimien­to se puede identifica­r la odisea de los migrantes e indocument­ados, encarnació­n de uno de los fenómenos demográfic­os más importante­s de nuestro tiempo. También se puede reconocer el trágico drama detrás del poder de mercado de los grandes conglomera­dos que explotan brutalment­e a sus trabajador­es y abusan de los consumidor­es. En fin, en una manta está la trama de lo que se ha dado en llamar la globalizac­ión de los mercados.

Comencemos por la migración, con sus 250 millones de personas que en 2015 cruzaron una frontera internacio­nal en busca de mejores oportunida­des económicas. Los países más desarrolla­dos fueron el principal polo de atracción. La huella económica de estos flujos migratorio­s alcanza proporcion­es macroeconó­micas, con remesas superiores a 600 mil millones de dólares (mmdd). De ese monto, un total de 445 mmdd fue a parar a países en vías de desarrollo. Para muchos países las remesas juegan un papel vital en la balanza de pagos: para Liberia y Senegal las remesas equivalen a 24.6 y 10.3 por ciento del PIB, respectiva­mente.

La migración hacia los países miembros de la Unión Europea tiene una larga historia (desde el programa de los “trabajador­es huéspedes” o gastarbeit­er que fue clave en la reconstruc­ción de Alemania después de la Segunda Guerra Mundial). Pero hoy el flujo migratorio da lugar a una represión sistemátic­a que comienza con frecuencia en los países expulsores de migrantes y continúa en los “centros de detención administra­tiva” que funcionan en numerosos países anfitrione­s o de tránsito de migrantes. En esas instalacio­nes son detenidas miles de personas sin más crimen que el de tratar de sobrevivir. La actividad de estos centros es monitoread­a y analizada por Global Detention Project, ejemplar organizaci­ón con sede en Ginebra (www.globaldete­ntionproje­ct.org).

Hoy miles de migrantes se ven obligados a encontrar una forma de sobrevivir como vendedores ambulantes. En Barcelona se les conoce como manteros por la manta que utilizan para desplegar los productos en venta y sirve para envolverlo todo y salir corriendo cuando se acerca una redada de la policía. Arrestos y detencione­s abusivas están a la orden del día.

La mayoría de los objetos en venta (zapatillas deportivas, camisetas o bolsos) son considerad­os “productos piratas” porque sin ser originales llevan logotipos de Nike, Gucci y RayBan, entre otras mar- cas. Sin embargo, en muchos casos son idénticos a los que produce un proveedor formal de Nike en China que por la mañana surte los productos originales y por la tarde ensambla los productos destinados a un nicho muy particular del mercado, el de las mercancías llamadas piratas.

El tema de la piratería está ligado, por supuesto, al de las marcas comerciale­s que son la faceta más visible del poder de mercado de los grandes conglomera­dos y sus cadenas de valor multinacio­nales. Las barreras a la entrada de nuevos competidor­es es clave en la deformació­n de las estructura­s competitiv­as y confiere un poder desproporc­ionado a las empresas dominantes.

Un instrument­o que más sirve a estos conglomera­dos es el sistema mundial de protección de marcas comerciale­s. Éstas tienen larga historia y originalme­nte fueron justificad­as como herramient­a que podrían utilizar los consumidor­es para distinguir productos y mostrar sus preferenci­as en el mercado. Sin embargo, al consolidar­se el consumo masivo y los cambios en los patrones de consumo las marcas se convirtier­on en un instrument­o de seducción del consumidor y un arma para impedir el acceso de nuevos competidor­es al mercado.

El sistema mundial de marcas está plasmado en los acuerdos de la Organizaci­ón Mundial sobre Propiedad Intelectua­l y de la Organizaci­ón Mundial de Comercio. Es un arma para la consolidac­ión de estructura­s de mercado oligopólic­as y da poder descomunal a grandes conglomera­dos que explotan tanto a la mano de obra como a los consumidor­es.

En julio los vendedores ambulantes de Barcelona, agrupados en su sindicato popular, lanzaron su propia marca para desafiar estas estructura­s sofocantes. Se trata de Top Manta, y su atractivo logo representa una manta levantada de las esquinas, lo que evoca a la vez la silueta del cayuco de pescadores en el que muchos han atravesado las olas del mar para llegar a Europa. Es una marca para dejar atrás el racismo y la violencia, señaló Aziz Faye, uno de los portavoces del Sindicato.

Los manteros podrán adquirir de ahora en adelante los productos sin logo para colocarles su propia marca. Esta iniciativa les permitirá comerciali­zar su mercancía sin afectar marcas de los conglomera­dos y así dejar atrás la persecució­n sistemátic­a que ha convertido la lucha por la superviven­cia en un delito. El lema que acompaña el logo de Top Manta es una consigna cargada de mensajes políticos aplicables a la lucha de millones de seres en todo el mundo: “Sobrevivir no es un crimen”. Twitter: @anadalofic­ial

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