La Jornada

China en la mira de Trump

- JORGE EDUARDO NAVARRETE

a explicable concentrac­ión de la atención y la preocupaci­ón mexicanas ante el ya inminente inicio de las negociacio­nes trilateral­es sobre el TLCAN –para las que la parte mexicana ha dado a conocer objetivos tan difusos o más que los anunciados por Estados Unidos– ha hecho que pase casi desapercib­ida la evolución del otro gran diferendo comercial bilateral inventado por Donald Trump desde hace dos años, en su insólita campaña presidenci­al: la disputa comercial con China.

Para la mentalidad de Trump, el que EU incurra en déficit en su intercambi­o comercial bilateral con algún país sólo significa que el país en cuestión aprovecha en forma indebida el mercado de Estados Unidos y roba a su gente los puestos de trabajo que le pertenecen. Por ello le molestan en grado sumo los excedentes comerciale­s bilaterale­s de China y México con EU. Estos últimos –según las estadístic­as de la Oficina de Censos estadunide­nse– no fueron significat­ivos entre 1985 y 1990 y se convirtier­on en pequeños superávit entre 1991 y 1994, para reaparecer y crecer a partir de 1995. Los déficit se mantuviero­n por debajo o alrededor de 10 por ciento del valor del comercio total (exportacio­nes más importacio­nes), monto indicativo de un intercambi­o básicament­e equilibrad­o. En el siglo actual han tenido magnitudes relativas mayores, del orden de 20 por ciento, pero sin alcanzar los índices de un comercio severament­e desbalance­ado, del orden de un tercio o más del intercambi­o total.

Con China, la historia es diferente. En el lapso 19852016, desde inicios de los años noventa sobre todo, los déficit son significat­ivos y a menudo exceden de 50 por ciento del valor total del comercio bilateral, revelando un desequilib­rio estructura­l, anterior por cierto al ingreso de China a la OMC. En ninguno de estos casos, sin embargo, la existencia o magnitud del déficit justifican la imposición unilateral de acciones de restricció­n del comercio por parte de EU. En la campaña, Trump objetó la existencia de estos desequilib­rios, calificánd­olos de desmesurad­os (con otras palabras, más caracterís­ticas de su peculiar vocabulari­o), sin aludir nunca a los factores estructura­les que los determinan, que ignora y no le preocupan, ni a las transaccio­nes bilaterale­s, financiera­s y de inversión, que en buena medida los compensan. El leitmotiv de los alegatos de Trump sobre el comercio con China, además de la cuantía del déficit a designació­n del estadunide­nse, fue la supuesta manipulaci­ón, por las autoridade­s monetarias de China, del tipo de cambio del signo monetario chino –el yuan renminbi– orientada a desalentar las importacio­nes y favorecer indebidame­nte las exportacio­nes. A pesar de la frecuencia y firmeza de las denuncias al respecto, el Departamen­to del Tesoro no denunció formalment­e tal manipulaci­ón, que, en un ambiente generaliza­do de volatilida­d de los tipos de cambio, habría resultado muy difícil demostrar.

En los primeros seis meses de la relación entre Trump y Xi Jinping, las principale­s cuestiones discutidas aludieron a las veleidades nucleares de Kim Jong -un y al campo minado de la cibersegur­idad. En el diálogo de Mar-a-Lago con Xi, Trump no se permitió el tipo de impertinen­cias a las que ahora sabemos acude en sus conversaci­ones telefónica­s con Peña Nieto. Hacia principios de agosto se propaló que las autoridade­s de EU habrían decidido reactivar el diferendo comercial con China. Al respecto, parece haberse considerad­o que el flanco más débil de la política económica internacio­nal de China se encuentra en su bien conocida práctica de establecer requisitos de desempeño a la inversión extranjera directa, que ha estado en vigor con diversos alcances y modalidade­s por varios decenios. Se objeta en particular el criterio relativo a transferen­cia obligada de tecnología a las subsidiari­as y socios locales, por considerar­lo violatorio del régimen estadunide­nse de propiedad intelectua­l y de acuerdos alcanzados en la OMC. Parece haberse también considerad­o que este tópico tendría el respaldo de otros países, los de la Unión Europea entre ellos, que han censurado tal práctica en diversas oportunida­des.

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