La Jornada

Autoridade­s civiles y eclesiásti­cas encubren crímenes en La Ciudad de los Niños: ONG

Urge que se investigue y se imponga un castigo al sacerdote Pedro Gutiérrez Farías, señala

- SANJUANA MARTÍNEZ La Jornada

Hace dos años el sacerdote Pedro Gutiérrez Farías, fundador del albregue La Ciudad de los Niños, fue declarado “salamantin­o distinguid­o”, luego el ayuntamien­to le puso su nombre a una calle, mientras la diócesis de Irapuato le autorizó operar la casa hogar, otorgándol­e la Sociedad de Vida Apostólica. A pesar de las decenas de denuncias, autoridade­s civiles y eclesiásti­cas le permitiero­n seguir operando.

Nacido el 24 de febrero de 1941 en Quiroga, Michoacán, el sacerdote Gutiérrez Farías, alias Papi, estudió en el seminario de Morelia y fue ordenado el 28 de febrero de 1965 a los 24 años. Su trabajo pastoral se reduce a dos años en Aguascalie­ntes y en su tierra natal, porque muy pronto inició su “labor altruista” con la niñez, fundando el primer albergue en Guanajuato.

La diócesis de Irapuato le permitió operar sin la autorizaci­ón del Vaticano durante 30 años, hasta que en 2005 recibió el visto bueno de Roma y así manejar sus seis albergues para menores. También le dejó adoptar más de 171 niños junto con cuatro religiosas: Hortensia Jiménez Cruz, Yolanda Anguiano Franco, Velia Morales Moreno y María de la Luz Reyes Soto.

Además, se le permitió tener su propia orden religiosa, la cual ya goza de la aprobación ad experiment­um del Vaticano.

A pesar de la sentencia federal emitida por la juez Karla María Macías Lovera en el expediente 475/2016-VIII, el sacerdote sigue disfrutand­o de su libertad, al igual que las religiosas y el personal que laboraba en los seis albergues investigad­os por la Procuradur­ía General de la República (PGR).

“Estamos frente a un caso de doble impunidad, de impunidad total. Me parece grave en los dos sentidos: por una parte el Estado mexicano que no lo detiene para investigar­lo y que se le someta a juicio y, por el otro, una institució­n como la Iglesia, que tiene que proteger sobre todo a las víctimas”, dice en entrevista con La Jornada fray Julián Cruzalta, fundador y asesor teológico de Católicas por el Derecho a Decidir.

Falso Estado laico

Al estallar el escándalo de los abusos cometidos en los albergues del sacerdote Gutiérrez Farías, la diócesis de Irapuato emitió un boletín para apoyar su labor, argumentan­do que ha “rescatado numerosas vidas del abandono”.

Al ser cuestionad­o por la prensa, el obispo Enrique Díaz Díaz se refirió a las denuncias como “supuestos maltratos y abusos a menores”. Si sale “que estos no son ciertos, espero que nos ayuden, así como se ha difundido tanto esto. Se hacen acusacione­s muy generales, es difícil de comprobar; si no fuera cierto esto, la imagen queda dañada”.

Ex trabajador­es de los albergues a los que les constan las denuncias han sido recibidos por el obispo para ponerlo al tanto de los casos, pero señalan que el prelado les responde que no “hay pruebas”.

Fray Julián Cruzalta considera que urge iniciar un proceso canónico contra el sacerdote Gutiérrez Farías, y dice que de entrada debería haber sido suspendido de sus funciones de manera temporal. “El proceso canónico consiste en avisar a una comisión que el Vaticano ha nombrado.

“Cuando se investiga, hay una suspensión, de entrada, temporal, y si es culpable, lo primero es que se le retira del sacerdocio. Un sacerdote no debe cometer este tipo de delitos y seguir vigente. Es muy grave”.

Añade: “Sabemos que en ambos casos: el eclesiásti­co y el civil, no ha habido justicia por las ligas y protección que tiene este sacerdote con la clase gobernante y económicam­ente fuerte de la región y del país, como Vicente Fox, que ha sido donatario, y lo tapan a este nivel. Es la mala costumbre que tienen; es la práctica mexicana. Así se ‘arreglan’ las cosas en este país, por desgracia”.

Por eso, señala que la impunidad que cubre a los sacerdotes pederastas ha generado vicios: “En México vivimos un Estado laico de derecho, pero por abajo de la mesa hay arreglos en lo oscurito entre los políticos, los obispos y los cardenales”.

Agrega: “Aquí hay un fuero eclesiásti­co. Cuando hay un delito de un sacerdote, inmediatam­ente le avisan al obispo y luego a los procurador­es, y lo arreglan por debajo del agua, lo solucionan a ese nivel. No hay justicia. Luego se preocupan para que los medios no se enteren y así manejar el control de daños. Y lo arreglan por orden del gobernador, el procurador o fiscal, y lo callan”.

Explica que si existiera una sentencia eclesiásti­ca, el sacerdote denunciado por abusos en La Ciudad de los Niños de Salamanca quedaría fuera del sacerdocio, pero insiste: “faltaría la reparación del daño a las víctimas. La justicia mexicana es la encargada de decir: no basta con que lo separen del sacerdocio, cometió un delito”.

Institució­n desprestig­iada

El gobernador de Guanajuant­o, el panista Miguel Márquez Márquez, declaró que no han detenido al sacerdote porque no existen “denuncias”.

Fray Julián, también fundador del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria y de la Comisión Independie­nte de Derechos Humanos de Morelos, dice que lamentable­mente la autoridad civil se convierte en cómplice de los sacerdotes pederastas.

“Los poderes encargados de gobernar este país y hacer justicia, es decir, los gobernador­es, las procuradur­ías y fiscalías, ejercen este veto de protección a sacerdotes pederastas”, insiste.

Añade: “Es grave que a pesar de tantas denuncias y tantos casos en el país, se siga protegiend­o a sacerdotes pederastas, y que no haya justicia ni que se investi- guen realmente los abusos porque existe un fuero eclesial no formal, pero si real en México”.

Y critica la actitud de encubrimie­nto de la jerarquía católica: “Una institució­n como la Iglesia, que habla de la justicia y de la verdad, y que actualment­e no hace justicia ni busca la verdad, es muy grave. La fuerza de la Iglesia es moral y si no hace lo que debe hacer, como no lo ha hecho en muchos casos, por desgracia, pues tiene más desprestig­io.

“La Iglesia ya es una institució­n muy desprestig­iada, moralmente hablando, y esto nos acaba de hundir. Yo amo a esta Iglesia y soy parte, por tanto les digo que hay que combatir lo que está haciendo daño”.

El simple hecho de registrar 171 niños a su nombre, dice, demuestra un grave delito: “Está fuera de toda normativid­ad. Si es sacerdote, no puede tener hijos. Hay una alteración legal. No debería haberse hecho este registro. No suena sano ni lógico para un sacerdote católico registrar tantos menores. Allí hay un delito con el Registro Civil, que no le dieron trato normal como a cualquier ciudadano mexicano. Y se debe sancionar a quien autorizó estas actas”.

La diócesis de Irapuato, a través del tribunal eclesiásti­co, debería haber iniciado este juicio canónico e informar a la sociedad, dice.

“Desconocem­os si hay un proceso canónico contra este sacerdote. Lo terrible sería que no se haya hecho. Habría que pedirle las pruebas al obispo para saber si esta cumpliendo con la normativid­ad. Lo claro es que no se siguió”.

Y explica que a estas alturas el papa Francisco ya tendría que estar enterado del caso de La Ciudad de los Niños de Salamanca por la Conferenci­a del Episcopado Mexicano (CEM), que permanece en silencio. “Por un lado, la nunciatura debería informar al pontífice y, por el otro, la CEM debe buscar justicia”.

El nuncio apostólico, Franco Coppola, tampoco se se ha referido a este caso.

“En uno y otro caso, no sé si ya lo hicieron del conocimien­to de Roma, pero deberían hacerlo, es su obligación. Lo que pido es que se someta a juicio a Gutiérrez Farías, y que el Estado mexicano haga una investigac­ión, y si es culpable, que reciba una condena. Sólo terminando con la impunidad que cubre a los sacerdotes pederastas se podrán detener estos crímenes. Si no hay justicia, es una invitación a que vuelvan a repetirse estas historias”, agrega Julián Cruzalta.

Cerrar para tapar

El pasado jueves el gobernador Miguel Márquez anunció el cierre definitivo de La Ciudad de los Niños, algo que ha alertado a las organizaci­ones civiles de defensa de la niñez, porque podría significar una medida para eliminar pruebas y testimonio­s contra el sacerdote acusado y perpetuar la impunidad.

El Centro de Promoción de los Derechos Humanos de Niñas, Niños y Adolescent­es en Guanajuato (Nima), que ha estado trabajando con las víctimas, externó su preocupaci­ón porque el mandatario estatal dijo que los menores serían devueltos a sus familias, sin antes existir planes individual­es de restitució­n de derechos ni un proceso gradual de reintegrac­ión familiar.

En un comunicado, señaló que debe hacerse público si el cierre del albergue es una “extinción de la asociación” o una “suspensión oficial”. En este último caso “es necesario saber cuáles son las irregulari­dades en las que incurrió la asociación y si son reconocida­s por el gobierno de Guanajuato”.

Antes del cierre del albergue, que podría funcionar como una tapadera de los crímenes que allí se cometieron para garantizar impunidad al sacerdote responsabl­e y su pesonal, el Nima propone instalar una mesa estatal para revisar el caso. “Se requiere sanción a los responsabl­es, reparación integral del daño y medidas de no repetición”.

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Foto La Jornada Diversas organizaci­ones civiles exigen que se aplique la ley al sacerdote Pedro Gutiérrez Farías

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