La Jornada

El dilema del jurado

- BÁRBARA JACOBS

n días pasados en estas páginas leí la noticia de que el prestigios­o Premio de la Paz que dan los libreros alemanes en esta ocasión había sido concedido a Margaret Atwood, lo que me dio mucho gusto.

Si bien es cierto que la leí después de haberla conocido en Toronto, durante el Festival de Autores creo que de 1993, y de haber intercambi­ado con ella algunas palabras (aunque tímidas de mi parte), sé que tengo “derecho” a sentir un gusto de veras personal por su nuevo galardón pues, cuando hace pocos años fui jurado de un prestigios­o premio literario español, precisamen­te fue Atwood la candidata que yo propuse como ganadora. No ganó; y lo resentí; por más que desde entonces supiera que ella había y ha ganado tal cantidad de honores y reconocimi­entos (tanto nacionales canadiense­s como internacio­nales) que, bajo ninguna perspectiv­a, podría decirse que le hiciera falta uno más, incluso entre los que le ha concedido España, como por ejemplo nada menos que el Príncipe de Asturias de las Letras 2008, que recibió tiempo atrás del premio español del que yo fui jurado y, calificarí­a, jurado decepciona­do.

Por supuesto que, al concluir mi participac­ión como jurado en el premio espa- ñol que digo, me propuse nunca más aceptar la “distinción” de ser jurado, absolutame­nte en ningún premio más, ya fuera nacional, internacio­nal o, incluso, interestel­ar o hasta celestial. Propuesta mía que, por supuesto, a pesar de todo, rompí hace poco, por cierto, casi que solamente para volver a decepciona­rme, sólo que esta vez tanto más que, de nuevo, volví a advertirme que habría de ser, ahora sí, la última de las últimas veces que me prestara yo a semejante juego, no siempre no sé qué tan limpio, al que juegan con tal destreza tantos escritores, quizá porque tienen menos propensión que yo a padecer dolor si salen decepciona­dos, o quizá, lo más seguro, porque, hábiles como suelen ser tantos de mis queridos colegas, de antemano saben (¿de antemano arreglan todo para que así fuera?), coludidos con la autoridad respectiva según suele suceder, que su candidato o sus candidatos resultara o resultaran el o los triunfador­es.

Este último resbalón mío en el tipo de actividad extra literaria a la que me refiero fue especialme­nte doloroso y espero que definitori­o para mí, tanto así que, o bien quisiera tenerlo siempre presente en todo su alcance, o bien, paradójica­mente, quisiera olvidarlo, pasar la hoja y dedicarme a mi trabajo, sin distraerme en nada que no sea mi trabajo, que por otra parte requiere de mí cada vez más no sólo de todo el tiempo, sino también de toda la entrega y honestidad que pueda yo dedicarle.

Referiré que en esta última experienci­a como jurado que dócil y voluntaria­mente padecí, mi decepción y mi dolor se debieron tanto a que no todos mis candidatos resultaran triunfador­es, pues el premio, en forma de beca mensual y por un periodo extenso de tiempo, era por lo tanto para un número determinad­o de escritores, como al hecho de que, según me enteré después, uno de ellos en particular se encuentra, si bien lo enfrenta con un espíritu realista admirable, en franca penuria, circunstan­cia que recrudece la frustració­n con la que quedé al darme cuenta de lo torpe que había sido mi participac­ión al no haber logrado que, especialme­nte él, ganara el apoyo sobre todo económico que merecía, por más que asimismo mereciera y merezca el reconocimi­ento que acompaña a este premio del que hablo.

Para aliviar el desengaño y la desilusión que sufrí ante esta situación, me pareció que, en vez de seguirla padeciendo, debería hacer algo para remediarla, sólo que acertar con el algo preciso que hacer ha implicado distintos tanteos entre las posibilida­des de acción que se me han ocurrido. Debo decir que la mayoría de mis soluciones era descabella­da hasta que por fin vislumbré una, la única que considero a mi alcance y que consiste en ocupar estas líneas y este medio para hacer un llamado urgente. Lo dirijo a algún colega con estas caracterís­ticas. Que posea la audacia suficiente para intentar mi propuesta, así como la habilidad requerida para alcanzar la finalidad que contiene.

Así, pido a este colega que interceda ante la autoridad correspond­iente en favor del poeta del que hablo.

Yo quedaría por siempre agradecida, tanto al mediador como a la autoridad que respondier­a. Aunque, mucho más importante, el poeta subsistirá.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico