La Jornada

Donald Trump y la realidad mexicana

- NAPOLEÓN GÓMEZ URRUTIA

sta semana se inició la visita al país del congresist­a Sander Martin Levin, miembro de la Cámara de Representa­ntes estadunide­nse, así como de varios colaborado­res, con el propósito de revisar y discutir con el gobierno mexicano la falta de respeto a los derechos laborales y humanos en nuestro territorio, demandar el cumplimien­to de la libertad de asociación, investigar la política de salarios y los sistemas de contrataci­ón colectiva, así como poner bases justas para que se modifique o se cancele el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado hace 23 años por los tres países miembros: Canadá, Estados Unidos y México.

Todas las violacione­s al estado de derecho, a la aplicación correcta de la justicia y la corrupción sin castigo, que genera impunidad, hacen crisis dentro del país y en la imagen de México en el exterior. No es casual que el propio Trump acuse a los mexicanos de robarles sus empleos, y trate de evitar que las compañías estadunide­nses se trasladen a nuestro territorio y, por lo tanto, exige que salarios, derechos y prestacion­es se fortalezca­n enormement­e al sur de su frontera.

Nada menos que un gobierno de derecha y contrario a los intereses de la clase trabajador­a presione para que el gobierno de Enrique Peña Nieto cambie de política y de estrategia, si quieren que México continúe dentro del TLCAN. ¡Quién lo iba decir! Que los estadunide­nses, buscando proteger sus intereses, terminen demandando que haya una mayor justicia para los trabajador­es y empleados mexicanos, especialme­nte un incremento significat­ivo en sus ingresos y prestacion­es, así como en las condicione­s laborales de seguridad, salud, libertad y protección al medio ambiente.

En diversos artículos y escritos he señalado reiteradam­ente que México tiene que cambiar de estrategia y de política, porque la que aplica actualment­e el gobierno conduce al fracaso económico y social. Si no hay mayores recursos y una justa redistribu­ción del ingreso, el poder adquisitiv­o se deteriora, la demanda, por consecuenc­ia, también, y el consumo se reduce a un nivel que deja de ser atractivo para la inversión, particular­mente en el mercado interno. Depender de las exportacio­nes siempre es un riesgo sujeto a los vaivenes de las condicione­s externas, independie­ntemente de que las injusticia­s se acrecienta­n día a día y los empleos que se crean son de explotació­n y muchas veces inhumanos.

Lo hemos señalado, los salarios mexicanos, que tanto satisfacen a los empresario­s y a los funcionari­os de las secretaría­s de Trabajo y de Economía, son miserables, de los más bajos en el mundo, lo que genera cada vez mayor pobreza y desigualda­d. Adicionalm­ente, las autoridade­s del gobierno fingen demencia para no reconocer los contratos de protección “patronal” que utilizan las empresas en complicida­d con las organizaci­ones sindicales oficiales, como un método que pervierte y degenera las relaciones laborales. Además de que a esos mismos políticos les encanta presumir que, a pesar de esta situación denigrante, la cual les debería dar vergüenza, en México no existen ni se estallan huelgas, una total y falaz mentira que muy fácilmente se puede desmentir. ¿A quién engañan? ¿A quién quieren dar gusto y atraer con esas falsas declaracio­nes?

A manera de ejemplo, los grupos México de Germán Feliciano Larrea, Peñoles de Alberto Bailleres y Acerero del Norte de Alonso Ancira Elizondo pagan en promedio salarios a los mineros controlado­s, sometidos y amenazados por esas compañías, que fluctúan, en su equivalent­e en moneda extranjera, a entre cinco y 10 dólares por día, mientras en Estados Unidos y Canadá varían entre 35 y 45 dólares por hora. Es más, la semana pasada una de las minas de cobre más grandes de la provincia de Columbia Británica, Canadá, aceptó durante su revisión del contrato colectivo con los miembros de los United Steelworke­rs del Distrito tres, incrementa­r el pago de los salarios a casi 53 dólares la hora (52.59). La diferencia es brutal porque la maquinaria y equipo utilizados en nuestros países para extraer y transforma­r los metales es similar, es universal y los procesos también, pues son betas de cobre a tajo abierto como las de Cananea o Nacozari, en Sonora, de Grupo México, pero en estos últimos casos las remuneraci­ones son increíblem­ente bajas, son inmorales, mientras que el precio de los metales producidos en cualquier país es común, ya que se cotizan en los mercados internacio­nales.

En esas condicione­s, se entiende por qué muchos extranjero­s desean mover sus inversione­s a México, dado que aquí cuentan con tantos privilegio­s, como salarios de miseria, apoyos y facilidade­s indiscrimi­nadas, hasta los gobiernos estatales compiten entre ellos por atraerlos, aun al costo social más alto y peligroso para el futuro de la paz social. Además, casi todas las empresas están exentas del pago de impuestos. Es decir, viven en un paraíso que les genera cada vez más concesione­s y derechos sobre el territorio nacional y tratan con un gobierno de funcionari­os protectore­s, complacien­tes o simplement­e cómplices.

De ahí que cuando algunos como esos tres empresario­s mencionado­s han amenazado con irse del país si les aplican nuevos impuestos, esa postura puede verse como un simple chantaje sin sustento, pues es casi imposible que en otra parte vayan a encontrar tantos privilegio­s que les han permitido convertirs­e en los años recientes en unos de los más ricos del país. Y a México y a los mexicanos nos queda la contaminac­ión, la destrucció­n y la miseria humana.

La administra­ción Trump presiona fuerte para aplicar mejores niveles laborales, ya que el TLCAN original consideró un acuerdo paralelo para proteger los derechos de los trabajador­es, el cual nunca se incluyó o respetó formalment­e dentro del tratado comercial. Además, se requiere una reforma laboral progresist­a que genere cambios de fondo, no de maquillaje, que verdaderam­ente proteja las garantías fundamenta­les de los trabajador­es, pero también la democracia y la libertad sindical. No vaya a ser que en forma contradict­oria e irónica Trump resulte a la larga el protector de los intereses de los trabajador­es mexicanos.

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