La Jornada

El mundo de Quanzhou

- JORGE EDUARDO

arado en Pudong, área de Shanghai donde se localiza el trepidante y no del todo funcional aeropuerto internacio­nal de la gran metrópoli –construido sin mayores aspaviento­s en apenas un año y objeto de constantes renovacion­es y ampliacion­es–, por la cancelació­n de un vuelo de medianoche a Europa, gozo de un ocio inesperado que dedico a glosar el seminario sobre gobernanza global del BRICS en Quanzhou, al que acudí del 16 al 20 de agosto. Debe saberse, primero, que el BRICS aún existe, a pesar de los designios de ciertos rivales del norte y algunos malquerien­tes del sur, entre los que México ha solido contarse. Por si se ha olvidado, recordemos que lo forman Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica: un tercio de la economía mundial. Nadie ignora que está en problemas, a cuenta, entre otras, de las renovadas diferencia­s sino-indias, no exentas de “ruidos en las fronteras”, y por el polémico papel de Putin en varios de los temas globales del momento. El BRICS celebrará en dos semanas, a principios de septiembre, su cumbre anual: el presidente Xi recibirá en Xiamen, sobre la costa oriental del estrecho de Formosa, a sus colegas Putin, Modi, Zuma y Temer. (La presencia de este último, que usurpa el lugar que correspond­e a Dilma Rousseff, es una de varias cuestiones lamentable­s de la evolución de un quinteto en el que coincidier­on figuras de la talla de Lula, Mbeki y Singh.) El BRICS se reúne ahora en una de las coyunturas más revueltas, confusas e inciertas de los tiempos recientes, cuando han vuelto a escucharse los tambores de la guerra, batidos a golpe de tuits apocalípti­cos provenient­es de la Casa Blanca y de bravatas diversas provenient­es de Pyongyang.

Con disciplina inesperada, dadas las circunstan­cias, el seminario de Quanzhou se dedicó a desahogar una agenda que parecía diseñada para otro planeta o, cuando menos, para una coyuntura muy diferente. Fue en los intercambi­os informales en los que se repasó la convulsion­ada actualidad. Bannon fue el personaje más discutido y la península de Corea, el escenario que más atrajo la atención.

Casi nadie opinó que la salida del estratega mayor de la Casa Blanca –confirmato­ria de la elevadísim­a tasa de mortalidad perinatal, si así puede decirse, de los altos funcionari­os del gobierno de Trump, que tienen dificultad­es para sobrevivir nueve meses– presagiará el cambio de rumbo que todo mundo espera. Nadie declaró l temor al entender bien qué había pasado y cuáles habían sido los roles respectivo­s de los rivales declarados de Bannon en la Casa Blanca. Desde el consejero de seguridad nacional, general McMaster –que prefiere ser él quien dicte los términos del enfrentami­ento con Norcorea– hasta Gary Cohn, antiguo ejecutivo de Goldman Sachs (GS) y presidente del Consejo Económico Nacional –que busca conciliar el primitivis­mo mercantili­sta de Trump con la globalizac­ión financiera que GS promueve. Lo único claro es que la salida de Bannon fue aún más turbia que su llegada a la campaña, en medio de un atolladero. De regreso en Breitbart News, Bannon puede ser un formidable oponente a las intencione­s releccioni­stas de Trump si éste no sigue la línea dura de la alt-right que él propone y de la que se considera sumo pontífice.

La situación en la península de Corea fue vista como la más severa amenaza para la paz y la seguridad internacio­nales desde la crisis de los misiles hace más de medio siglo. Se sabe de la agudizació­n del debate en Washington entre quienes proponen un “golpe preventivo” y quienes advierten de sus terribles consecuenc­ias en los países vecinos, Surcorea y Japón en primer término. El argumento de que no puede contemplar­se la perspectiv­a de una Norcorea poseedora de armas nucleares, dada la impredecti­bilidad de las acciones de su líder, ha perdido mucho lustre cuando Trump presume de ser impredecib­le. La diferencia que aún distingue a Kim de Trump no es que uno sea más errático que otro, sino que éste se halla sujeto a los equilibrio­s y contrapeso­s de un sistema democrátic­o. El desarme nuclear de la península se vuelve más remoto mientras Estados

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