MÉXICO SA
◗ De salvajes y agachados ¿Serenidad y paciencia? ◗ Paso Exprés: impunidad
stalado en la teoría de que, haga lo que haga y diga lo que diga, Donald Trump es “amigo y socio” de México, el llamado “equipo mexicano negociador” del TLCAN –el activo y el que opera tras bambalinas– suda la gota gorda cada que el salvaje marca KKK abre la boca para insultar a nuestro país, insistir en lo del muro y alardear sobre la “inminente” salida de Estados Unidos del mecanismo trilateral. La más reciente, que no la última, se registró el pasado martes en la ciudad de Phoenix, Arizona, donde el susodicho advirtió que “personalmente creo que no podremos llegar a un acuerdo porque ambos países han tomado tanta ventaja, especialmente México (y Canadá), que creo que probablemente daremos por terminado el TLCAN en algún momento, pero yo dije desde el principio que o renegociábamos el TLCAN o nos vamos. Veremos qué pasa. Ustedes están en buenas manos”. Difícilmente se puede decir que los estadunidenses “están en buenas manos”, pero el hecho es que, más allá de su lengua viperina, Trump puede levantarse y dejar el TLCAN sin mayor complicación, pues el propio reglamento del acuerdo trilateral así lo dispone (artículo 2205: una de las partes podrá renunciar a este tratado seis meses después de notificar por escrito a las otras su intención de hacerlo). Otra historia es el costo político y económico que el vecino del norte podría llegar a pagar, pero al final de cuentas al inquilino de la Casa Blanca no le importa ni el eclipse. Sin duda, el gobierno mexicano es el más débil de los participantes en la “renegociación” del TLCAN, y no sólo por su creciente dependencia económica y política del vecino del norte, sino porque los “negociadores nacionales” se aferran a la novela rosa del “socio y amigo”, amén de que su margen de maniobra es por demás limitado. Y es así que tras la más reciente amenaza de Trump se dio la cascada de declaraciones “comprensivas” de los siempre atentos “negociadores” mexicas: Ildefonso Guajardo, secretario de Economía: “el gobierno (de EPN) cuenta con un plan B sobre el TLCAN. No podemos descartar que pueda haber alguna situación donde tengamos que hacer uso de la alternativa, pero no es el principal objetivo. Los inversionistas ya están acostumbrados a sus declaraciones y los que saben invertir no tomarán decisiones drásticas”. Luis Videgaray, “aprendiz” de secretario de Relaciones Exteriores: “sus advertencias sobre el TLCAN son una estrategia de negociación. No hay sorpresas, porque está negociando con su muy particular estilo. Tenemos que reaccionar con serenidad, con cabeza fría, entender que este es un proceso de negociación. Trump lo pudo haber hecho (salir del tratado) desde el primer día de su administración; sin embargo, lo que está ocurriendo es que estamos negociando de una manera formal, en un proceso ambicioso que durará meses”. Y José Antonio Meade, secretario de Hacienda: “habremos de conducirnos en la negociación que continúa y que sigue vigente con sobriedad, con temple, sin estri- productiva. El objetivo es alcanzar un acuerdo que beneficie a México y consolide la competitividad de la región de Norteamérica”. Bien, todos correctos, decentes, con cabeza fría, en perfecto inglés y sin gritos ni susurros, pero todo indica que ninguno de los citados declarantes –todos ellos inmersos en la “negociación”– ha medido en su exacta dimensión (en el gobierno y la cúpula de la iniciativa privada) que desquiciados como Donald Trump no entienden, ni les importa, lo “políticamente correcto”, lo “respetuoso”, lo “prudente” y lo “civilizado”, y que, por lo mismo, puede cometer cualquier pendejada sin más y carente de aviso previo, de tal suerte que a la parte mexicana el plan B, la serenidad, la paciencia, Kalimán y Solín, la sobriedad y todo lo demás no le servirá para absolutamente nada. Entonces, de vez en vez una sonora mentada de madre también duele, como diría mi general Villa.