La Jornada

Buscando la aguja en el pajar

- JORGE CARRILLO OLEA

ronto habremos de empezar a oír las más diversas propuestas sobre cómo atender el gravísimo problema de la seguridad pública. Veremos hechos y dichos sorprenden­tes por parte de reales y supuestos expertos y especialis­tas. Esa suposición se fundamenta en que es impensable que, en las mesas, foros, discursos, ponencias, desde los que irradiará la creativida­d de los candidatos campeadore­s, sus partidos y jilgueros, se hablará en términos de proponer algo satisfacto­rio sobre lo que es la amenaza más aguda para el futuro del país.

En una campaña pugnaz como la que se espera, son condicione­s difícilmen­te aceptables para un candidato el ser objetivo y veraz. Aceptar que sus propuestas, como condición ineludible, les implicaría­n asumir grandes costos políticos, sociales y presupuest­ales y que sólo ofrecerían frutos confiables a plazos medios y largos sería contra natura en una campaña. Esas condiciona­ntes que son auténticas, no serían propias para plantear soluciones eficaces en un proceso prelectora­l en el que por su índole sólo debe ofrecer bondad, belleza y felicidad.

Simultánea­mente surge otra determinan­te: El cambio radical es ahora o nunca. O se exige al siguiente gobierno que enfrente decididame­nte el problema o el futuro nacional se verá muy comprometi­do. Mucho de la situación actual se deriva de que en 20 años sólo se han aplicado medidas parciales de resultados supuestame­nte inmediatos.

Si esta aseveració­n fuera atendible, habría que buscar otros caminos para encarar lo grave de la situación, sus complejos requerimie­ntos y lo difícil que será alcanzar pronto logros indispensa­bles. Sólo la sociedad organizada tiene la libertad de opinión, la sensibilid­ad sobre el problema y la entereza de plantearlo como justa exigencia a los gobiernos entrantes.

Ya empiezan a darse encuentros de organismo sociales en busca de EN UNA CAMPAÑA PUGNAZ interlocut­ores políticos con miras a hacerse oír en las campañas. Ese COMO LA QUE SE ESPERA, camino, legítimo y comprensib­le es

SON CONDICIONE­S posible que no sea el mejor. La contaminac­ión prelectora­l es un peligro DIFÍCILMEN­TE ACEPTABLES a evitar. Es apremiante que, al margen de las campañas, y atendiendo PARA UN CANDIDATO EL SER a la oportunida­d de un gobierno a renovarse, la sociedad se organizara OBJETIVO Y VERAZ de múltiples maneras, en un esfuerzo de la dimensión requerida por un problema nunca enfrentado suficiente­mente.

Muy poco puede esperase de lo que se plantee en las campañas. Por su naturaleza el problema es propicio para ser tema de debate prelectora­l, de la misma manera que su propia naturaleza le impide transparen­cia, objetivida­d y autenticid­ad tanta como es indispensa­ble. Un segundo problema y de gran calibre, es la arraigada costumbre del poder de despreciar las propuestas de la sociedad en términos que fueran reales y comprometi­dos. En estos mismos tiempos somos testigos como organizaci­ones sociales de gran solvencia moral, técnica y experienci­a, han sido ignorados por el gobierno federal.

Como paso inicial es necesario que una constante en cualquier proposició­n –aunque esta fuera preliminar– sea el ineludible cambio de perspectiv­a. El enfoque meramente criminal ha demostrado ya que, si en algún momento fue correcto, hoy está absolutame­nte rebasado. Un nuevo encauce es indispensa­ble: el sociopolít­ico, debería cumplir tres exigencias: El enfoque preventivo, el de participac­ión social y perfeccion­ar el actual de carácter judicial. Esto lo convertirí­a en un proyecto diferente, de naturaleza interdisci­plinaria, de sociología política y no solamente de control judicial.

Naturalmen­te, cada rubro mencionado está compuesto por mil partes que habrá que desagregar. Eso equivale, en parte, a una autopsia que resultará desagradab­le para la administra­ción Peña Nieto, muy compromete­dora para su partido, el PRI y un filón de oro para los partidos de oposición, pero es la base de partida. Habrá que partir de la propia Constituci­ón con sus vacíos, indefinici­ones y parcelacio­nes sobre el tema; considerar todo tratado o convenio internacio­nal, dictar leyes secundaria­s y fijar políticas públicas, todo ello debidament­e consolidad­o en programas de gran participac­ión social. Estas razones abundan en lo necesario que es preservar esas reflexione­s nacionales de toda contaminac­ión prelectora­l.

El gran reto y el gran requisito es aceptar que estamos ante un problema sociopolít­ico de pronóstico­s alarmantes. Es importante hacer relevante que una situación como la que actualment­e se vive puede evoluciona­r del tipo de conflicto presente a otro a perfilarse según los hechos que ocurran en un momento dado. Hay datos ya presentes de numerosas señas de descomposi­ción social. Ella se victimiza a sí misma y crece la expansión criminal. ¿Queremos más?

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