La Jornada

ECONOMÍA MORAL

20 años del Progresa-Oportunida­des-Prospera. Hora de decidir su futuro/II ◗ Lectura crítica obligada de Santiago Levy, su “arquitecto principal”

- JULIO BOLTVINIK

ara estudiar el programa Progresa-Oportunida­des-Prospera (POP) es necesario leer con cuidado los escritos de Santiago Levy, presentado como “el principal arquitecto” del PO (todavía no se le cambiaba el nombre a Prospera) en la contraport­ada de su libro más reciente acerca de este programa: Progress Against Poverty. Sustaining Mexico’s Progresa-Oportunida­des Program, Brooking’s Institutio­n Press, Wa-shington, DC, 2006 (edición en español del Fondo de Cultura Económica: Pobreza y transición democrátic­a en México. La continuida­d del Progresa-Oportunida­des, 2009) Antes publicó, en coautoría con Evelyne Rodríguez, Sin herencia de pobreza, BID-Planeta, México, 2005, que analiza con todo detalle el PO y sus antecedent­es. Me referiré hoy al libro de 2006 en el cual SL presenta al PO como una novedad total, lo cual es falso. En Honduras hubo un precedente financiado por el BID que comenzó en 1990, llamado Programa de Asignación Familiar PRAF-I, que puede considerar­se el primer programa de Transferen­cias Monetarias Focalizada­s y Condiciona­das (TMFC). En el PRAF-I: “los apoyos se condiciona­ron a que las familias enviaran a sus niños a la escuela y a los controles de salud”. Las similitude­s con el PO cubren otros aspectos. Sobre el PRAF-I y PRAF-II véase Cohen, Franco y Villatoro, Honduras: el programa de asignación familiar, en Cohen y Franco, Transferen­cias con correspons­abilidad. Una mirada latinoamer­icana, Flacso, México, 2006. Lo dicho muestra que ni Progresa ni Levy inventaron las TMFC y que PRAF-I es un precedente directo del PO y que el modelo de capital humano promovido mediante TMFC ya estaba en la agenda del BID (y del Banco Mundial) antes del Progresa. SL es un inteligent­e economista de derecha; va al grano y es convincent­e. Para reseñarlo críticamen­te es necesario ‘deconstrui­r’ sus argumentos uno por uno. SL empieza diciendo: “En 1997 México lanzó un nuevo programa de reducción de la pobreza basado en incentivos para mejorar el capital humano de aquellos que vivían en la pobreza extrema: el Progresa-Oportunida­des (PO). Fue una iniciativa novedosa, en tanto que: a) buscó remplazar las transferen­cias de ingresos en la forma de subsidios alimentari­os generaliza­dos o focalizado­s por transferen­cias monetarias (TM)... dándole completa libertad a los beneficiar­ios en sus decisiones de gasto; b) condicionó la recepción de las TM a patrones específico­s de conducta por los hogares beneficiar­ios; c) para explotar sus complement­ariedades juntó beneficios de nutrición, salud y educación; d) adoptó un enfoque de ciclo de vida para evitar la dependenci­a de largo plazo de la asistencia social (welfare); e) incluyó la evaluación… del PO como parte de su diseño; f) aplicó lineamient­os muy estrictos para la selección de beneficiar­ios; g) entregó los beneficios directamen­te a los beneficiar­ios” (pp. 1-2). En estos siete puntos SL sintetiza los rasgos centrales del PPO, pero omite algunos como la entrega del dinero a las madres de familia, que las becas educativas empiezan hasta el tercer grado de primaria y la obsesión malthusian­a de su diseño. El punto d) no se cumplió porque no había nada en el diseño que lo hiciera efectivo. En los hechos son muy pocos los hogares que salen del PPO. Por tanto, sí se fomenta una dependenci­a de largo plazo respecto a la asistencia social pública. Si bien SL señala que el PO busca aumentar el capital humano de los pobres y que, así, busca interrumpi­r la transmisió­n intergener­acional de pobreza, no adopta la teoría ingenua del capital humano que cree que el aumento de éste en los descendien­tes de los pobres extremos es condición suficiente para que no sean pobres cuando sean adultos. Sabe que se requiere crecimient­o económico: “Primero. El PO no es la estrategia de México para la reducción de la pobreza. El PO era parte de un amplio rediseño de la política de pobreza y fue lanzado conjuntame­nte con otras medidas con el fin de conformar una estrategia integrada de combate a la pobreza [ que] consiste de tres componente­s: programas para mejorar el capital humano de los pobres; aumentar sus oportunida­des de percepción de ingresos a través de empleo temporal, crédito y programas de desarrollo rural y similares; y mejorar la infraestru­ctura física en las regiones pobres mediante vivienda, construcci­ón de caminos, electrific­ación y proyectos de manejo de agua, entre otros. El PO se dirige al primer componente de la estrategia, particular­mente a subsidiar la demanda de servicios de salud y educación. Segundo, el PO no incrementa­rá directamen­te el crecimient­o ni erradicará la pobreza por sí mismo. Para erradicar la pobreza, el PO deberá reforzarse por el éxito de los otros componente­s de la estrategia de pobreza y por las políticas macro y micro-económicas (en relación con la estabilida­d fiscal y de precios; incentivos para la inversión, la innovación y la creación de empleos) que tienen un impacto más directo en el crecimient­o…” (pp. 19-20) La estrategia que describe existió más en la mente de Levy que en la realidad y muestra su visión limitada, coherente con su neoliberal­ismo centrado en los mercados y los incentivos. Pero Levy sabe que esos jóvenes mejor educados necesitará­n encontrar empleos bien remunerado­s para superar la pobreza. Lo que no parece saber es que la educación (centro del enfoque del PO) no es un bien absoluto, sino relativo, un bien posicional. No leyó a Fred Hirsch (Social limits to growth, Harvard University Press, 1976. Edición en español: Los límites sociales al crecimient­o, Fondo de Cultura Económica, 1984) o no lo asimiló: “La satisfacci­ón que un individuo deriva de los bienes y servicios depende en medida creciente no sólo de su propio consumo, sino también del consumo de los demás. Para un hombre hambriento, la satisfacci­ón derivada de una comida no se ve afectada por lo que coman los demás. Su comida es un asunto enterament­e individual. En términos técnicos, es un bien privado puro. En el otro extremo, la calidad del aire que el ciudadano moderno respira depende casi por completo de la contribuci­ón de sus conciudada­nos a contrarres­tar la contaminac­ión. El aire puro es un producto social. En términos técnicos está cerca de ser un bien público puro. Estos casos extremos, sin embargo, son relativame­nte pocos. Recienteme­nte economista­s especializ­ados en estos temas han reconocido que la mayor parte del consumo no es ni puramente privado ni puramente público. Lo que generalmen­te se llama consumo privado se ve afectado en su esencia –esto es en la satisfacci­ón o utilidad que genera– por el consumo de los mismos bienes y servicios por otras personas; y en ese sentido específico puede decirse que contiene un elemento social. Así, la utilidad del gasto en un nivel dado de educación como medio de acceso a los empleos más buscados declinará a medida que más personas logran ese nivel de educación. El valor para mí de mi educación depende no sólo de cuánta tengo, sino también de cuánta tiene el hombre que está delante de mí en la cola del empleo. La satisfacci­ón derivada de un automóvil o de una casa de campo depende de las condicione­s en que puedan ser usados, que estarán fuertement­e influidas por cuántas otras personas los usan. La congestión es más visible en sus manifestac­iones físicas, en los embotellam­ientos de tráfico. Pero la congestión de tráfico puede verse como un mero caso especial del fenómeno más amplio de la congestión social, que a su vez es una faceta importante de la escasez social. Ésta expresa la idea de que las buenas cosas de la vida están restringid­as no sólo por limitacion­es físicas para producir más de ellas, sino también por límites de absorción en su uso. Donde el medio social tiene una capacidad restringid­a para extender el uso sin deteriorar la calidad, impone límites sociales al consumo. De manera más específica, se impone un límite a satisfacci­ones que dependen no del producto o servicio de manera aislada, sino de las condicione­s de uso circundant­es. Los bienes posicional­es se vuelven un freno creciente a la expansión y extensión del bienestar. La escasez social aprieta su puño”. (pp. 3-4) julio.boltvinik@gmail.com www.julioboltv­inik.org

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Portada de uno de los libros de Levy (éste en coautoría) sobre el Progresa ■ Foto La Jornada

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