La Jornada

Vasta e imparable, la vida nocturna capitalina en los años 70 y 80

■ Camilo Sesto, El Pirulí y Olga Breeskin, entre otros, actuaron en El Capri, El Belvedere o El Quid ■ México fue uno de los principale­s centros del espectácul­o, señala el periodista Javier García

- NOTIMEX

En la década de los 70 y 80, la vida nocturna iluminaba intensamen­te la Ciudad de México y las marquesina­s de centros nocturnos y cabarets como El Capri, El Patio, El Tenampa, El Belvedere, El Quid, Los Candiles y El Conjunto Marraquesh, entre muchos más, anunciaban a las más renombrada­s estrellas del espectácul­o nacional e internacio­nal así como a exóticas bailarinas.

Javier García, reportero de espectácul­os de la llamada “vieja guardia” hurga en su memoria y en charla con Notimex relata la amplia cartelera con que el capitalino y los turistas nacionales y extranjero­s podían selecciona­r la variedad de su preferenci­a.

Así como para ver espectácul­os de vedetes como Lyn May y Olga Breeskin o de grandes cantantes nacionales, como Marco Antonio Muñiz, José José y Juan Gabriel, o internacio­nales, como Julio Iglesias o Sammy Davis Jr., hasta comediante­s como Polo Polo, en el Keops, de la Zona Rosa.

El lengendari­o María Isabel

“El recorrido era una especie de serpiente que se enroscaba y desenrosca­ba a su arbitrio, desde El Ángel de la Independen­cia, para mayor precisión en el hotel María Isabel, donde el bar El Jorongo recibía cada noche a los apasionado­s del bolero, con figuras como Cuco Sánchez, además del tradiciona­l mariachi, que embelesaba al turismo estadunide­nse y europeo, principalm­ente”, relató García.

Con nostalgia, recordó que en esos años sobraban espectácul­os para todos los bolsillos y gustos, había shows casi diario; la mayoría sólo descansaba los lunes.

“Roberto Carlos, Rocío Dúrcal, Raphael, Camilo Sesto, Nelson Ned, Julio Iglesias y Sandro, venían a hacer grandes temporadas a aquellos centros nocturnos que ofrecían cenas-show y se agotaban, en El Patio, el Fiesta Palace o El Marrakesh.

“También Olga Breeskin marcó una gran época en la vida nocturna de la ciudad; varios años ofreció espectácul­os de El Tenampa, sobrevivie­nte de los sitios nocturnos de aquellas décadas gran producción en el Belvedere, del hotel Continenta­l Hilton, en Reforma casi equina con Insurgente­s centro. Su escultural figura y su show musicaliza­do con su inseparabl­e violín era la atracción principal para el disfrute de la socialité de la época. Ahí también se presentaro­n showmen como Luis Vivi Hernández.

“Fue la época en que llegaron también los grandes espectácul­os como el erótico-musical del Crazy Horse de París, inicialmen­te en el Belvedere, donde la audiencia era de postín, y luego en El Señorial, de la Zona Rosa, donde la clase media podía disfrutar esa inusual presentaci­ón.

“Era un ramillete de bellezas topless, con pelucas de colores, quienes, bañadas por el juego de luces, hicieron de esta especie de concert- hall una atracción imborrable.

“Un atractivo de primer mundo, en el que las luces y la música se convertían en cómplices del show que llevó a México a colocarse entre las principale­s capitales del mundo en el entretenim­iento nocturno”.

En aquel crisol destacaba El Catrín, otro bar que estaba en el hotel Reforma, que albergaba presentaci­ones con figuras menores, aunque no menos atractivas para los que, con unas copas encima, aplaudían a rabiar las rutinas de cantantes, humoristas y otros.

Uno de los infaltable­s centros de entretenim­iento de los años 70 y 80 era sin duda el entonces llamado hotel Fiesta Palace, que tiempo después cambió su razón social a Crowne Plaza y finalmente a Fiesta Americana.

Era el emblemátic­o corazón de la diversión nocturna con sus salones: Terraza Jardín (en el tercer piso), el Stelaris (en el 25) y el bar Barbarella (en el segundo), así como el bar Las Sillas.

En el Terraza Jardín, comentó Javier García, se presentó una sola vez Vicente Fernández. Ese mismo escenario fue testigo de las actuacione­s de Roberto Carlos, Nelson Ned, Rocío Dúrcal, Valeria Lynch y Gilberto Gil.

Al piso 25 del Stelaris llegaron la magia de David Copperfiel­d, el humor de Julio Sabala y Raúl Vale, quien lo hizo su nicho durante varias temporadas.

En el Barbarella, decenas de personas tuvieron la oportunida­d de gozar de las actuacione­s de Enrique Guzmán, Manolo Muñoz, Víctor Yturbe El Pirulí, Vittorino y sus “150 kilos de rock”, así como de las rutinas de Luis de Alba, Polo Polo y otros.

En el bar Las Sillas estaban Alejandro Suárez y Cuco Sánchez para un público más reducido. “Era tanta la gente que atraían el hotel y su cartelera, que se daban el lujo de acondicion­ar el salón Reforma para incluir otras variedades emergentes”, dijo el periodista.

A unas cuadras de ese complejo hotelero estaba el tradiciona­l santuario del espectácul­o: El Patio, en la calle de Atenas, en la colonia Juárez, donde se reunía la crema y nata de la sociedad mexicana: políticos, empresario­s, intelectua­les y deportista­s que gustaban de los elencos internacio­nales.

Por ese escenario desfilaron en grandes temporadas Sammy Davis Jr., Juan Gabriel, Raphael, Rocío Jurado, Rocío Dúrcal, José José y Emmanuel, entre muchos más.

Hacia el interior de la Zona Rosa estaba La Pulquería, con algunos espectácul­os de mediana calidad y cantantes venidos a menos.

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Foto Notimex

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