MÉXICO SA
Peña Nieto: mudo
onald Trump, “amigo” y “socio” de México – versión del aprendiz Luis Videgaray–, no quita el dedo del renglón y está decidido a calentar, a punto de ebullición, la denominada “segunda ronda de negociaciones” del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que se desarrollará aquí del 1° al 5 de septiembre. Al salvaje marca KKK no le para la boca, de la que sólo salen amenazas en contra de su vecino del sur, mientras los presuntos representantes mexicanos nadan de muertito con invitaciones a la “sobriedad” y “serenidad”, siempre con “cabeza fría” y sin “estridencias”, que de cualquier suerte no sirven para nada ni detienen la lengua viperina de Trump. Por si fuera poco, el inicio de la “segunda ronda” coincide –no casualmente, desde luego– con la faraónica parafernalia del quinto informe de gobierno –como en Los Pinos lo califican– de Enrique Peña Nieto. Así, por un lado la opacidad absoluta sobre lo que se “negocia” con los gringos y el precio a pagar, y por el otro el bombardeo del aparato propagandístico que con bombos y platillos presume majestuosos cuan irreales “logros”, “avances” y “grandes resultados” de la administración que prometió “mover a México”. Ayer, el inquilino de la Casa Blanca de nueva cuenta apretó el gatillo y una vez más se pasó por el arco del triunfo el supuesto acuerdo “entre caballeros” de “no hablar públicamente del muro” ni de “quién lo pagará” (según versión de Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray), y de pasadita reafirmó su decisión de abandonar el mecanismo comercial tripartita si no logra sus objetivos. Vía Twitter, su arma propagandística preferida, se animó a una carambola de tres bandas: “Con México, siendo una de las naciones con más criminalidad en el mundo, tenemos que tener el muro, y (ese país) lo pagará por medio de rembolso u otro” (mecanismo); “estamos en proceso de renegociación del TLCAN (el peor acuerdo comercial que se haya hecho) con México y Canadá. Los dos están siendo muy difíciles. ¿Tendremos que ponerle fin?” Entonces, México y sus habitantes son “criminales”, de una u otra suerte “pagarán el muro” y de pilón se quedarán colgados de la brocha en materia comercial y de “integración regional”. Y de cereza, Trump indultó a uno de sus “héroes”, el repugnante ex sheriff de Maricopa, Arizona, Joseph Arpaio, uno de los personajes más aborrecidos –y no gratuitamente– por la comunidad mexicana en Estados Unidos, a quien un tribunal condenó por sus prácticas xenofóbicas y racistas. Con ese mensaje queda claro –como si hiciera falta– la clase de tipejo que es Donald Trump, pero aquí la tesis oficial y oficiosa es que su discurso de odio “ya no espanta”, que sus dichos no afectan a los sacrosantos mercados y que el dream team mexicano no sólo tiene un “plan B”, sino que fumando espera para continuar con el cuento de la “modernización” teleciana. (“dame el humo de tu boca/ anda, que así me vuelvo loca/ corre que quiero enloquecer de placer/ sintiendo ese calor del humo embriagador/ que acaba por prender la llama ardiente del amor”). Y lo mejor del caso es que los mexicanos no tienen derecho –por decreto se los canceló el gobierno peñanietista– a saber qué se “negocia” con Trump, en qué términos y cuál será el precio a pagar, porque en Los Pinos decidieron que todo es “confidencial”. A cambio, hínchense de propaganda del penúltimo “informe de gobierno” de EPN. En vía de mientras, los expertos del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) sostienen una tesis por demás contundente: “Sin importar el resultado de la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, México deberá modificar su modelo económico; la lección debe ser asimilada”. En su más reciente análisis ( TLCAN, el peso de la historia alcanzó a México) advierte que “la evidencia del agotamiento del modelo de apertura maquiladora, de lógica mono globalizadora y dependiente de la dinámica manufacturera de Estados Unidos, volcada hacia el encadenamiento al exterior, al mismo tiempo que se debilitaba la vinculación interna, era contundente desde antes que Donald Trump planteara la necesidad de revisar el tratado. “La baja productividad del modelo mexicano de apertura fue puesta en evidencia por las propias instituciones oficiales; la mejor prueba de ello quedó reflejado en las declaraciones del (por ese entonces) titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, en 2013, en el sentido de que ‘vemos que en México hay dos historias: una de un crecimiento sostenido de la productividad entre 1950 y por lo menos a mediados de los 70, y otra donde la productividad decae y después se estanca’. Paradójicamente, el segundo periodo citado es el de la apertura económica,