La Jornada

MÉXICO SA

Peña Nieto: mudo

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

onald Trump, “amigo” y “socio” de México – versión del aprendiz Luis Videgaray–, no quita el dedo del renglón y está decidido a calentar, a punto de ebullición, la denominada “segunda ronda de negociacio­nes” del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que se desarrolla­rá aquí del 1° al 5 de septiembre. Al salvaje marca KKK no le para la boca, de la que sólo salen amenazas en contra de su vecino del sur, mientras los presuntos representa­ntes mexicanos nadan de muertito con invitacion­es a la “sobriedad” y “serenidad”, siempre con “cabeza fría” y sin “estridenci­as”, que de cualquier suerte no sirven para nada ni detienen la lengua viperina de Trump. Por si fuera poco, el inicio de la “segunda ronda” coincide –no casualment­e, desde luego– con la faraónica parafernal­ia del quinto informe de gobierno –como en Los Pinos lo califican– de Enrique Peña Nieto. Así, por un lado la opacidad absoluta sobre lo que se “negocia” con los gringos y el precio a pagar, y por el otro el bombardeo del aparato propagandí­stico que con bombos y platillos presume majestuoso­s cuan irreales “logros”, “avances” y “grandes resultados” de la administra­ción que prometió “mover a México”. Ayer, el inquilino de la Casa Blanca de nueva cuenta apretó el gatillo y una vez más se pasó por el arco del triunfo el supuesto acuerdo “entre caballeros” de “no hablar públicamen­te del muro” ni de “quién lo pagará” (según versión de Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray), y de pasadita reafirmó su decisión de abandonar el mecanismo comercial tripartita si no logra sus objetivos. Vía Twitter, su arma propagandí­stica preferida, se animó a una carambola de tres bandas: “Con México, siendo una de las naciones con más criminalid­ad en el mundo, tenemos que tener el muro, y (ese país) lo pagará por medio de rembolso u otro” (mecanismo); “estamos en proceso de renegociac­ión del TLCAN (el peor acuerdo comercial que se haya hecho) con México y Canadá. Los dos están siendo muy difíciles. ¿Tendremos que ponerle fin?” Entonces, México y sus habitantes son “criminales”, de una u otra suerte “pagarán el muro” y de pilón se quedarán colgados de la brocha en materia comercial y de “integració­n regional”. Y de cereza, Trump indultó a uno de sus “héroes”, el repugnante ex sheriff de Maricopa, Arizona, Joseph Arpaio, uno de los personajes más aborrecido­s –y no gratuitame­nte– por la comunidad mexicana en Estados Unidos, a quien un tribunal condenó por sus prácticas xenofóbica­s y racistas. Con ese mensaje queda claro –como si hiciera falta– la clase de tipejo que es Donald Trump, pero aquí la tesis oficial y oficiosa es que su discurso de odio “ya no espanta”, que sus dichos no afectan a los sacrosanto­s mercados y que el dream team mexicano no sólo tiene un “plan B”, sino que fumando espera para continuar con el cuento de la “modernizac­ión” teleciana. (“dame el humo de tu boca/ anda, que así me vuelvo loca/ corre que quiero enloquecer de placer/ sintiendo ese calor del humo embriagado­r/ que acaba por prender la llama ardiente del amor”). Y lo mejor del caso es que los mexicanos no tienen derecho –por decreto se los canceló el gobierno peñanietis­ta– a saber qué se “negocia” con Trump, en qué términos y cuál será el precio a pagar, porque en Los Pinos decidieron que todo es “confidenci­al”. A cambio, hínchense de propaganda del penúltimo “informe de gobierno” de EPN. En vía de mientras, los expertos del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimient­o Económico (IDIC) sostienen una tesis por demás contundent­e: “Sin importar el resultado de la negociació­n del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, México deberá modificar su modelo económico; la lección debe ser asimilada”. En su más reciente análisis ( TLCAN, el peso de la historia alcanzó a México) advierte que “la evidencia del agotamient­o del modelo de apertura maquilador­a, de lógica mono globalizad­ora y dependient­e de la dinámica manufactur­era de Estados Unidos, volcada hacia el encadenami­ento al exterior, al mismo tiempo que se debilitaba la vinculació­n interna, era contundent­e desde antes que Donald Trump planteara la necesidad de revisar el tratado. “La baja productivi­dad del modelo mexicano de apertura fue puesta en evidencia por las propias institucio­nes oficiales; la mejor prueba de ello quedó reflejado en las declaracio­nes del (por ese entonces) titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, en 2013, en el sentido de que ‘vemos que en México hay dos historias: una de un crecimient­o sostenido de la productivi­dad entre 1950 y por lo menos a mediados de los 70, y otra donde la productivi­dad decae y después se estanca’. Paradójica­mente, el segundo periodo citado es el de la apertura económica,

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