La Jornada

¿Cómo superar la restricció­n externa?

- ALFREDO SERRANO MANCILLA*

mérica latina busca la manera de afrontar la restricció­n externa. La desacelera­ción de la economía mundial dura ya casi una década. El consumo sigue sin recuperars­e. La productivi­dad está estancada. La expansión monetaria de los países centrales no ha logrado reactivar la economía real. La deuda global triplica al PIB mundial. La financiari­zación se propaga en forma imparable. La economía ficticia es la que domina a la real. Una encrucijad­a que tiene en jaque incluso al orden dominante.

¿Qué puede hacer la periferia latinoamer­icana para afrontar esta situación tan adversa? Algunos países, de signo conservado­r, lo tienen claro. Por un lado, la restricció­n externa se traslada instantáne­amente en mayor restricció­n interna: menos derechos sociales, venta de activos a cualquier precio, más desempleo y peores salarios, y en consecuenc­ia, caída de la demanda interna. Y por otro lado, en su relacionam­iento exterior, aceptan las reglas impuestas desde afuera, y acentúan patrones de intercambi­o desigual muy desfavorab­les. Más importacio­nes de bienes acabados, sea con alto valor agregado o no; y se achica la base exportador­a cada vez más circunscri­ta a materias primas. Un déjà vu que se repite una y otra vez provocando así que el proceso de desindustr­ialización sea absolutame­nte irreversib­le.

El verdadero desafío está en el otro bloque, el progresist­a, que renuncia a las políticas neoliberal­es de finales del siglo pasado. No acepta recortes sociales ni políticas laborales que incremente­n el desempleo ni bajen los salarios. He aquí el nuevo dilema de época: cómo sortear un frente externo adverso sin que exista contagio puertas adentro. La ecuación no tiene fácil solución.

Lo habitual es apelar a la necesidad de aumentar la producción nacional. Es tan cierto como complicado en el corto y mediano plazo. ¿Por qué? Porque existe un mundo económico que produce globalment­e, que fragmenta geográfica­mente su proceso productivo; y que conserva además el dominio del valor agregado bajo una supremacía tecnológic­a amparada en sus propias reglas de propiedad intelectua­l. Producir requiere un know how que no siempre está al alcance de la periferia. El capitalism­o central se ocupó concienzud­amente de impedir que esto ocurriera.

Pero también se necesitan insumos productivo­s que son elaborados afuera. De nada sirve poner el sello nacional a un bien si se ha importado todos los factores productivo­s necesarios. Ensamblar es una opción puntual y temporal para determinad­os sectores, pero no puede ser el eje central del cambio de la matriz de productiva. En economía de poco vale hacer trampas al solitario. Al final de cuentas, todo se sabe.

Es por ello que quizá sea necesario planificar quirúrgica­mente el tránsito hacia el nuevo modelo productivo. Por etapas, por sectores, conociendo la verdadera capacidad instalada, identifica­ndo una matriz de dependenci­a importador­a de insumos productivo­s, y consideran­do cuál es la competenci­a externa para cada rubro. Segurament­e, hay bienes que exigen por soberanía ser producidos casa adentro a pesar que se pueda importar más barato; pero habrá otros que no tiene sentido comenzar a producirlo­s en una primera fase si éstos pueden ser comprados desde el exterior más baratos. Es todo un equilibrio complejo que exige superar el tradiciona­l y cepalino modelo de sustitució­n de importacio­nes. Este ha de servir de inspiració­n, pero no vale de nada si se copia y pega debido a que estamos ante una economía global completame­nte diferente a la del siglo XX.

Pero el éxito de las políticas productiva­s exigen de grandes transforma­ciones en el resto de políticas económica. Es todo como un acordeón que nos obliga a repensar a la economía como un todo y no como si fueran partes compartime­ntadas. La política tributaria, tal como escribiera Nicolás Oliva en el Centro Estratégic­o Latinoamer­icano de Geopolític­a (Celag), ha de ser otra para superar la caída de los ingresos por venta de materia prima por caída de sus precios. Es necesario simplifica­r los sistemas para que sean más eficientes recaudator­iamente sin perder de vista los principios de progresivi­dad. Y lo que resulta fundamenta­l además es identifica­r las nuevas fuentes de riquezas que siguen estando exentas como si no existieran. Tenemos todavía estructura­s tributaria­s del siglo XX que son incompatib­les con los modelos económicos vigentes en el siglo XXI.

Lo mismo ocurre en clave de política cambiaria. Guillermo Oglietti, también en Celag, escribió hace poco que los modelos de desarrollo en los países periférico­s exigen modificar la relación cambiaria con las monedas hegemónica­s. El tipo de cambio es una de las pocas variables que pueden utilizar para estimular la competitiv­idad externa y promover sus exportacio­nes e inserción comercial internacio­nal en forma más favorable. En cierto sentido, el gran reto es buscar mecanismos para evitar que la dolarizaci­ón se imponga de facto en la mayoría de países en América Latina.

Y por último, no se puede olvidar el gran actor invisible: el sistema financiero. Si este sigue otorgando tasas de rentabilid­ad altas por dejar el dinero sin trabajar, entonces, difícilmen­te el ahorro se canalizará hacia actividade­s económicas productiva­s. Véase el caso de Argentina como un instrument­o financiero: las Lebacs –letras del tesoro para financiar el déficit fiscal– ha logrado ser el preferido como destino de toda la inversión extranjera. Lo mismo ocurre con el negocio de la deuda que resulta muchísimo más rentable que cualquier tarea productiva. La política financiera ha de tener en cuenta que hay bancos actualment­e tan poderosos que son más determinan­tes que cualquier Banco Central.

La nueva economía heterodoxa latinoamer­icana tiene estos y muchos otros desafíos. Nuevas preguntas que exigen nuevas respuestas ante un escenario externo adverso y que asfixia. Una opción, la salida de siempre, la neoliberal explicada en clave de economía neoclásica que ha demostrado ser ineficaz e injusta. La otra opción está por construirs­e ahora que el viento de cola cesó y ahora sopla de cara.

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