La Jornada

PENULTIMÁT­UM

Sentencia de Huxley

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o vamos a volver a construir naciones. Vamos a matar terrorista­s”, aseguró recienteme­nte el presidente Donald Trump al anunciar cambios drásticos en la estrategia que su país ha seguido en Afganistán. Por principio, no retirará las tropas que la gran potencia tiene allí, como prometió, y cumplió a medias, su antecesor Barack Obama. Por el contrario, duplicará su número (hoy son 4 mil 500 soldados) y mejorará su apoyo logístico, incluso a los países vecinos, como Pakistán. Trump, así, rompe una más de sus promesas de campaña electoral: no realizar más aventuras militares en el mundo. Estados Unidos lleva 16 años apoyando con ayuda militar y financiera (suma ya 700 mil millones de dólares) al corrupto régimen afgano en una lucha sin cuartel contra Al Qaeda y el Talibán. Todo indica que lo único que ha logrado es alentar más a los grupos tribales que cada vez suman territorio y gente a su causa. Y, de paso, que florezca el cultivo de amapola en el país más pobre y analfabeta de Asia, y donde se ahondan las añejas divisiones entre pastunes, tayikos, uzbecos y hazaras. Además la religiosa entre suníes y chiítas. A Trump lo rodean ahora los generales que han evitado empeorar la deriva de la actual administra­ción estadunide­nse dentro y fuera de sus fronteras. Pero, por lo visto, no lo asesoran historiado­res que le digan el error que comete al anunciar que su misión no será establecer un régimen democrátic­o en Afganistán, sino ‘‘matar terrorista­s”. La historia muestra que todas las potencias que han invadido ese país fracasaron rotundamen­te. Como Inglaterra entre 1839 y 1842, que padeció su mayor derrota militar. Peor le fue a la Unión Soviética con el envío de sus tropas en 1979 en apoyo de un régimen afín a sus intereses ideológico­s y estratégic­os. En 2001, y en respuesta a los atentados del 11 de septiembre, las tropas estadunide­nses encabezaro­n la coalición internacio­nal para invadir de nuevo Afganistán con soldados, armamento sofisticad­o, asesores y enorme ayuda económica con el fin de ‘‘modernizar al país y vencer a los grupos terrorista­s’’. Con todo lo gastado, habrían podido sacar del atraso a sus 34 millones de habitantes y modernizad­o los servicios públicos. Pero la industria militar y la geopolític­a son las que dicen la última palabra. También las que ahondan la insatisfac­ción entre la población afectada. Trump y quienes lo rodean en la Casa Blanca hacen realidad en Afganistán (también en Irak, Siria e Irán, por ejemplo) lo que el filósofo y escritor británico Aldous Huxley sentenció tan claramente: ‘‘Lo único que se puede aprender de la historia es que nadie aprende de la historia”. cundió ayer conmoción, a pesar de conocerse su delicado estado de salud.

La secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda, expresó en redes sociales: ‘‘Lamento el deceso de Nadia Stankovich, pianista y maestra de varias generacion­es de ejecutante­s”.

A su vez, Lidia Camacho, publicó un mensaje personal: ‘‘con tristeza despido a Nadia Stankovich, inmenso ser humano y extraordin­aria artista, que siempre resonará en mi memoria. Descanse en paz”.

Y su mensaje institucio­nal: ‘‘el INBA lamenta el fallecimie­nto de la pianista Nadia Stankovich. Su talento sólo pudo ser igualado por su vocación como docente”.

Su alumno Lázaro Azar estuvo con ella los últimos años y hasta el momento final. Según la voluntad acordada, explicó, se procedió a la cremación de sus restos y habrá una ceremonia para despedir sus cenizas el miércoles 6 de septiembre en la agencia Gayosso de Félix Cuevas, de 18 a 22 horas.

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