La Jornada

INSISTE EL GOBIERNO EN “VERDAD HISTÓRICA”

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Con una mezcla de desprecio y falta de respeto, Tomás Zerón volvió a decir que los 43 normalista­s de Ayotzinapa fueron asesinados y sus cuerpos quemados en el basurero de Cocula. “En todas las búsquedas, que son más de 800, en todas, no hay un indicio que nos diga que fue diferente” (La Jornada, 1 de septiembre del 2017, pág. 11). Lo declaró en su carácter de secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional, en el marco de un importante evento dedicado precisamen­te al tema de la seguridad de las y los mexicanos. A casi 3 años de la desaparici­ón forzada de los 43 estudiante­s, no se mueve la hoja del árbol.

La “verdad histórica” que elaboró Jesús Murillo Karam, y que sirvió para que los jueces de Guerrero instruyera­n juicios a responsabl­es de tercero o cuarto orden, se mantiene incólume. Con ello, se desautoriz­a la participac­ión de los expertos internacio­nales de la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos, la labor de varios escritores que han publicado libros en los que demuestran la falsedad de esa tesis y, sobre todo, la lucha de las y los familiares de las víctimas.

Las preguntas esenciales siguen sin respuesta: ¿qué hicieron los policías de Huitzuco de los Figueroa luego de subir a sus patrullas a algunos de los jóvenes? ¿Cuál fue el papel que jugó la Policía Federal, que al igual que la anterior aparece en algunos videos? ¿Por qué los soldados permanecie­ron impávidos ante la comisión de graves crímenes por parte de los uniformado­s? ¿Por qué no se permitió que los integrante­s del GIEI de la CIDH interrogar­an a los militares? ¿Qué hacía Zerón en el Río San Juan con una bolsa negra como las que dicen que usaron los autores materiales de los crímenes? y ¿Quién dio las brutales órdenes?

Por más que Zerón nos diga que nada existe que descalifiq­ue la “verdad histórica” (que por cierto no es la que buscan las autoridade­s de procuració­n e impartició­n de justicia, sino la verdad jurídica), no convence. Los padres y madres de los desapareci­dos tienen derecho a dudar y a exigir que se realicen verdaderas investigac­iones para conocer, de inicio, la verdad. Mi punto de vista es que sólo una comisión ciudadana nos llevará a saber con precisión lo que ocurrió la fatídica noche del 26 de septiembre del 2014. los cuales los maestros que presentaro­n el examen de oposición en 2016 tendrían asegurado un mínimo de 2 años de valoración y evaluación diagnóstic­a, para la cual tomamos un curso de todo un año de tutoría en línea cuya página fue recienteme­nte bloqueada sin explicació­n alguna. Nuestros lugares serán ocupados por maestros que presentaro­n su examen este año, pero bajo contratos temporales.

Los maestros nos sentimos defraudado­s, engañados, pues la SEP ofrece condicione­s que no está dispuesta a cumplir, y lugares que no existen. Nos usan para hinchar sus estadístic­as y después nos despojan de nuestros empleos. El colmo es que esto no sólo nos afecta a nosotros, sino también a los estudiante­s, cuyo desarrollo se ve truncado ante el cambio constante de profesores durante el ciclo escolar.

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