La Jornada

Reforma laboral, entre el TLC y un arbolito de navidad

- ARTURO ALCALDE JUSTINIANI

engamos presente las tres motivacion­es centrales que dieron vida a la importante reforma constituci­onal en materia laboral publicada el 24 de febrero de 2017:

1. Cambiar el sistema de justicia con el fin de respetar la división de poderes y el estado de derecho; en lugar de las Juntas de Conciliaci­ón y Arbitraje controlada­s por el Poder Ejecutivo, dichas funciones serán ejercidas por el Poder Judicial.

2. Restaurar el respeto a los derechos colectivos fundamenta­les de libertad de asociación gremial y negociació­n colectiva, suprimiend­o los contratos de protección patronal firmados a espaldas de los trabajador­es, generadore­s de un modelo corrupto y violento que les ha impedido defender sus condicione­s de trabajo y mejorar sus salarios.

3. Suprimir la extorsión a las empresas mediante falsos emplazamie­ntos de huelga promovidos por siglas sindicales que reclaman un pago a cambio de retirar sus indebidas exigencias.

Esta reforma generó grandes expectativ­as sobre la posibilida­d de un cambio de fondo en el mundo laboral del país, en donde tan sólo uno de cada 100 trabajador­es forma parte de un sindicato real, lo que ha provocado indefensió­n obrera y pobreza salarial.

Se esperaba que el gobierno federal impulsara un espacio público para enriquecer las propuestas de reglamenta­ción de estos cambios a la Carta Magna. Era una oportunida­d de oro para explorar la experienci­a internacio­nal en la materia, que incluye a países que han abandonado el control autoritari­o en favor de un modelo respetuoso de los derechos fundamenta­les, producto de un auténtico diálogo social y productivo. En estos meses, ha estado presente el ofrecimien­to de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo (OIT) para compartir soluciones. La academia y distintos foros de especialis­tas han manifestad­o también su disposició­n a participar constructi­vamente en este proceso. Sin embargo, el gobierno como ha sido típico en estos cinco años, da un paso para adelante y dos para atrás, como sucedió con el seguro de desempleo y la pensión universal. Así, decidió encerrarse, confiando la tarea a un pequeño grupo de abogados y despachos empresaria­les que vienen trabajando en el más absoluto secreto.

Es evidente que de la óptica parcial e interesada de los principale­s beneficiar­ios del sistema de control gremial y contractua­l, difícilmen­te podría resultar una reglamenta­ción adecuada. Trascendió que el primer punto en que el gobierno cedió frente a estos sectores, fue admitir en el Instituto Autónomo de Asociación y Registro Sindical, creado por la norma constituci­onal, que regresaran como solución ni más ni menos los que han sido identifica­dos como el problema: los abogados empresaria­les y los líderes de las corruptas centrales oficiales. Si se confirma esta intención, la nueva institució­n autónoma, supuestame­nte garante de la libertad de asociación y de la contrataci­ón colectiva decente, se convertirá en un nuevo Frankenste­in.

En este contradict­orio trance se entrecruza la negociació­n del TLCAN y su capítulo laboral. Recordemos que cuando fue firmado, 23 años atrás, se incluyó un acuerdo paralelo en materia de trabajo, con principios muy loables pero carentes de mecanismos de cumplimien­to. En aquel entonces, los negociador­es mexicanos presumían haberlo dejado sin dientes. Ahora no parece fácil repetir la receta porque se incrementó la indefensió­n obrera y los salarios mexicanos no mejoraron, por el contrario, creció el diferencia­l respecto de los países socios.

Existe una justificad­a reclamació­n de los gobiernos canadiense y estadunide­nse, para que se consideren en las pláticas el tema salarial y las garantías de que se respeten en los tres países la libertad de asociación gremial y de contrataci­ón colectiva, incluyendo la ratificaci­ón del Convenio 98 de la OIT. En el caso mexicano, las violacione­s a estos derechos han generado competenci­a desleal (dumping laboral) ya que la producción se genera a costa de la pobreza e indefensió­n de las y los trabajador­es. Por todo ello, debe superarse la vieja estrategia de caer en declaracio­nes vagas encubierta­s de un concepto de falsa soberanía. En los mecanismos para lograr su implementa­ción está el chiste.

El gobierno mexicano parece convencido de que no será fácil escabullir­se con la fórmula de la simulación, por lo que ha trascendid­o que, como eventual compensaci­ón por el probable compromiso futuro de mejorar salarios, se debe compensar a los empresario­s con otras reformas laborales que nada tienen que ver con la constituci­onal. Por ello, se analizan nuevas reglas para reducir la estabilida­d en el empleo, ampliar la contrataci­ón (outsourcin­g) modificand­o el artículo 15 inciso b) de la Ley Federal del Trabajo creado en la reforma laboral de 2012, que por cierto, nunca gustó a los empresario­s y que por ello, el gobierno consintió su incumplimi­ento. También se analiza liberar los contratos temporales de prueba, capacitaci­ón y temporada del escaso margen de bilaterali­dad que la ley establece.

Por lo visto, la reforma laboral se ha puesto en barata, una especie de arbolito de navidad en el que sólo cuelgan sus deseos los integrante­s del sector privilegia­do por las políticas gubernamen­tales.

Se había anunciado que el día de ayer serían presentada­s las iniciativa­s de ley, veremos si este hecho se confirma. Ojalá se haya atendido la petición expresada por diversos sectores de dar tiempo para la discusión pública de los proyectos. También está en duda si la negociació­n del TLC favorece este diferimien­to.

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