Educación, lenguaje y futuro
a educación mexicana presenta actualmente dos asignaturas pendientes, a las cuales nuestros últimos gobiernos no han querido o no han sabido cómo enfrentar; una de ellas es la comprensión del lenguaje, aspecto fundamental del desarrollo humano y de la convivencia social; un síntoma de la gravedad de este problema fue detectado por lo menos desde 2003, cuando se conocieron los resultados de las pruebas PISA aplicada en más de 40 países, de entre los cuales México quedaba ubicado en el último lugar, en cuanto a la comprensión del lenguaje de sus estudiantes de educación media superior. Esto fue después confirmado por las evaluaciones nacionales realizadas por la Secretaría de Educación Pública (SEP), las cuales han sido aplicadas desde 2008, (Enlace 2008 a 2013 y Planea 2014 a 2016) mostrando la incapacidad del sistema educativo para instrumentar una estrategia pedagógica que permitiera superar el problema, por lo que ahora, ni siquiera las autoridades educativas hacen referencia a ellas, para evitar mayores críticas a su “reforma educativa”.
La otra asignatura pendiente es la referente a las ciencias, cuyo escaso interés y conocimiento fue también detectado por las pruebas PISA en 2003, y al cual la SEP no ha hecho esfuerzo alguno por corregir ni evaluar en todo este tiempo. Esta situación me ha llevado preparar dos artículos para publicarlos en La Jornada, el primero de ellos sobre la importancia del lenguaje y su comprensión, al cual dedico este artículo y el segundo que espero publicar en mi siguiente entrega, sobre el interés por la ciencia y el conocimiento científico, dada su importancia para el desarrollo futuro de la nación.
Considerado el lenguaje, como el instrumento de comunicación natural entre los seres humanos y herramienta fundamental para la creación de las diversas sociedades y naciones a lo largo de la historia, hoy sabemos que el lenguaje constituye la esencia misma de nuestra condición humana, de nuestra inteligencia y de nuestra capacidad única para sobrevivir en todas Las regiones de la tierra, aún en las condiciones más adversas, así como para lograr la conciencia misma de nuestra propia existencia, al permitirnos recordar nuestro pasado e imaginar nuestros posibles futuros, para llevarnos a su concreción mediante la voluntad, característica también única de la especie humana.
De esta manera el lenguaje constituye también la llave para conocernos a nosotros mismos, para evaluar nuestro propio comportamiento y para desarrollar el pensamiento crítico, que nos permite pensar y dialogar igualmente sobre el futuro de la sociedad de la que formamos parte; sin embargo es aquí donde el lenguaje comienza a constituir un problema para quienes buscan el control de las sociedad, para imponer sus propias “verdades” e intereses. El mejor ejemplo de lo que podemos esperar cuando esto sucede, es el de la Edad Media, iniciada cuando se realizó la primera destrucción de una biblioteca, con la finalidad de impedir el uso y la comprensión del lenguaje escrito por parte del pueblo y limitando después la palabra escrita sólo a aquellos miembros de una élite que conociesen el latín, todo ello para asegurar el control político y religioso de lo que había sido el imperio romano.
“Quien controla el presente controla el pasado, quien controla el pasado controla también el futuro” constituye la tesis central de George Orwell, en su famosa novela 1984 y ciertamente, lo que hoy vemos en los actos del actual gobierno no es otra cosa que el deseo enfermizo de controlar no sólo el presente, sino también el futuro, con el propósito de seguir concentrando la riqueza y los bienes que conforman el patrimonio de México en unas cuantas manos. Para ello, la comprensión del lenguaje por parte de las nuevas generaciones de mexicanos que asisten a la escuela, constituyen un riesgo de encontrarse ante situaciones como la sucedida a Peña Nieto cuando el incidente en la Universidad Iberoamericana dio lugar al Tweet #soy132; por ello es posible poner en duda si el fracaso del sistema educativo para mejorar la comprensión del lenguaje se debe a una política de