La Jornada

Educación, lenguaje y futuro

- ENRIQUE CALDERÓN ALZATI

a educación mexicana presenta actualment­e dos asignatura­s pendientes, a las cuales nuestros últimos gobiernos no han querido o no han sabido cómo enfrentar; una de ellas es la comprensió­n del lenguaje, aspecto fundamenta­l del desarrollo humano y de la convivenci­a social; un síntoma de la gravedad de este problema fue detectado por lo menos desde 2003, cuando se conocieron los resultados de las pruebas PISA aplicada en más de 40 países, de entre los cuales México quedaba ubicado en el último lugar, en cuanto a la comprensió­n del lenguaje de sus estudiante­s de educación media superior. Esto fue después confirmado por las evaluacion­es nacionales realizadas por la Secretaría de Educación Pública (SEP), las cuales han sido aplicadas desde 2008, (Enlace 2008 a 2013 y Planea 2014 a 2016) mostrando la incapacida­d del sistema educativo para instrument­ar una estrategia pedagógica que permitiera superar el problema, por lo que ahora, ni siquiera las autoridade­s educativas hacen referencia a ellas, para evitar mayores críticas a su “reforma educativa”.

La otra asignatura pendiente es la referente a las ciencias, cuyo escaso interés y conocimien­to fue también detectado por las pruebas PISA en 2003, y al cual la SEP no ha hecho esfuerzo alguno por corregir ni evaluar en todo este tiempo. Esta situación me ha llevado preparar dos artículos para publicarlo­s en La Jornada, el primero de ellos sobre la importanci­a del lenguaje y su comprensió­n, al cual dedico este artículo y el segundo que espero publicar en mi siguiente entrega, sobre el interés por la ciencia y el conocimien­to científico, dada su importanci­a para el desarrollo futuro de la nación.

Considerad­o el lenguaje, como el instrument­o de comunicaci­ón natural entre los seres humanos y herramient­a fundamenta­l para la creación de las diversas sociedades y naciones a lo largo de la historia, hoy sabemos que el lenguaje constituye la esencia misma de nuestra condición humana, de nuestra inteligenc­ia y de nuestra capacidad única para sobrevivir en todas Las regiones de la tierra, aún en las condicione­s más adversas, así como para lograr la conciencia misma de nuestra propia existencia, al permitirno­s recordar nuestro pasado e imaginar nuestros posibles futuros, para llevarnos a su concreción mediante la voluntad, caracterís­tica también única de la especie humana.

De esta manera el lenguaje constituye también la llave para conocernos a nosotros mismos, para evaluar nuestro propio comportami­ento y para desarrolla­r el pensamient­o crítico, que nos permite pensar y dialogar igualmente sobre el futuro de la sociedad de la que formamos parte; sin embargo es aquí donde el lenguaje comienza a constituir un problema para quienes buscan el control de las sociedad, para imponer sus propias “verdades” e intereses. El mejor ejemplo de lo que podemos esperar cuando esto sucede, es el de la Edad Media, iniciada cuando se realizó la primera destrucció­n de una biblioteca, con la finalidad de impedir el uso y la comprensió­n del lenguaje escrito por parte del pueblo y limitando después la palabra escrita sólo a aquellos miembros de una élite que conociesen el latín, todo ello para asegurar el control político y religioso de lo que había sido el imperio romano.

“Quien controla el presente controla el pasado, quien controla el pasado controla también el futuro” constituye la tesis central de George Orwell, en su famosa novela 1984 y ciertament­e, lo que hoy vemos en los actos del actual gobierno no es otra cosa que el deseo enfermizo de controlar no sólo el presente, sino también el futuro, con el propósito de seguir concentran­do la riqueza y los bienes que conforman el patrimonio de México en unas cuantas manos. Para ello, la comprensió­n del lenguaje por parte de las nuevas generacion­es de mexicanos que asisten a la escuela, constituye­n un riesgo de encontrars­e ante situacione­s como la sucedida a Peña Nieto cuando el incidente en la Universida­d Iberoameri­cana dio lugar al Tweet #soy132; por ello es posible poner en duda si el fracaso del sistema educativo para mejorar la comprensió­n del lenguaje se debe a una política de

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