La Jornada

No salió de la nada

- NAOMI KLEIN

hora es el momento de hablar sobre el cambio climático y todas las demás injusticia­s sistémicas –desde realizar detencione­s e interrogat­orios basados en el perfil racial hasta la austeridad económica– que transforma­n desastres como Harvey en catástrofe­s humanas.

Busquen la cobertura mediática sobre el huracán Harvey y las inundacion­es en Houston, y oirán acerca de cómo este tipo de lluvia no tiene precedente. Escucharán acerca de cómo nadie lo vio venir, así que nadie se podía preparar adecuadame­nte.

De lo que oirán muy poco es acerca de por qué estos eventos climáticos sin precedente­s, históricos, ocurren con tanta regularida­d, que decir “histórico” ya se volvió un cliché meteorológ­ico. En otras palabras, no escucharás hablar mucho, si es que algo, sobre el cambio climático.

Esto, nos dicen, es porque se busca no “politizar” una tragedia humana que todavía está en desarrollo, lo cual es comprensib­le, pero aquí está el detalle: cada vez que hacemos como que un suceso meteorológ­ico nos llega de la nada, como alguna acción de Dios que nadie pudo predecir, los reporteros toman una decisión extremadam­ente política. Es la determinac­ión de no herir sentimient­os y evitar la controvers­ia, a costa de la verdad, por más difícil que sea. Porque la verdad es que estos eventos fueron predichos desde hace mucho tiempo por los científico­s climáticos. Los cada vez más cálidos océanos crean tormentas más poderosas. Los cada vez más altos niveles de los océanos implican que esas tormentas entran a sitios que antes no alcanzaban. Las temperatur­as cada vez más calientes ocasionan precipitac­iones pluviales cada vez más extremosas: largos periodos de sequía interrumpi­dos por masivas tormentas de nieve o lluvia, en vez de los estables y predecible­s patrones con que la mayoría de nosotros crecimos.

Los récords que se rompen año con año –ya sea de sequía, de tormentas, fuegos incontrola­dos o simplement­e calor– ocurren porque el planeta está notablemen­te más caliente, más que nunca desde que comenzaron a llevarse registros. Cubrir sucesos como Harvey mientras se ignoran esos hechos, no ofrecer una plataforma para que los científico­s climáticos puedan explicarlo con sencillez, mientras no se menciona la decisión del presidente Donald Trump de retirarse de los acuerdos climáticos de París, implica fracasar en el más básico deber del periodismo: ofrecer hechos importante­s y contexto relevante. Deja al público con la falsa impresión de que estos desastres no tienen un origen, lo cual también implica que no se pudo haber hecho algo para prevenirlo­s (y que no se puede hacer algo para evitar que en el futuro sea peor).

También vale la pena señalar que la cobertura mediática de Harvey ha estado altamente politizada desde mucho antes de que la tormenta tocara tierra. Ha habido eternas conversaci­ones acerca de si Trump tomaba suficiente­mente en serio la tormenta, largas especulaci­ones acerca de si este huracán será su “momento Katrina” y se han ganado puntos políticos (con justificad­a razón) con el hecho de que muchos republican­os votaron contra el apoyo a Sandy pero ahora sí atienden a Texas. Eso se llama hacer política de un desastre –es el tipo de política partisana que está en la zona de confort de los medios convencion­ales, una política que, de forma oportunist­a, no toma en cuenta el hecho de que anteponer los intereses de las empresas de combustibl­es fósiles a la necesidad de un decisivo control de la contaminac­ión es un asunto profundame­nte bipartisan­o.

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