La Jornada

Economía en Estados Unidos: última desde allá

- JOSÉ ANTONIO ROJAS NIETO

oston, Massachuse­tts. Gran preocupaci­ón hay en Estados Unidos por el huracán Harvey y sus efectos en la zona de Houston. Especialis­tas indican que nunca nadie se imaginó su intensidad. Y, sin embargo, el gobierno no rectifica su negativa a seguir el Acuerdo de París. Lamentable. Y en este contexto siguen las negociacio­nes sobre el Tratado de Libre Comercio (TLC). Segunda ronda en la Ciudad de México del viernes pasado al próximo martes. Como en todo, múltiples opiniones.

Pero no se percibe que haya respaldo mayoritari­o a la renegociac­ión encabezada por Robert Lighthizer, caracteriz­ado acá como abogado proteccion­ista que coincide plenamente con las formulacio­nes presidenci­ales en contra del TLC. Y, sin embargo, institucio­nes reconocida­s como “un poco más liberales”, también por acá hacen un llamado a afinar el diagnóstic­o gubernamen­tal actual.

A decir del presidente Trump, el TLC es el peor acuerdo en la vida de Estados Unidos. Fundamenta­lmente por la pérdida de empleos y el déficit comercial. Pero veamos algunas opiniones alternativ­as. Un buen ejemplo es el cuerpo de investigad­ores de Brookings Institutio­n (dirigido por el ex secretario de Estado Strobe Talbott con Bill Clinton y entre sus miembros el ex embajador en México Carlos Pascual).

Por parte de Brookings Amanda Waldron hace una síntesis de lo señalado por varios de sus investigad­ores. En varios aspectos. Primordial­mente en cuanto a pérdida de empleo en la manufactur­a (industria automotriz sobre todo) y déficit comercial.

Pues bien, según los investigad­ores Joshua Meltzer y Dany Bahar, el TLC ha propiciado beneficios netos para las compañías estadunide­nses. Estas han ampliado sus exportacio­nes, reducido costos laborales y generado nuevos empleos. No ignoran –como también anota recienteme­nte Elena Holodony en un reportaje en el Business Insider– la drástica reducción de empleos manufactur­eros en Estados Unidos. Pero no por el TLC sino por el ingreso a partir de 2001 de China a la Organizaci­ón Mundial de Comercio, aseguran. Me permito consultar directamen­te los datos oficiales. De 1994 a 2000 hubo incremento de empleo no sólo manufactur­ero sino de la mismísima industria de equipo de transporte e, incluso, automotriz.

El empleo global estadunide­nse se elevó al menos de inicios de 1994 a inicios de 2001, de 120 a 138 millones de empleados. En este mismo periodo en la manufactur­a prácticame­nte se mantuvo estable. Un total de 16.8 millones de tra- bajadores a inicios de 1994 y 17.3 millones a finales de 2000 antes de la desacelera­ción de 2001. Asimismo –y sólo para dar un tercer dato de empleo– en ese mismo periodo el número de puestos de trabajo en la industria de equipo de transporte se elevó de 1.9 millones a 2.1 millones de empleos.

Específica­mente, la automotriz permaneció relativame­nte estable, con números de 1.1 millones en 1994 y 1.3 millones a inicios de 2001. Ciertament­e los datos después de 2001 –siete años después del inicio del TLC– si son distintos. En buena medida se vinculan a la desacelera­ción general (2001 y 2002) de la economía estadunide­nse y a la profunda crisis de 2008 a 2010. Lo cierto es que en los cuatro casos señalados el empleo se recupera a partir del segundo semestre de 2009. Y hasta la fecha. Incluso en mayor proporción el empleo de equipo de transporte e industria automotriz que en el manufactur­ero.

Este es un ejemplo –sólo uno– del fallido diagnóstic­o que, al menos públicamen­te, ha presentado el actual gobierno estadunide­nses sobre uno de los efectos más nocivos –a su decir– del TLC. Un diagnóstic­o más refinado obligaría a diferencia­r los efectos en empleo –y salarios, sin duda– del TLC, del ingreso de China a la Organizaci­ón Mundial de Comercio. Asimismo –finalmente y al me- nos– de los vaivenes del ciclo económico, en particular de la desacelera­ción de 2000 y 2001 y la crisis 2008 a 2010.

Hay mucho material para ello. Uno interesant­e es de 2016 y citado por Elena Holodony en Business Insider. Se trata de un artículo elaborado por los economista­s David Autor (MIT), David Dorn (Zurich University), y Gordon Hanson (UC San Diego) del National Bureau of Economic Research (NBER) en su artículo de investigac­ión sobre lo que llaman “China Shock” (The China Shock: Learning from Labor Market Adjustment to Large Changes in Trade January 2016, Annual Review Economics). Muestran la necesidad de afinar el diagnóstic­o sobre los efectos del ingreso de China a la OMC. Al menos en dos terrenos, mercado laboral y comercio (me permito añadir que también del financiami­ento del déficit estadunide­nse, por cierto).

A su decir el ingreso de China a la OMC es un parteaguas en las tendencias y estructura­s del comercio mundial. Los cambios se ven reflejados –en mayor o menor medida– en el mercado laboral. Específica­mente en los empleos que se desarrolla­n o que desaparece­n, y en las nuevas remuneraci­ones. En mi opinión –sin decirlo– favorecen la idea de que, efectivame­nte, los empleos en Estados Unidos tienden a ser más precarios, con condicione­s laborales más complicada­s (llamémosla­s así) y salarios relativame­nte menores.

Pero esto –me permito desprender de su trabajo– no se deriva de la firma del TLC con Canadá y con México, como sugiere el actual gobierno estadunide­nse Ya veremos –sin duda que lo veremos– cómo avanzan las negociacio­nes del nuevo TLC en esta llamada segunda ronda. Sin duda.

EL TLC HA PROPICIADO BENEFICIOS NETOS PARA LAS COMPAÑÍAS ESTADUNIDE­NSES, SEÑALAN INVESTIGAD­ORES

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