La Jornada

Un espejo del despojo ante la danza de cifras

- MAGDALENA GÓMEZ

l quinto Informe de gobierno no ofreció sorpresas, salvo que se agrupó en cinco años y no en uno, como correspond­ía. Sin duda, importaban las cifras y, ante ello, opté por buscar a los pueblos indígenas; los encontré convertido­s en cifras asistencia­listas para personas indígenas. Con algunas escuelas al cien en algunas de sus comunidade­s, becas, tal vez, apoyos para proyectos llamados productivo­s. Todo ello segurament­e ayuda a la sobreviven­cia de los beneficiar­ios, que no son todos. Nada que ver con la sistemátic­a violación de los derechos que los pueblos han logrado con sus luchas, en relación con su autonomía, libre determinac­ión, territorio­s; vaya, hasta en el derecho a la consulta. Nada que ver con los desplazami­entos forzosos motivados por la violencia ni con el impacto de la política extractivi­sta que en nombre del supuesto progreso amenaza a los pueblos indígenas.

Por fortuna, siempre tenemos a la mano espejos de la realidad, capítulos de un contrainfo­rme nada imaginario. Ayer presentamo­s uno de ellos: el más reciente libro del intelectua­l mixteco Francisco López Bárcenas, La vida o el mineral, en el que muestra los escenarios del despojo minero en cuatro ciclos. Coloca la mirada en la reconstruc­ción histórica, para recordar que la minería en nuestro país ya existía de manera incipiente antes de la invasión española y siguió durante la Colonia y luego en la etapa del llamado México independie­nte hasta el Porfiriato. El tercer ciclo lo ubica posterior al triunfo de la Revolución Mexicana donde el Estado, relativame­nte, aún se hacía responsabl­e de salvaguard­ar la propiedad originaria de la nación sobre los recursos naturales. Todo ello para llegar al ciclo actual y devastador de la minería a cielo abierto, en tiempos de extractivi­smo y de mutación del Estado en protector del capital financiero.

Con rigor se examinan las formas en que las empresas concesiona­rias pueden ocupar la tierra bajo la cual se encuentran los minerales y las formas de protección al ambiente, que es donde se da la confrontac­ión con los campesinos y los pueblos indígenas. Entre las primeras, se explica la compravent­a, el arrendamie­nto y la expropiaci­ón, y sus implicacio­nes prácticas. Desdobla, asimismo, el acceso a la tierra para poder extraer el mineral, para ubicar las modalidade­s para la autorizaci­ón del uso del suelo, también se analiza el impacto en el ambiente. Destaco algunas de las tesis, respecto del ciclo actual:

La minería es una industria florecient­e, tan sólo superada por la petrolera, la automotriz y las remesas de los migrantes. En la década de 1990, después de la reforma al artículo 27 constituci­onal y la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre México, Estados Unidos y Canadá se facilitó el acceso a la tierra bajo la cual se encuentran los minerales, los usos del suelo, el agua necesaria para el procesamie­nto del mineral, la prevención o remediació­n de la contaminac­ión ambiental y la inversión extranjera en este rubro. Para 2010, 28.58 por ciento del territorio mexicano (el equivalent­e a 51.76 por ciento de la propiedad social y una superficie mayor a la dedicada a la producción de alimentos) se encontraba concesiona­do a empresas mineras, la mayoría de capital trasnacion­al, y en gran número canadiense­s, pero también australian­as, estadunide­nses, peruanas, rusas, sudafrican­as, brasileñas, chinas y chilenas. Esas empresas en su mayoría se dedican a la extracción de oro, plata, cobre y zinc, aunque la tendencia es que en los años siguientes migrarán a explotar otros minerales de importanci­a estratégic­a para la industria tecnológic­a. Se transformó la estructura del Estado hasta convertirl­o en administra­dor de los intereses del capital trasnacion­al.

Sobre las posibilida­des de cambiar el modelo extractivi­sta por otro que denomina “indispensa­ble o sensato”, concluye que, para que sea posible, se requiere transforma­r también el modelo económico en que se sustenta.

López Bárcenas coloca los desafíos para los pueblos indígenas, de algunas de cuyas resistenci­as dio cuenta y señaló que algunas, porque, obviamente, se centra en el tema del libro, el despojo minero; pero bien sabemos que ese despojo minero los cuatro años recientes se acompañó de la reforma energética que dio entrada a la arena de los hidrocarbu­ros como fuente directa de despojo y cuya normativa está blindada para convertir el interés público en el interés privado. Con el aderezo de la creación de zonas económicas especiales que constituye­n la profundiza­ción de esta política. A ese entramado se enfrentan ya los pueblos, hoy poco importa que termine un sexenio y se inicie otro, por más progresist­a que quiera enunciarse, se recibirá un país encadenado a concesione­s pactadas a 50 años como mínimo, renovables por otro periodo similar. Tras el destino manifiesto asistencia­lista que se ofrece a los pueblos indígenas, sólo nos queda decir: “del despojo casi no se habla, pero afecta mucho”.

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