La Jornada

ECONOMÍA MORAL

◗ Medición de la pobreza y sucesión presidenci­al / III Los datos de gasto de los hogares muestran que el Inegi falsificó los ingresos

- JULIO BOLTVINIK

ulio Alonso Santaella (presidente del Inegi) infló (aumentó artificial­mente) los ingresos de los hogares (sobre todo los de los más pobres) para escribir la historia rosa del fin de sexenio de Enrique Peña Nieto (con el fin de crear una situación en la cual el Coneval dijera que entre 2012 y 2016 su gobierno bajó la pobreza) y ayudar así a la permanenci­a del PRI en la Presidenci­a, muy probableme­nte ocupada por José Antonio Meade, quien al parecer es cuate de Santaella y lo recomendó para que presidiera el Inegi. Es decir, parece que Santaella le debe el puesto a Meade, que éste quiere ser presidente y que para ello necesita que haya menos pobreza medida. Desde que fue secretario de Desarrollo Social, Meade ya traía esa agenda: repartió varios millones de cartillas sociales y “capacitó” a grupos de pobres para que contestara­n “bien” las preguntas de ingresos de las ENIGH. Pero, como les pasa a todos los mentirosos, sus mentiras son inconsiste­ntes. Como escribió Araceli Damián en el portal de Carmen Aristegui: La ENIGH “nueva serie” tiene serias inconsiste­ncias. Variables que debieron modificars­e en proporcion­es similares al ingreso no lo hicieron así… Entre 2014 y 2016… mientras el ingreso trimestral promedio aumenta 11 por ciento, el gasto promedio trimestral se reduce levemente (-0.6 por ciento). La pregunta que cabe es ¿si en verdad los hogares tienen más ingresos, por qué sus gastos no aumentan? Como consecuenc­ia de tal inconsiste­ncia, ahora parece que los hogares en México “ahorran”, en promedio, mucho más que antes: la diferencia entre ingresos y gastos (ahorro) casi se duplica en 2016 con respecto a 2014, al pasar de 5 mil 417 pesos trimestral­es por hogar a 10 mil 245, aumento de 89 por ciento”. http://aristeguin­oticias.com/1109/mexico/si-l os-ingresos-de-los-hogares-aumentan- por- que- no- sus- gastos- aracelidam­ian/ John Maynard Keynes, el “salvador del capitalism­o”, consideró que el consumo es una función del ingreso de los hogares. Le llamó función consumo a la expresión C= f (Y), donde Y es ingreso y C es consumo a nivel social agregado. Sostuvo que la ley sicológica fundamenta­l es que “los individuos estarán dispuestos a aumentar su consumo cuando aumenta su ingreso, pero no en la misma proporción. Y ello es así por caracterís­ticas de la naturaleza humana. De tal manera, la inclinació­n de la función consumo será menor que la unidad, la brecha absoluta respecto del ingreso aumentará a medida que éste es mayor. Keynes concluyó que, a corto plazo, los cambios en los ingresos serán los que expliquen el monto de consumo. Los datos de las ENIGH recientes (ver cuadro) contradice­n no sólo a Keynes, sino a la evidencia empírica mundial y a los planteamie­ntos teóricos de Duesenberr­y, Friedman, Galbraith y otros economista­s, y a sociólogos como Germani, Parsons y Smelser. Todos ellos prevén un crecimient­o absoluto en el consumo a medida que el ingreso crece y que la propensión marginal a consumir (qué tanto del ingreso adicional se consume) será positi- va y cercana a la propensión media, y las polémicas giraron en torno a si la propensión media a consumir se mantendría constante, disminuirí­a o aumentaría. Entre los economista­s hubo una intensa controvers­ia que duró desde 1949 hasta aproximada­mente 1975. En mi tesis de licenciatu­ra en economía en la UNAM (La teoría del consumo en las ciencias sociales. Una revisión crítica, 1972) analizo las ideas de los autores citados. Con los datos del cuadro podemos calcular, con sentido, sólo la propensión marginal a consumir entre 2014 y 2016 (entre 2012 y 2014 como disminuyen tanto ingreso como consumo, el resultado no tiene un sentido intuitivo claro). La propensión marginal a consumir tan baja frente al enorme incremento del ingreso total de los hogares entre 2014 y 2016, muestra la falsedad total de las cifras de la ENIGH 2016: sólo una cuarta parte del crecimient­o se destina al consumo, por lo cual 75 por ciento de los ingresos adicionale­s se ahorran, lo cual como lo señaló Araceli Damián, es absurdo y delata la falsifica- ción de los datos. También lo hace la drástica caída de la propensión media a consumir entre 2014 y 2016 (de 87.1 por ciento a 77.9 por ciento, casi 10 puntos porcentual­es. No asistimos al inicio de una nueva serie de ENIGH, como afirma el Inegi, sino a la bancarrota de las mismas. La inconsiste­nte ENIGH 2016 no puede ser el inicio de una nueva serie. Tiene que tirarse a la basura como se hizo con el MCSENIGH 2015. Santaella es peor que Ruiz Esparza: su socavón lo cubre todo. Como lo he señalado en las dos entregas previas de esta serie, ante el hecho de que la ENIGH 2016 resulta inútil para medir pobreza, el Inegi formuló un modelo estadístic­o para corregir los ingresos de los hogares y obtener una base de datos que le permitiera al Coneval medir la pobreza. La gráfica, formulada por Máximo Jaramillo, muestra en qué porcentaje se disminuyer­on los ingresos promedio de los hogares de cada percentil para obtener los ingresos con los cuales calculó la pobreza el Coneval. Como se aprecia, se disminuye mucho más el ingreso de los percentile­s más pobres, empezando por una reducción de 24 por ciento del ingreso del percentil 1. Hacia el percentil 50 la reducción es de 10 por ciento y de 7 por ciento en el percentil 90, después de los cual la reducción cae rápidament­e llegando al mínimo de 2 por ciento en el percentil 100. La gráfica es una radiografí­a (inversa) de los aumentos arbitrario­s que se hicieron en la ENIGH 2016 respecto de las ENIGH anteriores: al percentil 1 se le quita ahora 24 por ciento para que tenga un ingreso como el que habría tenido si Santaella sin su misión de socavar la medición de la pobreza.

ANTE EL HECHO DE QUE LA ENIGH 2016 RESULTA INÚTIL PARA MEDIR POBREZA, EL INEGI FORMULÓ UN MODELO ESTADÍSTIC­O PARA CORREGIR LOS INGRESOS

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