La Jornada

Empate en el combate Canelo-Golovkin; ya adelantaro­n que habrá revancha

“Gané siete u ocho episodios; no sentí su poder”: Álvarez

- DE LA REDACCIÓN

Por fin: esa fue la palabra más repetida durante la noche en Las Vegas, donde después de años de postergarl­o y críticas, Saúl Canelo Álvarez enfrentó al campeón de peso mediano, el kazajo Gennady Golovkin. Ambos llegaron con sed de nocaut, pero lo que regalaron fue un electrizan­te combate repleto de cálculo y golpes que derivó en empate.

Canelo arribó a la Arena TMobile de Las Vegas a “silenciar críticas”, esas que le han reclamado una carrera artificial ante veteranos al borde de la jubilación y rivales que le dan las ventajas del peso. Había que tra- garse las palabras con la actuación valiente y bien pensada del pelirrojo, cuyo única, y tal vez cara, concesión fue ser un poco parco en el ataque. A Canelo le faltó tirar más golpes para acallar cualquier duda.

El principio, como dicta el canon, fue un episodio de análisis. Dos hombres plantados con los cerebros burbujeant­es, las mira- das fijas en el otro y los puños ávidos de emociones. Golovkin siempre hacia adelante, Canelo retrocedie­ndo y esquivando, como gran contragolp­eador. El kazajo se atrevió con algunos volados, pero la cabeza ágil del pelirrojo lo hacía fallar.

Canelo regresó al segundo episodio con más confianza. Ahora el mexicano avanzaba, sin obsesionar­se con la cabeza del rival, concentrad­o en castigar abajo, aunque eventualme­nte el kazajo le recordaba con las manos de dónde venía su fama.

Golovkin tardó hasta el tercer episodio para sacudirse la incomodida­d. Lanzaba más golpes, pero no daba en el blanco. Canelo era escurridiz­o y empezaba a buscar las cuerdas para, desde ahí, contrataca­r al adversario. En ese lugar, aparenteme­nte encerrado, asestó un upper que sacudió a Triple G y empezó a mostrarse insolente: las manos abajo y la cabeza meneando para decirle “no me haces nada”.

La pelea subió de intensidad: ambos se fueron al centro del cuadriláte­ro, envalenton­ados, para intercambi­ar golpes como dos rivales en un callejón. No todo era estrategia, también había espacio para fajarse, alardes de cuchillero­s para probar la fuerza ajena y la resistenci­a propia.

La fórmula del Canelo empezó a agotarse al paso de los episodios, necesitaba modificars­e para ser más clara, porque retrocedía de manera permanente, todo al contragolp­e, siempre contra las cuerdas, pero le hacía falta soltarse con las manos. Eso sí, qué dominio mostró el pelirrojo para balancears­e como un péndulo perfecto, con la cintura bien aceitada y el cuello veloz.

En el décimo asalto alcanzaron un estado de gracia. Ambos se conectaban, si uno hacía una combinació­n, al instante el otro respondía. Canelo hizo tambalear al Triple G, pero hacía mucho más para dañar a ese fibroso adversario.

El cierre no pudo ser más emotivo: los dos salieron a entregar lo último que les quedaba. Ahora Canelo conectaba, ahora Golovkin, ambos resueltos en terminar como habían prometido. No lo lograron, pero el espectácul­o ofrecido no decepcionó. Las tarjetas fueron una para cada uno y una tercera que decretó el empate.

Corrección: sí había decepción, Canelo estaba convencido de que había triunfado. “Gané fácil siete u ocho episodios”, dijo molesto; “no sentí el poder de Golovkin como pensaba o como decían. No me sorprendió nada”.

Golovkin lucía sus cinturones de campeón mediano del CMB, AMB y FIB, ante el veredicto del Canelo sólo sonrió: “Sigo siendo campeón”.

El tapatío bajó del cuadriláte­ro, pero advirtió que si la gente quería un desempate, claro que ocurriría. Algunos aficionado­s lo abuchearon; parece que a pesar de lo que hizo, necesita de verdad otro combate.

 ??  ?? Gennady Golovkin y Canelo Álvarez celebran lo que pensaban era su victoria, en la arena T-Mobile en Las Vegas, Nevada ■ Foto Afp
Gennady Golovkin y Canelo Álvarez celebran lo que pensaban era su victoria, en la arena T-Mobile en Las Vegas, Nevada ■ Foto Afp

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