LAS REBANADAS DEL PASTEL
catástrofe en Oaxaca, Chiapas, Morelos, Puebla, estado de México y Guerrero, pero con la misma respuesta ciudadana, con todo y que en esta ocasión, y después de un simulacro matutino, la “alarma sísmica” no funcionó sino hasta bien entrada la sacudida del martes pasado, es decir, no fue preventiva –como debe ser– sino que se convirtió tardíamente en un grito desesperado de sálvese quien pueda en una megalópolis que ha crecido y crece de forma por demás caótica sin que nadie ponga freno. Primero los negocios, y mientras más cochinos, mejor.
La mega ciudad no soporta un edificio más, ni un municipio conurbado adicional, pero a lo largo y ancho de las 16 delegaciones de la Ciudad de México se otorgan todo tipo de permisos –mordida de por medio– para construir, uno tras otro, enormes edificios en zonas habitacionales, de por sí atascadas y complejas, violando así todas las supuestas “normas”, las cuales, por cierto, se modificaron tras el terremoto de 1985 para evitar –según se dijo– “efectos negativos” en subsecuentes terremotos. Y la “autoridad” que lo hizo fue la primera en violarlas.
Para no ir muy lejos, allí está el caso de la delegación Alvaro Obregón, donde Leonel Luna y su banda vendió todo tipo de “autorizaciones” y “permisos” sin importar la carencia de servicios, lo estrecho de las calles, las vialidades de tiempo atrás saturadas, la presencia inmediata de gasolineras o instalaciones de la Comisión Federal Electricidad. Mil departamentos, en tres torres, en una estrechísima calle en la que, cuando bien va, alcanzan a circular de dos en fondo. Y como esta, mil más, aquí y allá. Nadie frenó estos desarrollos –por el contrario, porque las mordidas son muy generosas– y la gran ciudad es verdaderamente caótica, más aún según corre el tiempo. Por favor, ¡que concluya septiembre!