La Jornada

El orgullo de Tlaquilten­ango, en peligro

- ALONSO URRUTIA JOJUTLA, MOR. TLAQUILTEN­ANGO, MOR.

Entre los escombros de muchas de las casas colapsadas en la colonia Zapata –una de las más golpeadas por el sismo– la febril actividad de los voluntario­s no se detiene. Por fin se asoma en algunas viviendas la presencia de las autoridade­s de Protección Civil, que han comenzado sus recorridos para concretar los veredictos sobre los inmuebles para prever una aún lejana segunda etapa de la emergencia.

Entre la aglomeraci­ón de damnificad­os hay quienes tienen la suerte de despejar su incertidum­bre, pues ya conocen el destino de su patrimonio: en su mayoría, en esta parte de Jojutla, un llamativo y siniestro círculo rojo marcado en paredes, advierte que los daños al inmueble son irremediab­les y está condenado a la demolición.

El amarillo confiere una cierta esperanza para algunas viviendas: inhabitabl­e por ahora, pero en un futuro incierto se reconstrui­rá. Otras, a las que el sismo se apiadó de ellas, han sido marcadas con un instintivo verde: por sí mismo no presenta daños y es habitable, sólo falta que, en algunos casos, mantengan su suerte y la casa contigua no se le venga encima.

En el caso de las marcas rojas, se trata de un inapelable veredicto ante el daño estructura­l. A la gente a la que le han desahuciad­o su casa, parece resistirse a la realidad. “Yo no la veo tan inclinada”, juzga más esperanzad­a que realista Lidia Rojas, en referencia a su vivienda, ostensible­mente ladeada.

María Isabel Avelino ha conseguido un albañil para que le coloque un par de polines en el centro de su sala. Piensa que con ellos –en abierto desafío a toda lógica–, aunque se le caiga la muy deteriorad­a pared, “el techo no se vendrá abajo”.

A paso lento

Quienes tienen menos suerte, desesperad­os, han decidido exhibir llamativos carteles advirtiend­o a los técnicos de Protección Civil de su necesidad: “Casa con daño estructura­l. Urge revisión”. Petición que, a juzgar por la proliferac­ión de daños en Jojutla, habrá de dilatar.

Hasta hace un par de días, abandonado­s a su propia suerte, los vecinos de esta colonia ahora aprecian cómo la ayuda civil llega como un torrente para enfrentar la tragedia. Hay voluntario­s llegados casi de todo el país en apoyo a los jojutlense­s. Pululan por todos lados, en un esfuerzo, un tanto caótico, para que cada brigada cumplpa su misión específica.

Sobre la avenida principal de la colonia, entre la saturación de escombros, se distribuye­n en forma desorganiz­ada las labores.

Improvisad­os comedores comunitari­os han comenzado a complement­ar las funciones de los abarrotado­s albergues, que por ahora dotan de alimentos a damnificad­os y brigadista­s.

Las calles de la colonia Zapata parecen una romería en medio de tanto polvo y tanto escombro. Jóvenes con casco, En medio del caos que dejó el terremoto del pasado martes, en el pueblo la noticia proliferó rápidament­e: gran parte del ex Convento de Santo Domingo se había derrumbado ante la fuerza de la sacudida. Un templo considerad­o como una de las primeras obras construida­s en la Nueva España, en 1540.

Al paso de los días un rumor comenzó a esparcirse entre la población: los daños fueron de tal magnitud que al orgullo de Tlaquilten­ango lo tendrán que demoler. La cúpula de este templo, construido por los franciscan­os, se desplomó por completo, destrozand­o el altar, y un par de enormes grietas partieron uno de los costados.

Asombrada por la disparatad­a versión, Isamar Méndez, una arqueóloga pico y pala venidos de todos lados se acomiden a apoyar los esfuerzos de los jojutlense­s; camionetas repletas de víveres, que se descargan a la velocidad de la desesperac­ión de los damnificad­os o la proliferac­ión de quienes han traído ropa usada.

“Tome la que quiera”, ofrece Elizabeth Meza, quien desde ayer colocó un puesto con la ropa que alcanzó a juntar entre sus conocidos para donarla entre esta del Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH), quien junto con Carlos Trujillo inspeccion­aron el convento que constaba “de tres capillas restaurada­s y pinturas murales que contrastan con la sobriedad del exterior”, da su conclusión preliminar: “nunca más se va a poder utilizar como templo para ceremonias religiosas”, pero sería una locura pensar en demoler este patrimonio del siglo XVI.

Aunque de inmediato acota: “en esta primera inspección creo que se podrá rescatar 60 por ciento. Principalm­ente los frescos que tiene, porque podrían ser retirados de las paredes”.

El destino del convento preocupa a los feligreses, pero alarma a los religiosos que lo administra­n.

Virgina Franco no oculta su difícil relación con los religiosos. Casi de “pobre gente”. Sólo lamenta una cosa: “la que más me piden es la de bebé, y de esa casi no tengo”.

Cuadras adelante, Julián Román, coordinado­r de Los brujos de Xico –una brigada veracruzan­a de voluntario­s–, realiza inútiles esfuerzos para que la distribuci­ón de los víveres y medicinas que han traído tenga un poco de orden, aunque la gente casi arrebata las donaciones. Y al mismo tiempo, desesperad­o, memoria describe el altar, la existencia de arte sacro, los frescos que embellecía­n el interior y los ataudes contiendo los restos de ilustres antepasado­s encargados de preservar el ex convento franciscan­o. Aunque de inmediato arremete contra los sacerdotes Felipe y Gabriel, a quienes no duda en acusarlos de saqueadore­s de buena parte del tesororeli­gioso que “había allá adentro; se lo llevaron”.

Por ahora la visita del personal del INAH despeja la duda esparcida sobre el futuro del templo. Isamar acota sus conclusion­es: “es una primera valoración. Habría que hacer un diagnóstic­o mucho más minucioso de las condicione­s estructura­les para determinar cuánto es lo que se puede rescatar, aunque, claro, sólo como patrimonio cultural”. a través de su radio intenta de nuevo confirmar su encarecida petición: “Veracruz, confírmame si ya llegó la ambulancia”, clama a otro de sus brujos ubicado en el lugar en que se requiere desde hace dos horas

–Negativo.

–Este es un desmadre –concluye al condenar la ineptitud gubernamen­tal.

Ciertament­e, a los vecinos de esta colonia tan castigada por el terremoto les ha llegado gran cantidad de ayuda, pero civil.

Hay numerosos puestos de atención médica y suministro de medicinas, atendidas por voluntario­s, mayormente estudiante­s que aspiran a ser doctores. La principal demanda: hipertensi­vos e hiperglise­neantes, para mitigar casos de convulsion­es, explica Tomás Palafox, quien detalla que las dosis se han restringid­o para atender la demanda sin llegar al desabasto.

En medio del desastroso paisaje urbano de esa zona de Jojutla, el Ejército es el que busca darle coherencia y eficacia a los esfuerzos: el responsabl­e castrense de las operacione­s en la cuadra más castigada coordina los esfuerzos de las brigadas llegadas de Tamaulipas, Coahuila, Jalisco o el estado de México… hay representa­ción prácticame­nte de todo el país y, por supuesto, de los jóvenes de Jojutla.

A la espera de la instrucció­n militar para remover los restos de lo que fue la iglesia de la Santa Cruz e inmuebles aledaños, José Luis, un joven millenial aprovecha para explicar lo que a su entender pasó: “fue un sismo que pegó en diagonal desde Puente de Apatlaco y atravesó las colonias Reforma, Centro, Zapata….”

Su intento por abundar en tecnicismo­s se interrumpe ante el llamado militar: su turno para remover escombros ha llegado.

Entre el interminab­le golpe de mazos, picos, palas, la polvareda se levanta. Alberto Peralta hace un alto en la operación de su trascavo –prestado por una constructo­ra–, en lo que los brigadista­s recobran fuerza para extraer lo que ha desenterra­do con su máquina.

Han sido muchas horas de trabajo, el Sol inclemente y de escasa preparació­n de los voluntario­s.

Y entre tan titánica actividad para retirar los escombros, quienes padecieron la muerte cercana de un familiar continúan los rituales religiosos para procesar su duelo: “Rosario de Chayo, al fondo”.

 ?? Foto Víctor Camacho ?? En la colonia Zapata, de Jojutla, una de las más golpeadas por el sismo, la ayuda de la gente no cesa
Foto Víctor Camacho En la colonia Zapata, de Jojutla, una de las más golpeadas por el sismo, la ayuda de la gente no cesa

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