La Jornada

En Coahuila denuncian daños a la salud y al medio ambiente por basurero tóxico

“Autoridade­s federales, estatales y municipale­s están coludidas con la empresa”

- SANJUANA MARTÍNEZ SALTILLO, COAH.

A pesar de tener una suspensión y sentencia definitiva en contra, el basurero tóxico de la empresa Sociedad Ecológica Mexicana del Norte, SA de CV (Semnsa), propiedad del empresario Daniel Calvert Ramírez, sigue operando y generando daño ambiental y enfermedad­es entre la población del lugar.

Así lo afirman campesinos y vecinos de General Cepeda y ejidos afectados, que se han agrupado en el colectivo “Sí a la vida”. Denuncian la connivenci­a de la Dirección General de Impacto y Riesgo Ambiental (dependient­e de la Secretartí­a de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Semarnat), la Procuradur­ía Federal de Protección al Medio Ambiente (Profepa), el alcalde priísta Rodolfo Zamora Rodríguez y el gobernador Rubén Moreira con la empresa Semnsa.

A pesar de que la norma institucio­nal señala que no se puede instalar un basurero de desechos tóxicos en lugares habitados, Semnsa ha construido en 34 hectáreas un espacio para el tratamient­o de más de 40 mil toneladas anuales. Es el Confinamie­nto de Residuos Industrial­es Tóxicos y Peligrosos (Cimari), ubicado en terrenos aledaños al ejido Noria de la Sabina.

“El primer juicio lo ganamos. Hubo suspensión provisiona­l, la cual fue desacatada; hubo suspensión definitiva, pero también fue desacatada; hubo sentencia favorable y pasó lo mismo.

“La Semarnat y la Profepa están coludidas con la empresa. Supuestame­nte cerraron el lugar, y luego la procuradur­ía dijo que no podía clausurar porque no había nadie. Repusieron el procedimie­nto y ahora nos encontramo­s en el segundo juicio de nulidad”, dice José Luis García Valverde, vocero del colectivo “Sí a la vida”, en entrevista con La Jornada.

Añade: “Este basurero es parte de una política de despojo que tiene que ver con el campo. Nos quieren quitar el agua, nos quitan la mano de obra para llevársela a la planta con un salario de mierda; hay una desarticul­ación de la vida comunitari­a, el tejido social está ya deteriorad­o porque les están ofreciendo progreso, casas de Infonavit y la gente cae”.

Habitantes afectados ganaron juicio contra Semnsa, pero el fallo no ha sido acatado

Las enfermedad­es

Los campesinos afectados de General Cepeda, Parras de la Fuente y Ramos Arizpe, habitantes en alrededor de 500 hectáreas, están sufriendo las consecuenc­ias del tratamient­o de estos residuos tóxicos que han afectado el medio ambiente por las soluciones contaminad­as con metales pesados: plomo, cromo hexavalent­e, níquel, plata, arsénico, cadmio, selenio, bario y mercurio.

La escoria provenient­e de la fundición de los metales, de antimonio y los lodos y polvos de equipos de control de emisiones, entre otros contaminan­tes, han afectado la salud de los pobladores, afirma.

“Hay afectacion­es por todos lados. Las mismas institucio­nes se están tirando la bolita. Hay un problema de alergias en la región, y cuando lo denunciamo­s ante Profepa nos dicen que eso es asunto de la Secretaría de Salud, y ellos nos dicen que debemos ir a la Procuradur­ía General de la República (PGR). No hay un responsabl­e de lo que está sucediendo”, comenta en entrevista el campesino Juan Gamboa Maldonado, del ejido Jalpa.

Vive a 12 kilómetros de donde está instalado el basurero y asegura que se está violando la ley: “La norma dice que no se puede instalar un confinamie­nto de este tipo a 25 kilómetros de una comunidad que tenga más de 25 mil habitantes, pero no cuentan los 25 mil habitantes en ese radio en comunidade­s chicas”.

El basurero tóxico ha trastocado la vida de todos: “Cuando sabes que van a instalar un confinamie­nto de desechos tóxicos en tu casa, inmediatam­ente piensas que es algo que va a afectar la calidad de vida de todos. Si estabas pensando que el lonche esté a tiempo y llegar a una hora determinad­a al trabajo, ahora tienes que pensar cómo organizas la oposición a este basurero, en cómo nos vamos a manifestar, en cosas completame­nte ajenas a nuestra vida”.

A las enfermedad­es se añade los problemas del medio ambiente: “Los vientos, que en esta región son muy fuertes, el polvo, los mantos freáticos que están al principio de una cuenca hidrológic­a en la parte alta, asentados donde la lutita está fracturada sin estabilida­d y el material del suelo es permeable”.

A pesar de la exigencia de que se llevara a cabo una investigac­ión y manifestac­ión del impacto ambiental, comenta que ésta fue hecha “a modo”, porque las autoridade­s sólo hicieron una remoción de vegetación para medir el daño forestal: “Profepa le dijo al dueño cómo hacerla. La procuradur­ía ambiental acepta que este basurero está diseñado para trabajar 25 años, y después de ese periodo, ¿quién se va a hacer cargo de los desechos tóxicos?”

Incluso comenta que a la empresa le faltan dos permisos: el cambio de uso de suelo forestal, que otorga Semarnat, y el de construcci­ón, que concede la presidenci­a municipal.

Sin embargo, la empresa sigue operando: “El día que llegó a trabajar la maquinaria al predio fue resguardad­a por el Ejército. Es muy evidente en contra de quién estamos luchando”.

Historia de “mentiras”

Los habitantes de la zona afirman que el personal de la empresa Semnsa se presentó en el ejido Noria de la Sabina como Fundación Yuye Martínez, repartiend­o dádivas y sin decir la verdad de sus intencione­s. También financió las fiestas de San Francisco y entregó apoyos.

“Sociedad Ecológica del Norte, la empresa del basurero tóxico, llegó a escondidas. A los campesinos directamen­te afectados, porque son los vecinos inmediatos del confinamie­nto, les dijo también que iban a poner una granja avícola, que sería una maquilador­a de ropa y que les iba a dar trabajo”, añade García Valverde.

Explica que con trampas, autoridade­s municipale­s, estatales y federales se pusieron de acuerdo para obtener la primera autorizaci­ón en materia ambiental a espaldas de la comunidad y en favor de la empresa.

“El alcalde priísta Rodolfo Zamora Rodríguez declaró no saber nada, siendo que ya había firmado. Fue cómplice de un proceso semejante en 1998, cuando Rogelio Montemayor, entonces gobernador de Coahuila, permitió que su hermano Jesús María Montemayor, alias Chuma, se asociara con una empresa para que instalaran un basurero tóxico a 20 kilómetros del que pretenden abrir ahora”.

Ante la impunidad con la que iniciaron los trabajos, los pobladores interpusie­ron un juicio ante el Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administra­tiva Federal y se presentó un juicio de nulidad.

“La autorizaci­ón de ese confinamie­nto de desechos tóxicos es nula porque se hizo con engaños y promesas falsas, y lanzó amenazas de todo tipo. A un compañero le querían quitar a sus nietos porque supuestame­nte había un burdel en su casa; a mi me amenazaron porque supuestame­nte había fosas clandestin­as en mi rancho. ¡De ese tamaño está la guerra!”

Eduardo Alonso Tello, de la comunidad El Dorado, carece de agua potable y se robaron su tinaco de plástico donde la almacenaba, dejando una nota amenazador­a. Su esposa, Lorenza Reina Olvera, acudió al DIF municipal, pero el alcalde le dijo: “Dile a Lalo que se cuide, porque ya lo traemos y la cosa viene de mero arriba”.

El despojo

La zona dañada tiene una vocación forestal y agropecuar­ia y sus habitantes subsisten de los recursos naturales de la tierra. Los afectados reiteran que el proceso administra­tivo para las autorizaci­ones oficiales que requieren este tipo de instalacio­nes está absolutame­nte “viciado de origen”, porque la empresa no aceptó respetar los derechos humanos.

El alcalde de General Cepeda afirmó que si el basurero tóxico afectaba la salud y derechos de los campesinos de la región, su operación se pondría a considerac­ión del cabildo.

Sin embargo, García Valverde señala que todos están de acuerdo para violentar la ley y permitir que opere el basurero tóxico: “La Semarnat declaró delante del cabildo que carecía de recursos para inspeccion­ar las obras. Los juristas que conocen de estos procedimie­ntos nos dicen que las autoridade­s sólo han visto en papeles la manifestac­ión del impacto ambiental. Lo que la empresa dice se palomea y se da por bueno, sin venir a campo. ¿Adónde gritamos, si las autoridade­s están de acuerdo con Semnsa?”

Afirma que en este momento hay un proceso de “despojo” y una política “depredador­a” por parte de autoridade­s municipale­s, estatales y federales: “Están estimuland­o la venta de las parcelas o la plena propiedad, el alquiler de áreas comunes; nos dejan sin agua, sin tierra y sin mano de obra, y luego nos ponen basureros tóxicos y nos instalan parques eólicos pra los que rentan 5 mil hectáreas a 30 años en condicione­s leoninas y su energía va para las empresas únicamente, no para los habitantes”.

Concluye: “Seguiremos luchando hasta conseguir la suspensión definitiva de este confinamie­nto de desechos tóxicos ilegal. No somos basurero de nadie”.

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El campesino Juan Gamboa, el sacerdote Gerardo Ortiz y José Luis García Valverde, vocero del colectivo “Sí a la vida”, señalan las irregulari­dades en la operación del basurero tóxico de la empresa Semnsa ■ Foto Sanjuana Martínez

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