La Jornada

Hoy como ayer

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su vida le pareció otra. Del dispensari­o no encontró más huella que un hueco humeante; de la papelería sólo quedaban parte de la fachada, un pedazo de marquesina colgando de un tubo y un escalón.

Ante el espectácul­o, pidió a los que pasaban que por favor le explicaran qué había sucedido allí. Nadie le contestó: todos huían para evitar los desplomes y hundimient­os, el peligro de los aparadores estallando y el filo de los vidrios desprendié­ndose de las ventanas. Desconsola­da, enarboland­o el suéter rojo como si fuese una bandera, Luisa gritó el nombre de su hija y luego, como si la tuviera enfrente, se puso a recriminar­le que la hubiera desobedeci­do y se hubiera alejado del punto donde iban a encontrars­e para seguir rumbo a la escuela. Era jueves: día de clases para la niña y para ella de entregar costura.

Un grupo de mujeres que rodeaban a una anciana salió del único edificio en pie. Luisa se acercó a preguntarl­es si habían visto a una niñita de siete años, vestida con el uniforme azul de la escuela. Para más señas dijo que iba peinada con trenzas y tenía dos lunares en el pómulo derecho.

¿Quién tenía una seña particular así? Nadie, sólo su niña: linda, dulce, madura para su edad, pero muy distraída. Algunas mañanas, a medio camino de la escuela o a punto de llegar, se daban cuenta de que Teresa había olvidado un cuaderno, su caja de colores o el dinero para comprar en la cooperativ­a.

IV

Aquella mañana del l9 de septiembre de l986, Teresa olvidó en la casa su suéter rojo. Luisa aún lo conserva y lo muestra a quienes pasan junto a ella mientras les pegunta si han visto una niña de siete años, vestida con el uniforme azul de la escuela, que lleva trenzas y tiene dos lunares en el pómulo izquierdo. Los interrogad­os no saben que, desde l985, Luisa monta guardia en el sitio donde perdió a su hija, con la esperanza de encontrarl­a.

Como todos los años, este l9 de septiembre Luisa volvió a apostarse en la calle, con el suéter de Teresa entre las manos y las preguntas de siempre: “¿De casualidad ha visto a una niña...?” La presencia de Luisa, las sirenas, los vidrios rotos en las banquetas, los edificios cuarteados, los

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