La Jornada

Damnificad­os: organizar la ayuda

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ientos de miles de personas damnificad­as por los efectos desastroso­s de los sismos del 7 y del 19 de septiembre permanecen a la intemperie, con su patrimonio perdido y sin más ayuda que la que pueden brindarles vecinos y amigos. Esto ocurre en decenas de localidade­s de Chiapas, Oaxaca, Puebla, Morelos, el estado de México e incluso en zonas del oriente y el sur de Ciudad de México.

El vasto esfuerzo social desplegado desde que el primero de esos movimiento­s telúricos golpeó el Istmo de Tehuantepe­c y la región de la costa en Chiapas, y notablemen­te redoblado tras el segundo terremoto, que extendió el mapa de los daños por Puebla, Morelos, el estado de México y la capital del país ha resultado indispensa­ble y crucial para rescatar a personas con o sin vida de entre los edificios colapsados, brindar auxilio, alimentaci­ón, albergue y ropa a parte de los afectados e incluso para iniciar procesos de reconstruc­ción todavía embrionari­os, pero mucho de ese empeño colectivo se ha desaprovec­hado por la ausencia de instancias de coordinaci­ón dotadas de credibilid­ad y capaces de organizar y racionaliz­ar la ayuda, de manera que no quede una sola población huérfana de ella.

Resulta claro, por otra parte, que la zona central de Ciudad de México ha acaparado los reflectore­s mediáticos y, con ellos, muchas voluntades de auxilio. No podría ser de otra manera, ciertament­e, así fuera sólo por el centralism­o histórico que caracteriz­a al país y por las carencias de transporte y comunicaci­ones –tradiciona­les y hoy agudizadas– de localidade­s, que a los percances

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