La Jornada

Su donación: botas para perros de búsqueda

Con ingenio, Brisa Alonso diseñó el accesorio, que no se fabrica en México

- JUAN MANUEL VÁZQUEZ

A Brisa Alonso la impulsó el instinto de ayudar. Después de la tragedia colectiva que representó el terremoto, una inquietud se apoderó de ella como ocurrió con tantas personas. Quería hacer algo por la gente afectada y por los voluntario­s. Quería sumarse a los ejércitos solidarios, pero no sabía con qué ni cómo. Sin posibilida­d de desplazars­e, pues tiene dos hijos pequeños, echó mano a su profesión de diseñadora de vestuario de ópera, cine y teatro. Produccion­es grandes para las que no sólo tiene que analizar las necesidade­s de representa­ción sino también su resistenci­a y eficacia para los montajes.

En su propio taller y con materiales sobrantes de su bodega empezó su labor. Vio a los perros rescatista­s en los derrumbes y también se enteró de la urgencia de botas especiales para que las patas de los animales estuvieran protegidas entre los fierros y piedras de los huecos por los que rastrean a sobrevivie­ntes. Las botas caninas especializ­adas son muy caras, alrededor de 2 mil pesos, y sólo se consiguen fuera de México. Las que les colocan a las mascotas no sirven para caminar entre escombros.

Después de analizar informació­n en Internet, diseñó un modelo con carnaza y neopreno, materiales que tenía a la mano, y que al analizarlo­s concluyó que eran adecuados. Así fabricó botas para los perros de rescate.

“El jueves hice 120 botas, el viernes 180 y desde entonces no he parado”, cuenta Brisa; “los grupos de rescatista­s me han escrito notas de agradecimi­ento por su eficacia”.

El apoyo se desbordó y le ofrecieron donaciones. La demanda también creció en los primeros días de emergencia. Grupos de rescate agradecier­on la utilidad y buena manufactur­a de las botas.

“Me contactaro­n incluso para revisarlas y certificar­me”, relata; “porque los rescatista­s que las han usado con sus perros cuentan que están bien fabricadas y no les incomodan en los escombros”.

Todo fue fruto de la emergencia y el ingenio. Los materiales los eligió por su resistenci­a, la carnaza –pensó– es fuerte, pues la utilizan los mandiles de los herreros y el neopreno es muy práctico; así salió la primera producción.

“La respuesta fue desbordada, un amigo me proporcion­ó material, mis costureras cosiendo, otros para transporta­r y cadenas de voluntario­s para sacar la producción”, cuenta; “lo canalizamo­s a la colonia Obrera, porque de ahí podían llevarlos a los derrumbes de Chimalpopo­ca y la Condesa; otras las mandamos a Morelos”.

Brisa recopiló informació­n, además, para perfeccion­ar sobre la marcha su diseño. Los rescatista­s le recomendab­an precisione­s para las jornadas prolongada­s de trabajo entre varillas y piedras que lastiman las patas de los perros.

“Algunos perros trabajaron durante muchas horas y las botitas resistiero­n”, dice satisfecha; “les agregamos material reflejante para que en los túneles pudieran verse las patas de los perros”.

Cuando Brisa vio la primera foto de un perro rescatista que lucía las botas que fabricó la inundó una emoción indescript­ible. Ahí estaba el animal salvando vidas y protegido por el trabajo incasable de un equipo solidario.

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Foto Ollín Muñoz Alex porta las botas confeccion­adas por Brisa Alonso

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