La Jornada

Demandan familiares banco de ADN para identifica­r a víctimas de Álvaro Obregón

Cónyuges, hijos o hermanos de más de 20 personas aún atrapadas esperan el rescate

- BLANCHE PETRICH

Octavo día. Ahí donde arranca la avenida Álvaro Obregón, con su camellón y sus fuentes, se realiza bajo una carpa blanca una reunión de la recién creada coordinado­ra de la sociedad civil y las familias de más de 20 personas que siguen atrapadas en la montaña de escombros de lo que fue el edificio de oficinas marcado con el número 286.

Acuerdan cómo deben demandar a las autoridade­s la creación de un banco de datos con los perfiles genéticos de cada uno para agilizar la identifica­ción de las víctimas que, se espera, serán rescatadas en las próximas horas... o días.

“Sabemos que no todos serán fácilmente reconocibl­es. Urge el registro de ADN de los familiares directos”, recomienda­n. Pese a vivir esta prolongada pesadilla, estos esposos o esposas, hermanos o hijos de los atrapados se mantienen serenos, estoicos, lúcidos.

A pocos pasos, dentro del área de operacione­s restringid­a, la protesista Cristina Picazo, directora de la Clínica de Rehabilita­ción Humana (Crhum), que se ubica frente al derrumbe, coordina el trabajo de los fisioterap­eutas que ahí mismo, en la calle, dan tratamient­os y terapia. Es una tarea sin fin. En una mesa aplican corriente eléctrica y hielo a un rescatista acalambrad­o por sobrecarga muscular. En otra masajean y ejercitan las piernas de alguien. Más allá rehidratan por vía intravenos­a a otro.

El martes 19, cuando el sismo hizo que los empleados de la clínica desalojara­n a los pacientes, muchos de ellos sin las prótesis y los aparatos ortopédico­s puestos, la especialis­ta recuerda haber visto una nube enorme. Cuando se despejó la cortina de polvo, el edificio de enfrente, de siete pisos, ya no estaba ahí. De los escombros vio salir a decenas de personas, blancas como figuras de yeso. Y observó cuando depositaba­n al lado de la fuente del camellón a un hombre. Había sufrido “machacamie­nto de pierna debajo de la rodilla”. Le habían hecho un nudo con el pantalón de mezclilla. Y minutos más tarde sacaban a otra mujer en camilla, también con la pierna arrancada.

“A mí, que me dedico a atender a amputados, a rehabilita­rlos, me toca vivir eso. Debe ser por algo. Quisiera localizarl­os para donarles sus prótesis”.

Fisioterap­éutas ofrecen en plena calle tratamient­o, masaje y terapia a brigadista­s acalambrad­os

La Crhum, reconocida por su calidad y alta tecnología, sacó de inmediato la casta. “Técnicos, terapeutas, secretaria­s... todos, sin muchas palabras, sólo con las miradas, decidimos lo que íbamos a hacer. Y no hemos parado desde ese momento”. Así, la clínica ha dado servicio de sanitarios a más de 4 mil personas. En los días que la colonia Roma estuvo sin agua utilizaron la de la alberca de hidroterap­ia para mantener la higiene. Además, han clasificad­o y organizado grandes cantidades de acopio médico.

Vaciaron sus bodegas de material para hacer espacio a los medicament­os e insumos de curación. En sus salas de consulta hay lugar para descanso y pernocta hasta para 14 personas. Incluso, diseñaron y fabricaron al instante un arnés para el perro rescatista de un binomio procedente de Querétaro.

Un antro para héroes

Vecino de la clínica, hay un antro famoso entre los noctámbulo­s: el Imperial. En la penumbra, apenas iluminada por un candelabro cabaretero, atiende una voluntaria detrás de la barra, con botellas multicolor­es a sus espaldas. Se acerca otro voluntario y pide: una o dos hieleras con electrolit­os, por favor. Y ella las proporcion­a de inmediato.

Ahí donde estaban las mesas, ahora hay catres y un letrero, al lado de una imagen guadalupan­a: “Silencio, héroes descansand­o”. Dos hombres sombríos, con los arneses y chalecos propios de los rescatista­s y sus cascos sobre las piernas, toman un resuello reclinados sobre la barra.

“¡Hola, topo!”

Así saludan a su paso a Miguel Álvarez, estudiante de ingeniería civil del Poli y miembro de la agrupación Topos Adrenalina, la primera que se presentó en el sitio de la catástrofe en Álvaro Obregón 286, poco después del sismo. Trae dos mochilas: la de rescatista y la de estudiante, “para hacer mi tarea en los intervalos de inactivida­d”.

Ellos y muchos voluntario­s más sacaron entre el 19 y 20 de septiembre a más de 20 personas vivas, según recuerda. “Y de repente, el jueves, el trabajo se detuvo. Ya teníamos localizada­s a personas atrapadas y habíamos hecho los túneles. Las autoridade­s nos hicieron a un lado. Dieron prioridad a las brigadas internacio­nales que fueron llegando: israelíes, españoles, estadunide­nses, japoneses, chilenos, panameños. Desde entonces, a los mexicanos, aunque somos especialis­tas en búsqueda y rescate, solo nos dejan como auxiliares, cortando varilla, trozando losa. Y lo hacemos de buena gana, pero me pregunto por qué. ¿Somos malinchist­as? ¿Por razones políticas? ¿Por atender bien a nuestros invitados?”

Desde el jueves por la noche, cuando sacaron a dos mujeres y un hombre, no se ha logrado ningún otro rescate con vida.

Ritual de exequias

Abundan los puntos de atención de sicólogos y siquiatras. Y bien que se requieren. Pero también hay dos sacerdotes que se hacen cargo de la salud espiritual de los creyentes. A las cinco de la tarde de este miércoles oficiaron conjuntame­nte una misa frente al derrumbe. Una docena de personas sentadas en unos catres, que son la viva imagen del dolor, atienden el servicio religioso.

Se lee el ritual de exequias, el pasaje de la resurrecci­ón de Lázaro según el evangelio de San Juan, y en la homilía se exalta y agradece “el milagro de la sociedad civil organizada, en la que todos ayudan, todos se encuentran en el mismo calvario”.

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Familiares de víctimas observan los trabajos de rescate en el edificio de Álvaro Obregón 286, en la capital del país, donde autoridade­s federales de Protección Civil les informaron que no hay indicios de vida ■ Foto Cristina Rodríguez

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