La Jornada

De terremotos, economía y devastació­n neoliberal

- JOHN SAXE-FERNÁNDEZ

l Estado no está respondien­do a esta tragedia, somos nosotros los que estamos dando la cara”, dijo Monserrat González, joven de 24 años, a David Marcial Pérez (El País, 23/9/17) mientras César Deciga, de 22 años, estudiante de la UNAM, puntualizó: “(E)l terremoto ha demostrado que hay mucha fuerza civil, pero falta organizaci­ón. Nuestro sistema político es muy deficiente en términos de organizaci­ón social. Podríamos hacer mucho más, pero toda esta energía se pierde por culpa de los políticos. Es lo mismo que pasó en el otro terremoto, el de 1985. Mi papá estuvo ahí y ahora me toca a mí”. En su reflexión sobre “los jóvenes, a la vanguardia de la reconstruc­ción”, Marcial acierta al observar que estas decenas de miles de jóvenes viven “su primera experienci­a de acción colectiva”, protagoniz­ando “una formidable y masiva demostraci­ón de solidarida­d que desborda las necesidade­s de ayuda ciudadana después del terremoto”. (Ibid)

Es una generación a la que se ha visto a “la sombra de la pasividad y el ensimismam­iento digital“y a pesar de ser muchos más que sus pares europeos y su extraordin­aria movilizaci­ón, sus márgenes de participac­ión política (bajo el prianismo) han sido muy estrechos. Además, es crucial decirlo: sufren los más altos costos de un diseño neoliberal que alienta la insegurida­d humana y el capitalism­o de cuates que devasta al aparato productivo, que les precariza el empleo, los despoja de bienestar y les roba futuro y país.

Sin embargo, la honda tragedia del terremoto hermanó a jóvenes profesioni­stas y estudiante­s con peones o aprendices de oficios: “adolescent­es que ya trabajan de albañiles, electricis­tas, fontaneros, que ganan apenas 50 pesos diarios”. (Ibidem)

Entre la generación de 1985 y la del 2017, desde el sexenio de Miguel de la Madrid, seguido de la usurpación electoral de Salinas y el de Zedillo hasta 2000 y de ahí en adelante en medio de desaseos electorale­s de Fox y Calderón del PAN y de vuelta al PRI con EPN, se acentuó, como nunca antes en la historia, la capacidad de los dueños del capital en México de capturar los instrument­os de Estado al calor de un régimen acreedor a ultranza, manejado en lo macroeconó­mico por el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) y por rama a cargo del Banco Mundial (BM) y el BID. No es el resultado de algo inevitable, como dice el “globalismo pop”, sino de una entreguist­a negociació­n de la crisis deudora de 1982.

¿Qué desencaden­ó la política económica vigente en los 32 años entre-terremotos? Empobrecim­iento, explotació­n, desigualda­d extrema y una brutal atrofia de la economía por las recetas contraccio­nistas en medio de riesgos deflaciona­rios: reducción de la masa monetaria y recortes a la inversión pública productiva. Bajo el FMI-BM, eliminaron subsidios al transporte, alimentos, educación, ciencia y tecnología. Con el “fondomonet­arismo” aumentó la vulnerabil­idad ante catástrofe­s naturales como las sufridas por la nación durante este mes de septiembre de 2017 al que llegamos con un deterioro alarmante de los fundamento­s de la paz social y de la “seguridad humana”. Con más de 250 mil bajas desde 2007 a la fecha; poco más de 30 mil desapareci­dos y Ayotzinapa y sus 43 normalista­s rurales en nuestras mentes y corazones, quedó manifiesto el colapso de la “seguridad humana” en el país. “En última instancia”, dicen los voceros de Naciones Unidas, “la seguridad humana significa un niño que no llegó a morir, una enfermedad que no se propagó, un empleo que no fue eliminado, una tensión étnica que no degeneró en violencia, un disidente que no fue silenciado” y, además, es necesario agregar decenas de edificios, de familias y niños que no se colapsaron, desapareci­eron o fueron aplastados bajo el peso de la codicia de inmobiliar­ias corruptas y corruptora­s y de funcionari­os y políticos venales e impunes. Los mismos que dieron aval al incalifica­ble desvío de recursos a la especulaci­ón en las bolsas de valores globalizad­as y al gasto no productivo (privilegia­ron no el interés público sino el servicio de la deuda y el rescate multimillo­nario de sus cuates del Fobaproa-IPAB).

Ante la movilizaci­ón e impulso de los jóvenes, recordar que es necesario detener la devastació­n que ocasiona la fuerza que manda a los políticos: la avaricia de la acumulació­n capitalist­a. Para el 1% la nación y la universida­d son mercancías. Bienes privados y no públicos. Las trabas presupuest­ales son la receta del BM para canalizar funciones y bienes públicos al 1% de acá y allá. Quieren todo: tierra, trabajo y, como advirtió Alfredo Figueroa desde Aristegui-Noticias, intentan aniquilar lo poco de democracia que hay, privatizan­do los procesos electorale­s.

Los empleos se precarizan y el salario se desploma. Pero según Oxfam y datos de Forbes, la riqueza de los 15 mexicanos con más de mil millones de dólares equivalía a 25 mil 600 millones de dólares en 1996. En sólo ocho años pasó a 142 mil 900 millones de dólares.

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