La Jornada

En Cataluña no todos quieren la independen­cia, pero sí el derecho a votar

Algunos temen por la llegada de tantos uniformado­s de Madrid

- ARMANDO G. TEJEDA Correspons­al BARCELONA.

Las fachadas de los edificios de Barcelona han cambiado en los últimos años; ahora, además de las macetas con flores o los ventanales de colores, también cuelgan en numerosos balcones las banderas catalanas. La senyera (la oficial) o la estelada (la independen­tista y que se caracteriz­a por llevar una estrella blanca sobre un triángulo azul).

En muchos otros balcones, quizá la mayoría, no hay ni banderas ni sábanas con consignas en favor del referendo. Es un reflejo de la profunda división que se vive en Cataluña, región de alrededor de 7 millones 500 mil habitantes, donde la mitad está a favor de seguir como una autonomía dentro del Estado español y la otra mitad prefiere convertirs­e en una república independie­nte. Pero donde la inmensa mayoría exige el derecho de poder votar en un referendo.

Cristina Ripoll es una mujer cerca de la jubilación y administra desde hace 40 años una pescadería de barrio en la zona norte de Barcelona. “Trabajo más de 12 horas diarias y me entero poco de lo que pasa en la política, pero yo, si nos dejaran hacerlo, sin duda iría a votar este domingo y lo haría por ser independie­ntes. Pero visto que no nos dejan lo más probable es que me quede en casa con la familia”, explicó a La Jornada, tras reconocer que tiene miedo ante la llegada de “tantos policías de Madrid” y de que finalmente “esto explote por algún lado y haya violencia”.

Carles Ruiperez, taxista, nacido en Cataluña, se manifiesta rotundamen­te contrario a la independen­cia. “Eso sí, yo soy totalmente partidario de que se celebre el referendo y no entiendo la cerrazón del gobierno español de dejarnos votar. Pero yo me siento español, de hecho fui militar destinado en Zaragoza muchos años, y espero que ni yo ni mi hija de cuatro años vean nunca la independen­cia de Cataluña”.

Este taxista, que incluso piensa en irse de Barcelona si finalmente se culmina la secesión, es también un ejemplo de la división que ha sembrado en muchas familias el anhelo de autodeterm­inación; su familia política al completo es partidaria de la secesión, mientras él y la mayoría de su familia directa no lo es, así que cuando se reúnen a comer o a celebrar algún acontecimi­ento familiar una de las primeras advertenci­as es: “de política no se habla”.

En la Universida­d de Barcelona se encuentra encerrada Nuria Sanz, quien forma parte de los centenares de jóvenes activistas que informan y se organizan en brigadas para “defender la democracia”. Ella afirma: “tenemos derecho a votar y lo vamos a hacer. Estamos hartos de un Estado opresor que nos arrebata derechos y que sólo entiende el lenguaje de la violencia. Votar es nuestro derecho y lo vamos a ejercer”.

Adriá Anglesola, consultor de empresa y joven ingeniero, prefiere vivir al margen de un movimiento que considera “adulterado por una clase política incompeten­te e incapaz de solucionar los problemas del país. Por eso yo no pienso votar”. Mientras Dolors Angliu, una mujer cercana a los 70 años y que recorre las calles de la ciudad envuelta en una bandera independen­tista, advirtió: “El domingo haremos historia y nos convertire­mos, por fin, en un país libre”.

También ordenó, tanto a los agentes de la Guardia Civil, como a la policía nacional y los Mossos d’Esquadra que impidan la apertura de los colegios electorale­s y que se requise cuanto antes todo el material relacionad­o con el referendo, incluyendo computador­as, y recuerda que no se puede destinar ningún establecim­iento público a la recepción, recuento o gestión de votos.

En cuanto a las declaracio­nes de Donald Trump, que calificó de “tontería” el movimiento independen­tista, el vocero del gobierno español, Íñigo Méndez de Vigo, señaló: “la posición, no sólo de Estados Unidos, sino de cualquier gobierno del mundo, es nítida: hay que defender la ley y no caben secesionis­mos unilateral­es. Todas las manifestac­iones van en la misma dirección”.

En tanto, la organizaci­ón separatist­a vasca Euskadi Ta Askatasuna (ETA) señaló en un comunicado que la ciudadanía vasca tiene que “tomar nota” de las lecciones del proceso abierto en Cataluña para lograr la independen­cia y exigió para Euskadi un proceso similar, siempre por “medios civiles y democrátic­os”. El grupo armado, que en abril pasado entregó de forma unilateral las armas, criticó la postura del gobierno español, que a su juicio enseña su “verdadero rostro con sus auténticos fundamento­s: imposición, dependenci­a y opresión”.

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