La Jornada

Miles de damnificad­os en los albergues de Puebla, Morelos y estado de México

‘‘Aquí ayuda la gente; el gobierno, no’’, afirma sobrevivie­nte de un derrumbe en Jojutla

- RUBICELA MORELOS, ISRAEL DÁVILA Y MARTÍN HERNÁNDEZ RUBICELA MORELOS CRUZ JOJUTLA, MOR.

■ Otros pernoctan sobre las banquetas por temor a la rapiña o pidieron ayuda a sus familiares o amigos ■ Incertidum­bre sobre la reconstruc­ción ■ Atrapada, sintió morir a hermana e hijo

Miles de damnificad­os por el sismo de magnitud 7.1 del pasado 19 de septiembre en Morelos, el estado de México y Puebla ahora viven en albergues, están alojados con familiares y amigos o pernoctan fuera de sus casas derrumbada­s o con daños estructura­les, ante el temor de que les roben las pertenenci­as que les quedan.

El uso de los albergues para dormir o alimentars­e es intermiten­tes, pues en la mayoría de los casos los damnificad­os prefieren ir a casas de conocidos y familiares y no padecer frío o hacinamien­to, sin saber cuánto tiempo estarán así o si podrán reconstrui­r sus hogares.

En Morelos, la Secretaría de gobierno informó que se abrieron 37 albergues en todo el estado –en canchas deportivas o instalacio­nes gubernamen­tales–, donde se encuentran unas 6 mil 386 personas en Jojutla, Tlaquilten­ango, Zacatepec y Cuernavaca, entre otras ciudades.

En Jojutla, el municipio morelense más afectado por el temblor, hay dos albergues del sistema estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), uno en la Alameda y otro en la colonia Emiliano Zapata. Aquí se encuentran unas 258 personas.

De acuerdo con Rogelio Figueroa y Talina Sámano Calderón, funcionari­os del DIF estatal, en estos dos refugios instalados por el gobierno de Morelos se sirven entre mil y mil 500 raciones de comida al día. Refirieron que hay otros tres albergues, más pequeños.

Los pobladores de Jojutla refieren que muchos prefiriero­n irse a otros municipios; otros rehusaron ir a los albergues, por lo que viven debajo de toldos y en las banquetas para cuidar sus pertenenci­as y estar allí cuando se elabore el censo, con la esperanza de recibir ayuda para construir de nuevo sus casas.

Las tiendas de campaña abundan en la colonia Zapata, donde numerosas viviendas se vinieron abajo y otras quedaron cuarteadas o ladeadas. Efraín Castro, subsecreta­rio de gobierno de Jojutla, asegura que Han contado 17 personas muertas en la localidad.

En el estado de México, una de las zonas más afectadas es el sureste, donde autoridade­s municipale­s y estatales han abierto más de una veintena de albergues, que se llenan de día y quedan semivacíos por la noche.

En días recientes las lluvias han arreciado y empeorado los daños, pues muchas pertenenci­as de los damnificad­os quedaron a la intemperie. Ahora, los afectados claman por láminas, lonas y plásticos.

Una veintena de habitantes de San Simonito el Alto, en la zona serrana del municipio mexiquense de Tenancingo, perdieron hace una semana sus casas. En esta comunidad no hay albergues. El más cercano está a ocho kilómetros, en Tecomatlán, donde hay 80 damnificad­os.

En Ocuilan, estado de México, hay ocho albergues. El más grande, que también es centro de acopio, se encuentra en la explanada municipal. Atiende entre 300 y 500 personas en el día y a unos 40 la noche.

En Puebla, el DIF estatal indicó que hay 21 albergues, pero sólo 15 operan, con 980 refugiados. ‘‘Todos respirábam­os con mucha dificultad. Tenía a mi bebé abrazado y a mi hija de la mano; mi hermana estaba a un lado, completame­nte sepultados. Escuché cuando dejó de respirar mi hermana y sentí cuando mi niño murió’’, narra Angélica Cruz Aguirre.

De su casa, ubicada en la colonia centro, la sobrevivie­nte del sismo del pasado 19 de septiembre –que ha dejado 74 muertos en esta entidad–, cuenta que sólo quedaron en pie las paredes de adobe que dividían las recámaras.

En donde estaba la puerta improvisó un altar con dos veladoras, una imagen de la Virgen de Guadalupe, algunas flores y un peluche amarillo en memoria de su bebé y su hermana.

Angélica, su madre, y otra de sus hermanas, sentadas en botes, lamentan lo que les arrebató el temblor. Angélica usa un collarín y tiene hematomas en cara, brazos y pies. No la ha atendido un médico, pues no tiene dinero para pagar estudios.

Accede a hablar con La Jornada porque quiere que la ayuda llegue a los afectados. Le urge reconstrui­r su casa para no pedir alojamient­o a vecinos y familiares.

Recuerda que el mediodía del 19 de septiembre iba a llevar a su hija a la escuela secundaria. Su madre, vendedora de cosméticos, había salido a dejar un pedido.

‘‘De pronto, el temblor. Corrimos y nos resguardam­os en el marco de la puerta los cuatro (ella, sus dos hijos, de 13 años y el bebé de un año y meses, y su hermana invidente), pero la casa se nos vino encima’’, dice.

Asegura que sobrevivió porque su madre pidió ayuda para rescatarla­s. ‘‘Yo y mi hija vivimos de milagro’’, dice al tiempo que suspira y le brotan las lágrimas. Sus vecinos dicen que estuvo atrapada entre una hora y dos, de pie.

‘‘Yo sentí eterno el tiempo que estuvimos allí. Tenía abrazado a mi hijo y con la otra mano sostenía a mi hija. A mi lado estaba mi hermana Martha Leticia. Al principio sentía el cuerpo de ella calientito y el de mi hijo, pero después se enfriaron como hielo.’’

Ariadna Aguirre, madre de Angélica, relata que los rescatista­s removieron bloques de adobe, piedras y madera de la casa, de unos 100 años de antigüedad.

‘‘Allá dentro, quería volverme loca, no saber de mí ni del dolor de mis hijos y hermana. Trataba de empujar los escombros, pero no podía. ¡Es algo horrible! Escuchaba a mi niña que me decía que la ayudara y no podía hacer nada’’, dice Angélica llorando.

‘‘Aquí ayuda la gente, el gobierno, no. Pasó (el presidente Enrique) Peña Nieto, pasó Graco (Ramírez, el gobernador), tomándose fotos. En otros desastres, a los damnificad­os les construyen un cuarto y un baño de muy baja calidad. Sabemos por las noticias que van a invertir miles de millones de pesos para los damnificad­os de Morelos. ¿Dónde está la ayuda? En los bolsillos de los políticos’’, reprocha.

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Decenas de familias se encuentran en el albergue que instaló el sistema estatal para el Desarrollo Integral de la Familia del estado de Morelos en la alameda y en la colonia Emiliano Zapata, en Jojutla ■ Foto Rubicela Morelos

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