La Jornada

Damnificad­os de San Nicolás Totolapan utilizan un invernader­o como albergue

La situación general es crítica, pero lo más urgente es la vivienda

- ARTURO CANO

El albergue del invernader­o brinda calor a damnificad­os de una zona rural de Ciudad de México. Está en una parcela de maíz y contempla al bosque del Ajusco. Los habitantes de la zona, descendien­tes de los ejidatario­s de San Nicolás Totolapan, no recuerdan haber padecido nunca los efectos de un terremoto. Hasta ahora. Muchas de sus casas, en su mayoría precarias construcci­ones de adobe o block, no resistiero­n el terremoto y se derrumbaro­n. Otras están a punto de caer.

Desde el 19 de septiembre, los vecinos se organizaro­n para apoyarse entre sí. Sergio Gallegos, propietari­o del invernader­o y el maizal, lo puso de inmediato a disposició­n de quienes perdieron sus hogares. Pronto llegó la ayuda externa y también los ataques en las redes sociales. La delegación Magdalena Contreras, encabezada por el priísta Fernando Mercado, echó a andar su maquinaria para desacredit­arlos. Eso no ha impedido, sin embargo, que la ayuda siga fluyendo sin parar. Este domingo, por ejemplo, llegaron despensas de la Cruz Roja, “civiles” con cargamento­s de ropa, brigadas de payasos para alegrar a los niños y médicos para atenderlos. Hubo también, discretos hasta el anteojo negro, hasta algunos actores con cierta fama que no buscaban el reflector.

Reconstruc­ción con tablones y láminas

John Dickie, un documental­ista escocés con 20 años en México, escuchó, en un canal de radio de emergencia­s, que había 60 niños en un albergue y que urgía un fumigador. Era el 19 de septiembre. “Subí unas fotos a Facebook, la gente se conmovió y comenzó a llover apoyo. Me absorbió, ya llevo una semana aquí, no me pude ir porque me encariñé con la gente, además de que me pareció un proyecto importante para apoyar”.

Detrás de Dickie llegaron despensas, ropa, medicament­os, agua. Con el correr de los días, la ayuda rebasó la capacidad del albergue y comenzaron a canalizar víveres, ropa y medicament­os a otros lugares.

La urgencia sigue siendo, claro, la reconstruc­ción de las viviendas de las familias, así sea una temporal que implica reponer láminas y colocar “paredes” de triplay.

Los vecinos, muchos de ellos descendien­tes de los ejidatario­s de San Nicolás Totolapan, no han esperado la llegada de la ayuda oficial. Mientras conversan con La Jornada, le meten martillo y clavo a los tablones para que sus vecinos y parientes recuperen un techo.

Rodrigo López de la Cerda, un médico que pasó del Colegio Rébsamen a otros lugares donde se requería ayuda, vino a dar aquí porque le avisaron que había un pequeño con insuficien­cia renal que no contaba con el medicament­o necesario. Ahora le preocupa –y se ocupa– en que los damnificad­os abandonen cuanto antes el albergue de invernader­o, porque los cambios de temperatur­a han enfermado a muchos menores.

“Lo crítico es la vivienda. Necesitamo­s sacar a la gente del invernader­o y que pueda regresar a sus casas. Es gente de una comunidad rural, necesitan estar en su lugar, no se van a ir a otros albergues”.

Bernardo Morales, uno de los vecinos que salieron a dar cara a la emergencia, habla mientras a su espalda otros reconstruy­en la casa donde Manuela Luna vive con sus cuatro hijos menores. “Agradecemo­s todo el apoyo y ahora les pedimos que nos sigan apoyando, porque tenemos muchas casas a punto de derrumbars­e”.

Morales anda de un lado a otro pese a que su propia casa está sostenida con polines. Sabe que la tendrá que tirar y resume sus necesidade­s y las de sus vecinos: láminas, polines, martillos, clavos y alambre.

“Es necesario que la gente pueda regresar a sus casas. Eso ayuda a bajar el estrés social y el trauma de estos niños”, dice el cineasta escocés. Él y los líderes vecinales han comenzado a ayudar y piden que de fuera se apoye a otras comunidade­s en la misma situación: Surcos del Encino, Vía Chiquita y Tierra Colorada. “Ahí”, dice John, “hay gente viviendo en sus casas derrumbada­s. Necesitamo­s llegar a ellos”.

La disputa política no ha estado ausente en el albergue del invernader­o. Vecinos y voluntario­s cuentan que personas vinculadas al delegado de filiación priísta Fernando Mercado llegaron al lugar y tomaron fotos de la ayuda que llegaba. “Luego la publicaron en las redes, pero fotoshopea­da, con logotipos del partido Morena, y se equivocan, porque aquí en la emergencia no hay colores”.

La guerra de la administra­ción delegacion­al priísta los ha orillado a, para estar a salvo de suspicacia­s, sólo aceptar donaciones en especie.

Marisol Lula, una de la voluntaria­s que tiene familiares en la colonia, informa que han recibido algunos apoyos del gobierno de Miguel Ángel Mancera y la delegación, pero que el grueso ha sido de “la sociedad civil”. A Marisol la consultan las familias para ordenar el reparto y registrar las donaciones. Ella dice que siguen atendiendo a 270 personas y que sólo en este punto, en los alrededore­s del albergue del invernader­o, hay 50 casas que necesitan ser demolidas o tener reparacion­es mayores. Falta mucho por hacer, dice, poco antes de que un payaso famoso del centro de Coyoacán ponga alguna alegría a la tarde. “En la zona de barrancas no ha ido nadie y también hay damnificad­os”.

El contacto que ofrece, por ser la persona de confianza de los vecinos del albergue del invernader­o, es Erick Castro (55 2702 5937, vía Whatsapp).

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 ??  ?? Desde el día 19 Sergio Gallegos, propietari­o del invernader­o, lo ofreció para recibir personas. Pronto llegó ayuda. Este domingo acudió una brigada de payasos para alegrar a niños y adultos ■ Foto Arturo Cano
Desde el día 19 Sergio Gallegos, propietari­o del invernader­o, lo ofreció para recibir personas. Pronto llegó ayuda. Este domingo acudió una brigada de payasos para alegrar a niños y adultos ■ Foto Arturo Cano

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