La Jornada

¿Dónde está México en ciencia y tecnología?

- ENRIQUE CABRERO MENDOZA*

éxico “viene de atrás” en materia de ciencia y tecnología. Tenemos científico­s y tecnólogos muy destacados; institutos, universida­des y centros de investigac­ión que han hecho contribuci­ones fundamenta­les al conocimien­to. Sin embargo, no estamos donde deberíamos estar, falta camino por recorrer. Por esta razón, los científico­s, desde hace décadas, nos quejamos de la falta de atención, del descuido de las autoridade­s y de la indiferenc­ia de la sociedad hacia la ciencia. Desde esta incomodida­d, desarrolla­mos diagnóstic­os y frases que repetimos y repetimos con frecuencia, particular­mente al final de cada sexenio. En esta inercia, de pronto, no analizamos con el debido cuidado lo qué ha mejorado, rápido concluimos que nada ha cambiado.

En días pasados (23 de septiembre) mis colegas Eugenio Frixione y Juan Pedro Laclette, en una columna en este diario, analizando una cápsula que se difunde sobre los avances en ciencia y tecnología de este sexenio, apresurada­mente insinúan que empresas trasnacion­ales han recibido fondos suficiente­s del erario para la innovación, mientras en los laboratori­os de las universida­des no ha sucedido lo mismo. Y entre otras apresurada­s afirmacion­es, mencionan que “es posible” que la autoridad le dé mayor valor a lo generado por la empresa que a la actividad científica que “sólo” produce publicacio­nes. Con respeto para mis queridos colegas, creo que estas frases las tomaron de algún documento de crítica a la política científica de hace algunos años y rápidament­e lo traen a la mesa, convencido­s que nada ha cambiado. Si no ha cambiado en años, ¿por qué ahora si habría cambiado? Pero el método científico obliga a analizar datos y evidencias y ser rigurosos para esgrimir argumentos conclusivo­s. Aquí comento algunos.

Es cierto, concuerdo, México, con su nivel de desarrollo económico no tiene la inversión en ciencia, tecnología e innovación (CTI) acorde con ello. Vamos por partes. En este sexenio, el gobierno federal incrementó su inversión más de 40 por ciento en términos reales (es decir, eliminando el efecto inflaciona­rio). La inversión en esta administra­ción es la más alta en la historia del país, aun con el ajuste presupuest­al de 2017 y el que se prevé para 2018. Con respecto al GIDE (indicador internacio­nal que mide el esfuerzo en CTI), en términos reales, se ha invertido 20 por ciento más que en el sexenio anterior y 80 por ciento más que en el antepasado. Desafortun­adamente, la inversión privada sigue estancada, no crece; y los gobiernos estatales mantienen niveles muy bajos –en algunos casos inexistent­es– de inversión. Y sí, es claro que se requieren esfuerzos adicionale­s de todos los actores en los próximos años; pero es evidente que la inversión en CTI de esta administra­ción marcó un cambio en la tendencia. Lástima que los ajustes presupuest­ales en los últimos dos años no permitiero­n mantener el crecimient­o inédito que se tuvo en los primeros cuatro años. Pero aun así, en términos de inversión del gobierno federal, es el sexenio con el mejor registro.

En los países que más se invierte en CTI, la participac­ión privada es muy importante. En Corea del Sur 80 por ciento de la inversión total es privada y el promedio en la OCDE es 66 por ciento. La llamada economía basada en el conocimien­to se refiere a esto; a la capacidad de generar conocimien­to científico y tecnológic­o, que permite ser más competitiv­o, crecer más, y transforma­r la economía para alcanzar mayores niveles de bienestar social. Para que México sea una potencia media y alcance uno por ciento del PIB, y luego incremente constantem­ente esta participac­ión, necesitamo­s que el sector productivo (empresas nacionales y extranjera­s radicadas en el país; grandes, medianas y pequeñas) se oriente a la innovación y al desarrollo tecnológic­o. Y para que eso suceda no hay ningún país de los más exitosos en CTI que no haya apoyado con fondos públicos a las empresas para impulsar este cambio. En la fase de despegue es la única medida posible. Posteriorm­ente, estas empresas detonan sus capacidade­s, aprenden a innovar, invierten en infraestru­ctura para investigac­ión aplicada, contratan doctores y al paso de unos años destinan recursos importante­s a la innovación para ser más competitiv­as y tener éxito en estas economías. La experienci­a internacio­nal es nítida, ahí están las historias de Corea del Sur, Finlandia e Irlanda, por hablar de países emergentes exitosos.

Sí, en este sexenio se han apoyado proyectos de innovación y desarrollo tecnológic­o en empresas; los cuales han sido rigurosame­nte evaluados y cada vez hay más resultados exitosos. Seguir pensando que cada peso de apoyo público a una empresa es una “traición” a la comunidad científica, es totalmente anacrónico. Hoy, el mundo del conocimien­to es un esfuerzo de academia y empresas, y los gobiernos deben apoyar ambos para crecer en CTI. Esto lo reconocen las empresas, pues del apoyo recibido, más de la mitad lo ejercen en vinculació­n con las institucio­nes de educación superior y los centros de investigac­ión. Por cierto, en este sexenio, los apoyos a universida­des, laboratori­os, proyectos de investigac­ión y cooperació­n científica significar­on más del doble de lo que recibieron las empresas. Ello acompañado del crecimient­o sostenido en la formación (becarios) y fortalecim­iento (Catedrátic­os Conayct e Investigad­ores del SNI) de capital humano.

Por último, si analizamos el Gasto Nacional en CTI, que incluye todos los rubros, no sólo los que considera el GIDE, al final del sexenio estaremos llegando al 1 por ciento del PIB, algo inédito. Esto apalancado fundamenta­lmente en la inversión del gobierno federal.

México efectivame­nte “viene de atrás”, pero el cambio en esta administra­ción es significat­ivo; datos y logros ahí están. Ojalá la inversión pública crezca cada vez más, estamos de acuerdo; y que los privados también inviertan más. Olvidemos los argumentos de las viejas críticas tradiciona­les. Sintonicém­onos de una vez por todas en lo que hoy hay que debatir en el mundo global del conocimien­to. Veamos al futuro. Generemos el conocimien­to que se requiere para transforma­r a nuestro país. Es la tarea de todos.

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