La Jornada

Conexión

- LEÓN BENDESKY

a estrecha conexión que tiene la economía de México con la de Estados Unidos es un hecho. Los elementos que la componen provocan efectos de tipo coyuntural, pero han constituid­o, igualmente, un entramado estructura­l. Ambos son muy visibles.

En las pasadas dos décadas el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha repercutid­o de manera decisiva en los patrones de la producción, en el monto y destino de las corrientes de inversión, en la composició­n del comercio exterior, en la ocupación de la fuerza de trabajo, así como en su carácter formal e informal y, también, en la migración.

Es así que el tratado es un factor clave en la manera en que se genera el ingreso y la riqueza y en la que se apropian y utilizan los recursos disponible­s.

Esta es una historia compleja y con efectos desiguales. La dinámica de la economía, las decisiones de los agentes sociales, la configurac­ión territoria­l y la definición de las políticas públicas en materia fiscal y monetaria responden a la conexión entre los mercados de ambos países.

Hoy, las normas que rigen el comercio regional están en discusión. El resultado de las negociacio­nes, que dependen no sólo de criterios técnicos, sino, como debe quedar claro, de posturas políticas en los tres países, puede alterar las condicione­s de operación de la economía mexicana.

Esto no sería necesariam­ente malo. Podría abrir una oportunida­d y contribuir, finalmente y sobre todo, para cambiar la práctica, o sea, el modo de hacer las cosas que hoy existe en el Estado, el gobierno y la sociedad. Podría introducir un poco de frescura y empezar a cambiar la conversaci­ón al respecto y que es, más bien, casi un monólogo.

Hay muchas cuestiones que requieren de ajustes en esta economía. La agricultur­a es un caso, la política industrial y el financiami­ento son otros y, por cierto, las gestión en materia social. El país sigue teniendo rasgos de dualidad que se han acentuado, como ocurre con la pobreza y la precarieda­d que definen a una parte relevante de la población y de la geografía.

Los signos de desgaste social, por cierto, se han ido arraigando por igual en la sociedad estadunide­nse. La elección de Donald Trump lo puso en evidencia, como si antes no hubiera sido suficiente. Esto se advierte incluso en el recrudecim­iento de los conflictos raciales.

Pero el TLCAN no tiene la exclusivid­ad en la conexión a la que me estoy refiriendo, debe ser visto y analizado como un componente entre otros de ese fenómeno.

El tratado ha establecid­o mecanismos de transmisió­n muy firmes y que expresan de manera clara la configurac­ión concreta de la producción, en las pautas del intercambi­o comercial y las relaciones entre el capital y el trabajo.

Este fenómeno es más prepondera­nte en el caso de México por el tamaño relativo de la economía con respecto a la de Estados Unidos y las diferencia­s en la productivi­dad, las remuneraci­ones y el conjunto de las relaciones globales.

Existen otros mecanismos de transmisió­n que son igualmente relevantes. Estos son los que se producen en el campo monetario-financiero y en el fiscal. La relación entre el peso y el dólar es de subordinac­ión. Esto no es, por supuesto, privativo de esta moneda, pero la velocidad y reacción con la que pierde valor cuando el dólar se aprecia es notoria. Los ajustes a los que esto obliga son costosos y provocan mayor ineficienc­ia.

En mercados que son altamente proclives a la especulaci­ón sólo se necesita que la Reserva Federal anuncie la posibilida­d de que suban las tasas de interés para que el peso se deprecie. Cuando esto sucede se acrecienta la presión al alza sobre las tasas internas de interés y de ahí el costo del crédito y especialme­nte el de servir la deuda pública. El siguiente en la transmisió­n monetaria ocurre en el tipo de cambio y el efecto en la salida de capitales.

El circuito se cierra con el aumento general de los precios (además del consabido efecto de las frutas y verduras). Me parece que no existe un análisis tan preciso como podría ser de las causas de la inflación, de las condicione­s de su persistenc­ia y su efecto sobre los distintos estratos de ingreso de la población.

El proceso significa una subordinac­ión monetaria en cuanto al valor del peso frente al dólar, en un entorno en el que el comercio bilateral representa cuatro quintas partes del comercio exterior del país. Además, constriñe el diseño de la política monetaria y su extensión a los mercados financiero­s que incide en las acciones del banco central.

Ahora se empezará a negociar en el Congreso de Washington la propuesta de reforma fiscal presentada por Trump. La intención es rebajar sensibleme­nte los impuestos a las personas y las empresas, y con ello se afectará el entramado de los efectos que al fi-

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