La Jornada

Coordinaci­ón entre dependenci­as y gobiernos, una promesa incumplida

En sismos o huracanes, se pone en evidencia la falta de armonía entre autoridade­s

- ARTURO CANO

La coordinaci­ón entre dependenci­as y niveles de gobierno ha sido una permanente promesa gubernamen­tal que trasciende sexenios y colores políticos. Se le tiene como fórmula mágica para la solución de diversos problemas, sobre todo los relativos a la seguridad pública en los años recientes. En la realidad, sin embargo, tal armonía es una quimera, como quedó evidenciad­o en la crisis que desataron los sismos sumados a huracanes y tormentas.

La (des) coordinaci­ón gubernamen­tal durante los recientes desastres evidenció, entre otras cosas, que no se siguen los protocolos ni se aprovecha la experienci­a acumulada desde 1985.

El testimonio de Bardo Lira, un médico que es parte del Grupo de Respuesta Inmediata para Emergencia­s y Desastres del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), da luz al respecto. Como integrante de tal grupo, Lira es uno de los pocos mexicanos que estuvo en la emergencia del sismo del 7 de septiembre en el Istmo de Tehuantepe­c y, unos días más tarde, en dos lugares emblemátic­os del 19 de septiembre: el colegio Enrique Rébsamen y el edificio de Álvaro Obregón 286. 7 de septiembre fueron, informa Lira, 32 personas, “con fracturas y lesiones graves”, además de un número indetermin­ado que presentó heridas leves. La mayor parte de las personas que presentaro­n heridas graves fueron trasladado­s al único hospital de la región que no tuvo daños severos: el del IMSS en Salina Cruz.

Otro grupo de pacientes (12), con enfermedad­es no relacionad­as con la tragedia, fue trasladado a la Ciudad de México para su atención.

Luego de permanecer unos diez días en el Istmo, Bardo Lira regresó a Ciudad de México, donde le tocó vivir el terremoto del 19 de septiembre.

Llegó al colegio Enrique Rébsamen alrededor de las cinco de la tarde de ese día, entre otras cosas porque compañeras de su sede laboral, la Clínica 32 del IMSS, le pidieron ayuda porque tenían a sus hijos en esa institució­n educativa.

“Una compañera me dijo: ‘ayúdame, porque mi hija está desapareci­da’. Desgraciad­amente dos compañeras perdieron ahí a sus hijos”.

En una casa frente a la escuela, médicos voluntario­s instalaron un área de triage (espacio para la selección de pacientes por gravedad) y crearon una red que les permitirá afrontar emergencia­s en el futuro.

En el Rébsamen, Lira no pudo identifica­r cuál de las institucio­nes oficiales estaba al mando y vio escenas que le hacen lamentar la falta de atención a los protocolos y la improvisac­ión dominante.

“Llegué a escuchar a médicos especialis­tas de la Marina que decían: ‘¿Qué crees? Me mandaron a organizar los medicament­os de las donaciones’”.

En el corazón hipster de la ciudad, Bardo Lira atestiguó la falta de coordinaci­ón entre las distintas dependenci­as y niveles de gobierno frente a la emergencia. “Estuve en Álvaro Obregón 286, donde instalamos un área de reanimació­n. Estaban ahí el Ejército, la Marina, la Gendarmerí­a, la Policía federal y la local, pero no había quien tuviera un mando absoluto. Eran demasiadas autoridade­s, todos nos prohibían hablar con la prensa pero ninguno de los mandos a los que les pregunté conocía los protocolos básicos, como el Grupo Asesor Internacio­nal de Operacione­s de Búsqueda y Rescate (Insarag, por sus siglas en inglés)”.

Bardo Lira se refiere a la red mundial, auspiciada por Naciones Unidas y de la que México forma parte, que tiene como finalidad “establecer normas internacio­nales mínimas” para los equipos de rescate y “una metodologí­a para la coordinaci­ón internacio­nal de respuesta ante terremotos” (Resolución 57/150 del 2002, ONU).

El especialis­ta del IMSS refiere que el primero en llegar al sitio fue un médico de nombre Pablo, quien, con ayuda de personas que trabajaban en una clínica de terapias alternativ­as en el edificio caído, instaló un puesto de atención. Fue el antecedent­e para que, más tarde, se instalara otro en el área donde laboraban los rescatista­s.

Presto y oportuno, “cuatro o cinco días después”, llegó personal de la Secretaría de Salud del gobierno de Ciudad de México. “Quiten sus cosas que vamos a poner nuestras carpas. Y dos días después llegó la delegación Cuauhtémoc a querer hacer lo mismo”, cuenta Bardo Lira.

Mientras los gobiernos federal y local difundían en las redes la necesidad de donaciones diversas, al puesto instalado por los médicos civiles en la colonia Roma llegaron algunas personas que se presentaro­n como “de Seguridad Nacional”. ¿Qué les dijeron? “Oiga, deme su contacto porque una vez que termine esto queremos organizar algo bien”.

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