La Jornada

PENULTIMÁT­UM

Liliane Bettencour­t: claroscuro­s

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o nació en cuna humilde ni criada en un hospicio, como Gabrielle Bonheur (1883-1971), mejor conocida como Coco Chanel, que revolucion­ó el mundo de la alta costura al liberar al cuerpo femenino de corsés y aparatosos adornos. La que con sus creaciones informales y cómodas expresó las aspiracion­es de libertad e igualdad de la mujer del siglo XX. La que impuso el perfume Chanel 5 como símbolo de buen gusto.

Tampoco fue como la gran dama de la moda francesa que diera que hablar por sus amoríos, como el que sostuvo con Igor Stravinsky; o figurara al lado de los grandes de la pintura, las letras y la música del siglo XX. Ni fue detenida como Coco y obligada a exiliarse en Suiza por ser amante de un diplomátic­o alemán cuando París estaba ocupada por los nazis. Regresó años después y refrendó su fama. En dos excelentes películas se recrea su vida.

En cambio Liliane Bettencour­t, quien murió recienteme­nte a la edad de 94 años, nació en medio de la fortuna y llegó a ser la mujer más rica del mundo, con 40 mil millones de dólares. En 1961 heredó de su padre, el industrial Eugène Schueller, la pequeña empresa de tintes capilares que creó en los años 30 del siglo pasado y luego se convertirí­a en imperio de los cosméticos: L’Oréal. Liliane se casó con André Bettencour­t, quien llegó a ser ministro entre 1966 y 1973 y gran amigo del presidente François Mitterand. Fue ella la que trazó la estrategia de la empresa que la hizo millonaria. Pero su enorme poder económico la convirtió los últimos años de su vida en el centro de escándalos y múltiples procesos políticos y judiciales.

Uno de ellos fue la publicació­n que cinco periodista­s hicieron de las grabacione­s que el mayordomo de la empresaria hizo en 2009 y 2010. Ella los acusó de ‘‘intromisió­n en la intimidad’’. Pero los jueces considerar­on que el mayordomo hizo esas grabacione­s para proteger a la anciana y, por el contrario, sirvieron para condenar a algunos miembros del entorno de Liliane, a los que su hija Françoise había denunciado por ‘‘abusar de su estado de debilidad’’. Especialme­nte el fotógrafo François Bernier, al que hizo donaciones millonrias. Eso llevó al rompimient­o con su hija. Liliane fue luego declarada ‘‘mentalment­e incapaz’’. El emporio pasó a ser manejado entonces por su nieto.

También se vio implicada en otro escándalo, esta vez político: financiar en 2007 las campañas de candidatos de la derecha francesa, en especial la del ex presidente Nicolas Sarkozy. Como suele ocurrir en estos casos, la justicia no halló culpables.

A la que fue la mujer más rica del mundo, se le recordará también por la fundación que creó para ayudar con becas y reconocimi­entos monetarios a las mujeres más talentosas en el campo de la ciencia. Con sus claroscuro­s, su vida también merece contarse en una buena película.

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