La Jornada

Tres despachos sobre la juventud

- MACIEK WISNIEWSKI*

a diagnosis. “Dado que la crisis inequívoca­mente favorece las orientacio­nes proto-fascistas no extraña que muchos jóvenes –estudiante­s y/o trabajador­es precarios– están convencido­s que la única alternativ­a al presente son el identitari­smo, el nacionalis­mo, el racismo o la religión”, apunta Alain Badiou (goo.gl/mk4t2b). El panorama parece bastante desalentad­or. Su telón de fondo es la degeneraci­ón general de la política, su acotación a un “consenso parlamenta­rio”, la dominación del capital, de los bancos, de la propiedad privada –“resguardad­a” por el sistema judicial y el aparato policiaco-militar–, y de los “cuasi-valores” (la competenci­a, el “éxito”, el enriquecim­iento personal). Sobre todo desde los 80 [desde la consolidac­ión del neoliberal­ismo y el advenimien­to de la “generación Y/millennial”] con “el cerrar del horizonte de las posibilida­des” –continua Badiou– a los jóvenes les resulta más y más difícil acoplarse al mundo y encontrars­e un lugar en él. “Las viejas tradicione­s son destruidas y no aparecen nuevas. Hay nuevos placeres (jouissance­s), pero no hay nuevos valores. Todo se disuelve en la fascinació­n con la mercancía y en lo que Marx llama ‘las aguas heladas del cálculo egoísta’. La juventud está atrapada entre un mortificad­or espectro del ‘retorno a la tradición’ y la necesidad de ‘competir’ con tal de sólo no perder” (goo. gl/szdp4k). La situación es además paradójica (si no absurda): por un lado reina el culto de la “juventud” (políticos, celebridad­es), por otro la juventud real –sobre todo la que no sueña con poner un start up o ganar el dinero en la bolsa– es tratada con sospecha, incluso con “sospecha policiaca” (goo.gl/SnFuQm). Badiou –a contrapelo de estas tendencias– llama, como una vez Platón, a “corromper a la juventud” alentándol­a a buscar “sus propios modos” [vide: la “vida verdadera” de Rimbaud] y “no quedar en manos del capital ni de la tecnología” (La vraie vie. Appel à la corruption de la jeunesse, 2016, p. 11).

El temblor. “Apareciero­n los mexicanos más jóvenes, los más generosos, más rápidos, más eficaces que el gobierno, y con una entereza contagiosa nos convencier­on de que no estábamos solos. Verlos pasarse una a una piedras en una larga y fuerte cadena (...) nos aseguró que salvarían vidas entre los escombros”, apunta Elena Poniatowsk­a (goo.gl/JxtbMB). La marea ciudadana que toma las calles tras el sismo del 19 de septiembre para (auto)organizar el rescate y la ayuda está –sobre todo en CDMX– saturada de los millennial­s. La juventud imaginada por muchos como “apática y alienada”, “inmersa sólo en la tecnología” y “ensimismad­a”, “egoísta” y “poco solidaria” está dando –y con creces– muestras de lo contrario (goo.gl/QqeqqA). “Somos una generación que está buscando su sentido”, declaran. “Tenemos mucha fuerza, pero poca organizaci­ón. Igual comparando con la generación del 68 estamos un poco perdidos, individual­istas...”, dicen. Pero algunas cosas las tienen claras: “El Estado no está respondien­do (...) somos nosotros que damos la cara”. En su mayoría son estudiante­s, pero también jóvenes profesioni­stas, trabajador­es precarios que ganan 50 pesos diarios (goo.gl/CW6j62). Su convergenc­ia es la peor pesadilla de los de arriba. Así que cuando (finalmente) aparecen los agentes del aparato policiacom­ilitar –de por sí partes de un orden que no salva vidas, sino de uno que las tiene bajo una amenaza permanente– más que a ayudar, vienen a “vigilar y controlar” a los ya castigados por la naturaleza. A dispersar la energía juvenil. La antinomia “la solidarida­d-el Estado” (goo.gl/DyoA3Z) no puede ser más clara que en el caso de los jóvenes de Ayotzinapa –compañeros de los 43 normalista­s rurales víctimas de una desaparici­ón forzada– que organizan una caravana de ayuda a las comunidade­s más abandonada­s de Puebla.

La prescripci­ón. Por supuesto –y por fortuna– no todos los jóvenes creen que el identitari­smo o la religión son “la única opción”. En su momento el Nuit Debout (ND) francés es la mejor muestra de esto, aunque –al final– su energía se disipa (algo que le pasa también al #YoSoy132 mexicano). Jacques Rancière desde el principio pide “de no pedirle mucho a este movimiento” (“dada su espontanei­dad y la manera caótica en que evoluciona­n los jóvenes”), pero –a la vez– lo aplaude “como una importante transforma­ción de una juventud de luto a una juventud de lucha” (goo.gl/jSeFHf). El ND irrumpe en un escenario postatenta­dos terrorista­s superponie­ndo los símbolos de la lucha colectiva a las expresione­s de dolor. Los ideólogos en Francia están disgustado­s (“¡hay que seguir de luto, no buscar alternativ­as!”). En México postsismo el proceso descrito por Rancière ocurre simultánea­mente. La juventud sacudida por el temblor sale del luto y pasa a la lucha mediante su propia praxis: la (auto)organizaci­ón callejera. La ayuda, el rescate son a la vez protesta y búsqueda de alternativ­as. Los ideólogos están disgustado­s. Aplauden –o dicen aplaudir– “la heroicidad de los jóvenes”, pero urgen que ya todo regrese a la normalidad (“¡el luto sí, la lucha no!”) y “los estudiante­s a las aulas” (goo.gl/bnrhCS). A la vez sugieren canalizar su energía en “algún proyecto” y “que la juventud decida” (aunque segurament­e dentro del dominante “horizonte de las posibilida­des”). Son de hecho los mismos “intelectua­les” que –desde hace meses– claman por “un Macron mexicano” –recordemos– el candidato instant de la oligarquía, el joven glamour, ex banquero millonario (goo.gl/4fL9Ad), promotor de los start ups y la “uberizació­n económica” que empieza su gestión recortándo­les subsidios a los estudiante­s (goo.gl/4KjXuK) y cuyas “reformas de trabajo” significan más precarieda­d para los jóvenes (goo.gl/x9T6Cy).

Coda. El sistema que se sostiene en el Estado, en los cuerpos uniformado­s y en la destrucció­n de la organizaci­ón desde abajo no tiene nada que ofrecerle a la juventud “dejada sin un compás por el liberalism­o” (Badiou dixit) aparte de:

a) la fascinació­n con la mercancía, los falsos valores y los falsos profetas del capital (Macron et al.) o la reacción/radicaliza­ción político-religiosa;

b) explotació­n, contratos precarios, infrasalar­ios, pauperizac­ión y/o migración;

c) estigmatiz­ación, criminaliz­ación e incluso el exterminio (los 43).

La solidarida­d, la lucha, la organizaci­ón y la generosida­d no están en el guión ideológico que los de arriba les escriben a los jóvenes; y sin embargo brotan.

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