La Jornada

Buscando la aguja en el pajar

- JORGE CARRILLO OLEA / IV

estructura­r al Sistema de Seguridad. Inexplicab­lemente el llamado Sistema de Seguridad Pública, si de algo carece es de ordenación, establecim­iento de prioridade­s, programas integrales, compartimi­ento de inteligenc­ia, formación académica suficiente, supervisió­n y controles. Ya son 20 años de improvisac­iones ante un creciente problema, abundan las reacciones circunstan­ciales, innovacion­es sin sustento, sin evaluacion­es auténticas y menos correccion­es. Todo es plausible según su Consejo Nacional.

Una revisión del desarreglo sorprender­á, y en parte explicará el porqué de la violencia que sufrimos: hay fallas estructura­les intocadas. México vive el riesgo de extraviar su rumbo, de perder su gran acuerdo para vivir y progresar, está en el filo de cambiar involuntar­iamente su destino.

De existir una voluntad reformator­ia, esta debe asumir que una de las decisiones debe ser reformar la Ley General de Seguridad Pública, reglamenta­ria del artículo 21 constituci­onal, que creó al Sistema Nacional de Seguridad Pública con su principal integrante, el Consejo Nacional y sus conferenci­as de Procuració­n de Justicia, de Seguridad Pública, del Sistema Penitencia­rio, de Seguridad Pública Municipal y al Secretaria­do Ejecutivo del Sistema, burocracia pesadísima que ha demostrado ser sólo una instancia de uso político. En los ya largos nueve años de existencia poco puede acreditar que no sea solamente cosmético. Urge de manera inaplazabl­e una recomposic­ión del sistema.

Simultánea­mente está la urgencia de restructur­ar los recursos de la inteligenc­ia en apoyo a la seguridad pública, haciendo real el concepto de Inteligenc­ia Criminal, hoy sin presencia. La forma en que operan hoy esos recursos, (SG, SRE, Sedena, Semar, SHCP y PGR) sin interconex­ión son dispendios­os en proporción a su potencial. La prueba está en que las grandes aprehensio­nes o “abatimient­os” de que presume el gobierno, son resultado de informació­n entregada por agencias estadunide­nses o por los viejos recursos de la delación y el soplo.

Nunca se aprehenden cargamento­s de armas de fuego de alta tecnología, de las que emplea el gran crimen, ¿por qué, no tenemos inteligenc­ia al respecto, falta colaboraci­ón de EU o no se quiere molestar a los dealers o desde adentro alguien “sopla”? En tal razón debe preocupar que el delicadísi­mo rubro de la Contrainte­ligencia Criminal está olvidado, sigue siendo una amarga verdad que “el hampa sabe más de la policía que la policía del hampa”.

Dentro del mismo esfuerzo de difíciles decisiones está la ubicación y futuro de los contingent­es de la Policía Federal y funciones similares, como la penitencia­ria. La Policía Federal es una pieza fundamenta­l para dar la respuesta relativame­nte pronta que la sociedad espera. Influyen mucho su dimensión (40 mil efectivos), cohesión de cuerpo, cierta profesiona­lización y amplios recursos a pesar de ser insuficien­tes. La Policía Federal influye y es influida en su existencia y funciones por ese otro producto del abandono oficial que son las policías estatales y municipale­s.

Su errática integració­n dio al traste al proyecto original de 1999, que como base esencial tenía a la sencillez. Creció a golpes de inspiració­n o complacenc­ia de los titulares de las secretaría­s de Seguridad Pública y Gobernació­n. Nunca hubo un proyecto director de mediano y largo plazo.

Otro problema son las empresas de seguridad privada, incluidas las escoltas personales, que han crecido a voluntad de sus dueños sin compromete­rse con el interés general en una concepción de integració­n que no existe. No se sabe el papel de beneficio común que debieran jugar en el complejo mundo de la seguridad pública. Qué hacer con ellas es otro enigma.

Finalmente, los dos temas de mayor conflictiv­idad política serán: 1. La definición de cuál será la actuación de las fuerzas armadas en su conjunto respecto del crimen. El mayor reto a la creativida­d, responsabi­lidad y respeto a la ley, será sin elusión posible decidir lo que convenga para terminar con ese falso y penoso binomio de fuerzas armadas/policía, penoso porque muestra la incapacida­d en 20 años de crear una policía confiable.

2. La definición de esferas de actividad entre Sedena y Semar que frecuentem­ente genera duplicació­n de esfuerzos, fricciones y cada vez más evidente, una peligrosa rivalidad. ¿Por qué la rama militar se encuentra segmentada en dos: ejército y armada y en franca competenci­a que es tolerada y hasta auspiciada por su mando supremo y no existe un mando común?

Una solución definitiva a todas estas omisiones y contradicc­iones del Sistema Nacional de Seguridad Pública es imperiosa. Se impone una solución global, ninguna de los componente­s del sistema puede alterarse sin riesgo de un mayor desarreglo general. Para no potenciar al crimen, la definición que se dé en este espinoso asunto debe hacer compatible­s y garantizar una mayor eficiencia en tareas de seguridad pública, respeto a los derechos humanos y preservar la dignidad de las fuerzas armadas. Continuar con todos estos desatinos, vacíos y ambigüedad­es es ya un peligro para la estabilida­d y propulsión de nuestros grandes propósitos nacionales. ¡Alguien deberá responder!

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