El Concejo, la vocera y la lucha por la vida
a propuesta del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y del Congreso Nacional Indígena (CNI) de conformar un Concejo Indígena de Gobierno (CIG), que mediante una vocera partícipe de las elecciones presidenciales de 2018, ha ido ganando numerosas adhesiones. Por todo el país –y también en otros lugares del mundo– se van entretejiendo las resistencias y las rebeldías para conformar redes de apoyo al CIG. Se cuentan ya por cientos los eventos en que concejalas y concejales son invitados a compartir su diagnóstico de la “guerra capitalista” y explicar la integralidad de la propuesta. El objetivo de articular a las fuerzas de abajo y a la izquierda, es de decir, a la izquierda anticapitalista, poco a poco se va cumpliendo.
En gran medida, las adhesiones crecen porque el diagnóstico que le da sentido a la propuesta es compartido. En cualquier lugar de México se perciben los saldos de la “guerra capitalista”: más de 100 mil personas asesinadas, más de 30 mil personas desaparecidas, feminicidios, asesinatos de dirigentes comunitarios, de personas migrantes, de periodistas y de defensores de derechos humanos; desplazamientos forzados, fosas clandestinas y un larguísimo y terrible etcétera.
Pero si bien México es hoy uno de los escenarios más sangrientos, el fenómeno no es exclusivo. Basta con mirar la política de muerte en decenas de países de África o Asia, donde por medio de guerras abiertas o encubiertas, reales o virtuales, se elimina a las poblaciones empobrecidas. Suerte similar viven las comunidades migrantes en distintos países de Europa y en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, cada vez son más los reportes científicos que concluyen que el cambio climático y la devastación ambiental tienen origen “antropogénico”, aunque sólo algunos van más allá y abiertamente dicen que se trata del capitalismo. Al respecto, vale destacar las importantes contribuciones de Elmar Altvater y sus reflexiones sobre el “capitaloceno”, o las numerosas reflexiones de Fidel Castro, entre ellas, el discurso pronunciado en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo en junio de 1992.
La política de muerte y destrucción que trae consigo el capital nos pone hoy al borde del abismo. Se trata de elegir entre la vida o el capital, como acertadamente señaló Franz Hinkelammert.
“Humanizar” el capital pintándolo de “verde”, o disfrazándolo de “caritativo” y de “socialmente responsable” no es opción. Proponer un nuevo Estado de Bienestar o Neopopulista es una medida insuficiente. En ambos casos sería algo así como observar la barbarie y esperar a que llegue el turno propio. Por eso los pueblos, barrios, tribus y naciones que integran el CNI proponen, con la dignidad y persistencia que les caracteriza, una lucha en defensa de la vida, la cual es, necesariamente, una lucha contra el capital. No se trata de buenas intenciones, el análisis serio de la dinámica local y global del capital los respalda. Así, en palabras de Carlos González, integrante del CNI, la propuesta “tiene como propósito, inmediato y final, enfrentar la guerra capitalista, y como propósito a largo plazo, desmontar al capitalismo como sistema”.
Sabiendo que el capitalismo es una forma de organización social, el CNI invita también a organizarnos de una forma distinta. No nos prometen que todo estará bien, tampoco nos mienten ofertando soluciones irreales. Nos comparten su diagnóstico, nos dicen que viene lo peor y ante ello, nos invitan a organizarnos para enfrentarlo juntos y juntas. Saben también que esta nueva organización necesariamente pasa por una forma de gobierno diferente. Esta forma de organización y de gobierno muy otra es el concejo, una en la que “un colectivo