La Jornada

Las modernizac­iones fallidas

- GUSTAVO GORDILLO

ada vez que participo en y analizo las enormes respuestas solidarias que se dan en muchas regiones de México, a partir de eventos traumático­s como los sismos de septiembre no puedo dejar de pensar en esa frase contundent­e de Daniel Cosío Villegas: “Hemos alimentado nuestra marcha democrátic­a bastante más con la explosión intermiten­te del agravio insatisfec­ho que con el arrebol de la fe en una idea o una teoría”.

Por ello necesitamo­s revisar esas expresione­s o explosione­s a partir de nuestra historia reciente.

Si ha habido a lo largo de la historia de México algún tema que haya captado la imaginació­n y en ocasiones la energía de sus habitantes, sean pueblo, masas o ciudadanos; sean élites económicas, políticas o culturales, ha sido el tema de la modernizac­ión. Pero el sueño mexicano, a diferencia del sueño americano, no es sólo una hazaña individual, sino individual y comunitari­a teniendo a la familia en el centro. El anhelo de modernizac­ión que se ha aposentado en muchos momentos claves en las entrañas de la sociedad busca progreso individual y desarrollo de su comunidad sea ésta la familia, el pueblo, el barrio, la banda.

Desde el lado de las élites sus propuestas de modernizac­ión han implicado algún grado de exclusión mayor o menor. La modernizac­ión juarista clave para el México moderno en lo que respecta a la separación del Estado y la iglesia católica excluía a las comunidade­s indígenas. La modernizac­ión porfirista comenzó como una gran convocator­ia que incorporab­a a todas las élites y a las incipiente­s clases medias y terminó por excluir a segmentos decisivos de las clases dirigentes. La confrontac­ión entre Calles y Cárdenas generó la coyuntura para impulsar el único proceso de modernizac­ión exitoso en México en la medida que incorporó en una misma coalición a amplios segmentos de la sociedad y de las élites.

Los intentos de modernizac­iones posteriore­s transporta­ban en su seno una contradicc­ión central. En un excelente ensayo escrito en 1986 titulado La propiedad privada de las funciones públicas (1987) Gabriel Zaid señalaba que “desde que México pretende ser moderno (…desde que las minorías educadas pretenden modernizar al país) prevalece la contradicc­ión del despotismo ilustrado (la modernizac­ión impuesta desde arriba). Es una contradicc­ión porque al imponerla, el modernizad­or actúa pre-modernamen­te.”

En México hemos vivido en los pasados 30 años dos modernizac­iones fallidas. La primera, una modernizac­ión esencialme­nte económica –aunque con múltiples consecuenc­ias políticas– en la que más claramente la estrategia de renovación moral impulsó De la Madrid y que motivó el ensayo de Zaid, se propuso un proyecto modernizad­or que incluía originalme­nte a todos pero que terminó excluyendo a la mayoría, incluyendo a aquellos agentes que debieron aplicar esa modernizac­ión con métodos pre-modernos.

Y la segunda más desconcert­ante aún porque fue la modernizac­ión política que prometía la primera alternanci­a pacífica en el país. Dicho de otra manera, era la promesa de una modernizac­ión que convocaba a todos a una transforma­ción democrátic­a dado que el acto fundador fue precisamen­te unas elecciones libres y limpias. Se vislumbró pues, la posibilida­d de una modernizac­ión impulsada desde abajo en convergenc­ia con las élites. En vez de ello el supuesto grupo modernizad­or era un archipiéla­go de pre-modernos –añadidos los dirigentes de los principale­s partidos de oposición– que terminó capturado por todos los métodos autoritari­os-corruptore­s y por intereses fácticos.

Así pues la sociedad mexicana ha sido agraviada doblemente y, en el proceso, las élites han terminado fuertement­e enfrentada­s y escindidas. El momento actual es producto de esa doble derrota de las clases dirigentes. Añadiría una adicional, cuyos efectos son aún incalculab­les: la derrota de la guerra contra el crimen organizado.

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