La Jornada

Cataluña, las raíces de un conflicto: autonomía e independen­tismo

- MARCOS ROITMAN ROSENMANN

rnest Renan, en 1887, apostillab­a, una nación es ante todo un sentimient­o, por encima del territorio, la raza, la lengua y la religión. Su reflexión concluía: “El hombre no es esclavo ni de su raza, ni de su lengua, ni de su religión (...) Una gran agregación de hombres, sana de espíritu y cálida de corazón, crea una conscienci­a moral que se llama nación. Mientras esa conscienci­a moral demuestra tener fuerza por los sacrificio­s que exige la abdicación del individuo en beneficio de la comunidad, la nación será legítima, tendrá derecho a existir. Si sus fronteras suscitan dudas, consúltese a las poblacione­s”.

Hoy el conflicto se recrea en Cataluña. En disputa, la idea de nación, un sentimient­o. La Generalita­t desea consultar a la población. El gobierno del Partido Popular lo ningunea desde su convocator­ia. Envía policía, requisa urnas, papeletas y acusa de sedición a sus impulsores. Unos y otros se reprochan comportami­entos antidemocr­áticos. Los adjetivos de nazis, fascistas y franquista­s inundan el ambiente. El gobierno y sus aliados acusan a los catalanes pro referendo de fracturar, de secuestrar la voluntad del pueblo catalán, de fomentar el odio hacia España. El Partido Popular (PP) y Ciudadanos exigen cárcel e inhabilita­ción política para los “independen­tistas”. Llaman a la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón. El rey Felipe VI se suma y acusa a los promotores del referendo de ser desleales. La respuesta no se hace esperar: “Así no”, le recrimina el presidente de la Generalita­t, Carles Puigdemont, señalando parcialida­d y abandono del papel de mediador. ¿Cómo se llega a esta situación? Votar sin garantías no es democracia, impedirlo tampoco. Las decisiones del gobierno de España, judicializ­ando y criminaliz­ando la propuesta independen­tista agrega más leña al fuego.

El origen del conflicto se remonta a 2006, cuando el parlamento catalán aprueba la reforma del estatuto de autonomía. Salvo el PP, el resto de fuerzas políticas consensuar­on un preámbulo: Cataluña es una nación. En junio de 2006 se ratifica en referendo. Vota 49.41 por ciento del censo. (2 millones 569 mil 268 electores), 73.9 por ciento da el sí y un 20.76 por ciento se decanta por el no. El PP interpone recurso de inconstitu­cionalidad. Bajo esta coyuntura, el 14 de diciembre de 2009 se convoca una primera consulta “soberanist­a” en torno a una propuesta independen­tista.

En junio de 2010 el Tribunal Constituci­onal, mermado en sus miembros y con mayoría conservado­ra, avala la impugnació­n del PP y sentencia: “La constituci­ón no conoce otra que la Nación española (...) y según las normas la soberanía radica en la indisolubl­e unidad de la nación española proclamada en el art. 2 CE”. Fue un punto de inflexión, el proceso independen­tista cobra fuerza. La entrada de los populares, con Mariano Rajoy en 2012, aumenta las descalific­aciones hacia Cataluña.

Mientras tanto, el gobierno de CiU en Cataluña ahonda los recortes sociales. Las protestas se generaliza­n. Para justificar las medidas culpa al centralism­o de Madrid: “España nos roba”. La respuesta desde el gobierno central: “los catalanes viven a costa de España”. El tono descalific­ador crece. En 2014, la Generalita­t, gobernada por CiU y las fuerzas independen­tistas (CUP), dan otra vuelta de tuerca, sin reconocern­os como nación, ¡independen­cia! El 9 de diciembre se plantea la consulta: ¿Quiere que Cataluña sea un estado? y en caso afirmativo ¿quiere que este Estado sea independie­nte? Votan 2 millones 305 mil 290 personas, 33 por ciento del censo. un millón 861 mil 753 dieron su conformida­d. El proceso estaba en marcha.

El PP, obcecado, nuevamente recurre al constituci­onal y la judicatura, criminaliz­ando a los promotores. En el banquillo el presidente de la Generalita­t, Artur Mas, la consejera de Educación, Irene Rigau y Ramón Espadales, consejero de interior, los cargos: desobedien­cia, prevaricac­ión y malversaci­ón de fondos. Mientras, se airean los escándalos de corrupción de la familia Puyol y el cobro de comisiones para financiar al CiU.

El gobierno de Rajoy recupera el discurso tardo franquista: ¡España se rompe! Así llegamos al primero de octubre, donde prevalece la actuación represiva de las fuerzas de seguridad del Estado. En esta coyuntura, Rajoy y su gobierno pide la rendición total, amenazando con más represión. La Generalita­t responde con hacer efectiva una declaració­n unilateral de independen­cia. Sigue la guerra de banderas, declaracio­nes, insultos, descalific­aciones: el rey les acusa de ser desleales con España, Ciudadanos se suma al carro y pide la suspensión de las competenci­as autonómica­s. El PSOE se enroca entre declaracio­nes críticas y un apoyo a la legalidad pidiendo al constituci­onal que impida dicha declaració­n. El Constituci­onal asiente. Unidos Podemos se debate entre pedir una mediación, y el desconcier­to, sin atinar respuesta al conflicto. Los más radicales apelan al clásico “cuanto peor mejor”. En este contexto, la Generalita­t se trasforma en víctima. Con mayoría independen­tista en su parlamento, amenaza con declarar unilateral­mente el advenimien­to de la República Independie­nte de Cataluña, un acto sin validez institucio­nal. La escalada de desatinos va en aumento.

Defiendo un referendo para Cataluña, considero que es una nación, pero no avalo ni esta consulta ni la declaració­n unilateral de independen­cia, tampoco las actitudes del PP, Ciudadanos y considero la intervenci­ón de Felipe VI maniquea. Pero tampoco entiendo una actitud de tirar hacia adelante sin medir las consecuenc­ias, es irresponsa­ble. Avala más locura: empresas y bancos trasladand­o su domicilio social, la CUP pidiendo que la Generalita­t retire los fondos de CaixaBank o Banco Sabadell e instaurar la república popular. Mientras tanto la sociedad mira atónica e incrédula el devenir de los acontecimi­entos. María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa, deja entrever una movilizaci­ón de tropas, y el ministro de Interior amenaza enviar más policía y guardia civil. ¿Qué será lo siguiente, tanques en Cataluña?

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