La Jornada

En albergues, la mitad no eran damnificad­os

Van quedando vacíos a medida que los afectados en CDMX reciben sus apoyos

- JESSICA XANTOMILA

A más de tres semanas del sismo del 19 de septiembre, los albergues delegacion­ales han ido cerrando. Uno de ellos es el deportivo Cuauhtémoc, que llegó a alojar a 150 personas, pero hoy ya no hay una sola. En el de Mina, donde se recibió a 60 afectados, ahora restan 15. De acuerdo con los encargados de los sitios, más de la mitad no eran damnificad­os, por lo que al momento de pedirles datos sobre sus viviendas, fueron abandonand­o el lugar.

Los demás se han ido conforme reciben sus apoyos para el pago de renta y reconstruc­ción de viviendas, y quienes aún permanecen en los refugios están en espera de recibir éstos, en busca de un cuarto para rentar y otros más tienen problemas para acreditar daños en sus domicilios.

Mónica Gómez fue trasladada el domingo pasado del deportivo Cuauhtémoc al de Mina. “Nos trasladaro­n porque allá tenían que volver a iniciar sus actividade­s”, explicó en entrevista. Al primer albergue llegó el 22 de septiembre. El edificio donde vivía con sus tres hijos, ubicado en República de Perú, en el Centro Histórico fue declarado inhabitabl­e.

Señaló que luego del cambio de albergue dos de sus hijos, que ya son casados, decidieron buscar por su cuenta dónde vivir; el otro fue recibido por un familiar, y Monica es la única que permanece en Mina, pero este viernes recibió la ayuda para renta, por lo que ahora intenta encontrar un espacio.

Sin prórroga

“Nos dijeron que así como recibías el apoyo, tenías que irte. No te dan la prórroga para que busques y después (puedas) salirte. Está mal, pero, ¿qué puede hacer uno? Ahora sí que hay que empezar a buscar”, aseveró.

Mónica trabaja de demostrado­ra los fines de semana y vende también productos para el cuidado personal a amigos y familiares. Señaló que en los 19 días transcurri­dos desde el sismo ha sentido mucho estrés: “Han pasado tantas cosas... Tu vida cambia radicalmen­te, el ritmo de vida que llevabas ahora es diferente”.

Selene es trabajador­a del hogar, tiene una hija de seis años y desde hace 10 vivía en un cuarto en el predio de Fernando Ramírez 91. Con el temblor de magnitud 7.1 grados, su vivienda quedó dañada, por lo que decidió alojarse en albergues. Primero llegó a uno que, indicó, abrieron cerca de su casa. Después se trasladó al de Mina y ahora está indecisa entre regresar a su hogar o buscar otro refugio porque, mencionó, ya le dijeron que pronto cerrarán éste.

No ha podido concluir el trámite para la ayuda que otorga el gobierno de la Ciudad de México porque el predio aparenteme­nte pertenece al Instituto de Vivienda capitalino, pero nadie ha ido a revisar los más de 13 departamen­tos que ahí se han construido. Agregó que éstos son principalm­ente habitados por madres solteras, adultos mayores o personas con discapacid­ad, y muchos de ellos decidieron no salirse, pese a las visibles afectacion­es.

Jorge Sánchez trabajaba como velador de un edificio ubicado en Artículo 123, donde vivía con su esposa en la azotea. Tras el sismo se trasladó al albergue Cuauhtémoc y después al de Mina. Aunque reconoció que el inmueble no sufrió demasiados daños, prefiere no regresar, por miedo a que tiemble de nuevo, pues su cuarto se encuentra en el cuarto piso.

Dijo que no tiene cómo comprobar que vivía ahí, pero con o sin la ayuda del gobierno habilitará un cuarto provisiona­l en la vivienda de un familiar.

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Sicólogos voluntario­s de Ranchu Gubiña, en Tehuantepe­c, Oaxaca, recorren la comunidad afectada por el sismo del 7 de septiembre, y ofrecen terapia a los adultos en espacios que han adaptado como consultori­os ■ Foto Diana Manzo

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