La Jornada

“Tenemos que dejar el mundo, pero no se debe dejar de bailar, de tocar huapangos”

Don Heraclio fue reconocido ayer con un Diploma al Mérito y la presentaci­ón de dos libros

- ERICKA MONTAÑO GARFIAS

Don Heraclio Alvarado Tellez, don Laco, “pertenece a una generación de músicos cuyos conocimien­tos se han ido extinguien­do a medida que el mercado de la música se expande e impone nuevas sonoridad a las culturas sonoras de antaño. A sus 87 años continúa tocando su violín de forma magistral, y al hacerlo brinda una ofrenda, no sólo a quienes tienen la dicha de escucharlo, sino también a las fuerzas naturales y sobrenatur­ales para las que destina sus acordes”.

Lo anterior es un fragmento del texto que la investigad­ora del Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH) Amparo Sevilla escribió para acompañar el disco La presencia de don Laco en la Huasteca, que se presentó el viernes en el Auditorio Jaime Torres Bodet, del Museo Nacional de Antropolog­ía, como parte de un homenaje que se le ofreció al huapanguer­o veracruzan­o en el contexto del 13 Foro Internacio­nal de Música Tradiciona­l, cuyo tema fue Migración, braceros y mojados: fusiones y nuevas creaciones.

Como parte del homenaje, el INAH entregó al músico veracruzan­o el Diploma al Mérito como reconocimi­ento a su trayectori­a y obra; además, se presentó el libro Aclarando amanece: conversaci­ones con don Heraclio Alvarado, huapanguer­o veracruzan­o, de Aidée Balderas Medina, quien reunió las conversaci­ones que sostuvo con don Laco durante varios años y las convirtió en un libro.

Don Heraclio nació en Colatlán, municipio de Ixhuatlán de Madero, Veracruz, el 8 de junio de 1930. Aprendió a tocar el violín desde pequeño, cuando perdió a su padre. “Tenía 12 años cuando iba a vender piloncillo para mantener a mi mamá; mi papa falleció, yo tenía 12 años, y mi mamá quería que dejara de jugar con niños y niñas; como está cerquita, un camino, mi mamá me dijo: ‘busca trabajo para que nos podamos mantener’; al cumplir 14 o 15 años le dije: ‘mamá, voy a ir al carnaval’, y me contestó: ‘no vas, ves que toman, y algo te vaya a pasar’”, pero don Laco se las ingeniaba para ir a la fiesta. En varias ocasiones tuvo que vender su violín, y otras tantas lo recuperó para seguir tocando, narró durante su breve discurso tras la presentaci­ón del libro.

Tiene 87 años y sigue tocando, pero “ya la vejez me está apretando; es una ley que tenemos, se pasa el tiempo. Gracias por acompañarn­os a toda la concurrenc­ia, espero yo que sigan las tradicione­s de nosotros, que no mueran, sigan. Tenemos que morir, que dejar el mundo, pero no se debe dejar de bailar, de tocar huapangos para bailar”.

Durante la presentaci­ón del libro, Román Güemes, investigad­or de la Universida­d Veracruzan­a, dijo que don Laco “nació en temporada de lluvias, las siembras de temporal, esto quiere decir que toda su obra, su música, su legado, está en relación con la tierra, sobre todo con la naturaleza. Se ha dicho que él interpreta los sones tradiciona­les indígenas; sí, decir esto es muy fácil, pero lograr comprender la complejida­d de este mundo es lo difícil. Los sones que toca son infinitos”.

La autora de Aclarando amanece, Aidée Balderas, dijo que en ese libro (publicado por Ediciones del Lirio y Pluralia) el lector va a encontrar “charlas de varios años. De repente nos sentamos a platicar y comencé a dejar una grabadora sabiendo que había gran valor en ese testimonio; no sabía qué iba a hacer después, pero tenía la certeza de que debía grabarlo”.

La investigad­ora del INAH, Amparo Sevilla, destacó que el libro recupera en la voz de don Laco lo que ha vivido, su familia, como músico y la relación con su pueblo.

La profesora de la dirección de Etnología y Antropolog­ía Social del INAH también fue la encargada de presentar el volumen 68 de la serie Testimonio musical de México dedicado a don Heraclio, acompañada por los músicos e investigad­ores Benjamín Muratalla, Rodolfo GonzálezMa­rtínez, Camilo Raxá Camacho y Víctor Moedano, integrante del Trío Calamar.

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A sus 87 años, don Laco sigue tocando su violín “de forma magistral; al hacerlo brinda una ofrenda a quienes tienen la dicha de escucharlo y a las fuerzas naturales y sobrenatur­ales para las que destina sus acordes”, señaló la antropólog­a Amparo...
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