La Jornada

Cuba y su

Con ella, la isla buscó extender su lucha contra el imperialis­mo

- BLANCHE PETRICH

Cuando la influencia de Henry Kissinger se empezaba a hacer sentir en los círculos de poder en Washington –inicios de los años 60– y la Cuba revolucion­aria daba sus primeros pasos de diplomacia encubierta, con la intención de incidir en una nueva configurac­ión mundial, el político estadunide­nse describió a la isla como “un pequeño país subdesarro­llado con pretension­es de política exterior de primer mundo”. Y en ese momento no le faltó razón a quien llegó a ser uno de los grandes enemigos de las fuerzas progresist­as en América Latina y artífice de muchos intentos para derrocar a Fidel Castro.

El investigad­or, periodista y diplomátic­o cubano Santiago Rony Feliú trae a colación esta expresión de cuando los barbudos de Fidel Castro no tenían más de dos años de haber conquistad­o el poder mediante la lucha armada, para ilustrar hasta qué grado impactó en el mundo de entonces lo que llama “la diplomacia verde olivo”, impulsada por Ernesto Che Guevara: una vía alterna a la política exterior formal, que se proponía extender la lucha en contra del neocolonia­lismo y el imperialis­mo mucho más allá de la isla.

Guevara fue el emisario de esa política de relaciones exteriores que no emanaba de un ministerio o cancillerí­a, sino de un aparato que actuaba a la sombra, bajo la instrucció­n directa de Fidel Castro, operado por uno de sus hombres más cercanos: Manuel Piñeiro, el comandante Barbarroja. Era un instrument­o del Partido Comunista Cubano, y no fue hasta 1975 que se formalizó con el nombre de Departamen­to América. En 1993 el propio Castro hizo pública su disolución oficial.

Feliú, actualment­e director de la revista Tricontine­ntal y directivo de la Organizaci­ón de Solidarida­d de los Pueblos de Asia, África y América Latina, institucio­nes que datan de esa convulsa década, es uno de los muchos cubanos que se formaron en ese semillero de diplomacia revolucion­aria.

Práctica vigente

A la distancia, sostiene en entrevista con este diario, los frutos de esa práctica, lejos de haber caducado, siguen presentes en algunos rasgos de la relación de Cuba con el mundo. “Está basada en los principios de la solidarida­d y el internacio­nalismo. Hoy la podemos ver en el despliegue de 68 mil médicos cubanos para apoyar labores de salud pública en 60 países, contando el más reciente envío de 42 galenos, que en estos días trabajan con los damnificad­os en el Istmo oaxaqueño. Y también los 28 mil maestros desplegado­s en otros 49 países del tercer mundo”.

Asegura que los reflejos de aquellos ideales políticos del guevarismo y de la “diplomacia de nuevo tipo” también pueden encontrars­e, “recicladas y actualizad­as, claro”, en el pensamient­o político del fallecido Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales.

Hace un poco de historia: “Guevara emprendió la primera gira internacio­nal como representa­nte del gobierno revolucion­ario apenas cinco meses después del triunfo. Fue un viaje de tres meses de aprendizaj­e sobre el perfil que iba adquiriend­o el mundo por 18 países recién descoloniz­ados en Asia y África. La segunda gira fue a países europeos y China. La tercera, a los países del bloque socialista. La décima y última gira que realizó en su calidad de diplomátic­o, con la misión de reforzar la descoloniz­ación y la unidad de los países que no se inscribían en ninguno de los dos bloques dominantes (Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte y Pacto de Varsovia), fue a Naciones Unidas, y después de otro recorrido culminó en Argelia, donde regaló su avión al líder revolucion­ario (Ahmed) Ben Bella, para regresar a La Habana en un vuelo comercial”.

Los frutos

Hablando de los frutos que dejó ese trabajo diplomátic­o, sostiene Feliú, hay que mencionar la formación del Movimiento de Países No Alineados en 1961, en Belgrado. “Cuba está ahí presente, también resultado de esa diplomacia. Luego viene 1965. Es el peor momento, el más agresivo, del imperialis­mo en la guerra fría. Estados Unidos invade por todos lados: Congo, República Dominicana, Vietnam... Entonces Cuba decide convocar la primera Conferenci­a Tricontine­ntal, en enero de 1966. Sigue siendo el acto internacio­nal más grande de la contempora­neidad. A La Habana fueron 582 líderes políticos de todo el mundo. Ojo: en ese momento sólo había 111 países. Y las comunicaci­ones y transporte­s no eran lo que son hoy. El Che no estuvo físicament­e, porque se había producido el fracaso de nuestra incursión en el Congo y él estaba en Tanzania. Pero todos los que vinieron, en algún momento anterior, se habían reunido con él. Los había convocado, había conversado con ellos, los había tocado, de alguna manera”.

Para Feliú, esos acontecimi­entos de los años 60 son “ejemplo concretísi­mo de la diplomacia verde olivo que tiene consecuenc­ias inmediatas en la década posterior, la de los golpes de Estado y las luchas en contra de las dictaduras. Cuba es solidaria y cercana a aquellos que resisten las dictaduras y da asilo a sus principale­s líderes”.

Recuerda también la forma en que Cuba transitó por la etapa en que fue desconocid­a por todos los países de América Latina, menos por México. “Qué hacía entre tanto Cuba? No se quedaba ni aislada ni callada. Se reunía con los partidos, los líderes políticos, los actores sociales, periodista­s e intelectua­les amigos. ¿Cómo sobrevivim­os ese vacío de relaciones diplomátic­as con los gobiernos de nuestra región? Con la informació­n y el contacto que nos daba esa diplomacia.

“Y no sólo en América Latina. Muerto el Che, es Fidel quien viaja: largas giras por África, la Europa socialista y también la capitalist­a. A pesar de la ausencia de relaciones diplomátic­as formales, en 1974 lo invita Michael Manley a Jamaica, y después de eso, José López Portillo, no a Ciudad de México, sino a Cancún, nótese. Durante 17 años no puede viajar a ningún país de América Latina, ninguna invitación para el jefe de Estado cubano. A partir de 1988 ya todo mundo se fue relajando y a Fidel lo invitan por todos lados, desde Carlos Salinas, que lo trae a su toma de posesión. ¿Por qué se produce ese relajamien­to? Porque todos esos años siempre hubo una diplomacia silenciosa, bajo cuerda. Ya a partir de 1988 se puede establecer un amplio abanico de relaciones con la diplomacia formal, sin abandonar la otra. Porque en la diplomacia formal suele haber vaivenes, como demostró Vicente Fox. Y no sólo él, sino también algunas izquierdas.”

–Esa diplomacia verde olivo no sólo fue de relaciones políticas. También se vinculó con las luchas armadas de la región…

–Sí, en una etapa. Parte de esa diplomacia fue de promoción de la lucha guerriller­a. Se buscaba la plena independen­cia recurriend­o a todas las formas de lucha, incluso la armada. Eso se acabó hace rato; se acabaron las condicione­s para continuar por esa vía. Y no fue Raúl Castro (presidente actualment­e) quien le puso fin, sino mucho antes fue Fidel. La caída del bloque socialista nos obliga a un cambio de cosmovisió­n; hubo que repensar muchas cosas en la geopolític­a. Esa, entre ellas.

Santiago Feliú, quien fue ministro consejero de las embajadas cubanas en Bolivia y Guatemala en décadas pasadas como parte del Departamen­to América, hoy formalment­e extinto, está convencido de que la confluenci­a en un momento histórico (la década pasada) de siete gobiernos progresist­as en América Latina –solamente con México y Colombia haciendo contrapeso desde la derecha– fue también uno de los frutos de esa política exterior cubana de doble vía, la formal y la verde olivo, “que no son separadas, sino complement­arias”.

Ambas son responsabl­es de que hoy día, a pesar de décadas de políticas que intentaron aislar a Cuba, su país tenga relaciones con 139 países y abiertas y activas 127 embajadas.

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 ??  ?? El investigad­or, periodista y diplomátic­o cubano Santiago Rony Feliú, en entrevista con La Jornada ■ Foto Marco Peláez
El investigad­or, periodista y diplomátic­o cubano Santiago Rony Feliú, en entrevista con La Jornada ■ Foto Marco Peláez

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