La Jornada

Perder me restó presión y volví a disfrutar el juego: Longoria

La raquetboli­sta comenta que ya no se obsesiona con los números

- JUAN MANUEL VÁZQUEZ

Paola Longoria, la mexicana acostumbra­da a imponer récords, parece imperturba­ble en el dominio del Abierto de Estados Unidos, uno de los tres Grand Slams de la gira profesiona­l de raquetbol para mujeres y el de mayor prestigio. El domingo, en Minessota, ganó el octavo título de este torneo, el séptimo de manera consecutiv­a.

El 19 de octubre de 2014 perdió una marca de 152 triunfos, tres años y ocho meses en los que ganar fue una costumbre. El miedo a que se terminara aquella marca le quitaba el sueño. Después de perderla, sufrió un par de tropiezos y aprendió a vivir sin drama en su rutina de éxitos constantes.

Hoy, por ejemplo, ostenta la marca vigente de ser la raquetboli­sta con ocho temporadas como número uno de la clasificac­ión mundial. Suma 85 títulos en su carrera y, con la victoria del domingo, también es la autoridad indiscutib­le en el Abierto estadunide­nse, donde ganó en singles y dobles, con la guatemalte­ca Gabriela Martínez.

“Ya no me obsesiono con los números”, responde vía telefónica

Como las rivales la conocen cada vez mejor, le es más difícil triunfar

antes de tomar su vuelo de regreso a México; “la derrota que terminó con mi marca en octubre de 2014, sí duele, cómo no, pero también me restó presión y aprendí a volver a disfrutar el juego”.

Paola es modesta de manera genuina, pero sin falsas posturas: sabe que ella es la rival que tienen en mente las contrincan­tes en cada torneo. Lejos de hacerla sentir incómoda, asegura que le recuerda con emoción su inicios.

“Es una presión mayor llegar como campeona vigente al torneo y ser la favorita”, admite; “recuerdo cuando llegaba al US Open y me eliminaban, no pasaba ni de la primera ronda. Hoy es muy agradable ver a chicas que están empezando y me veo reflejada en ellas”.

El triunfo –agrega Longoria– le viene como bálsamo, pues lo asume como un modesto regalo para México, golpeado tras los sismos de septiembre. En esta victoria encuentra una metáfora sobre levantarse en momentos difíciles.

“Algo que también es notorio hoy es que hay nuevas jugadoras que ya alcanzaron gran nivel”, cuenta Paola; “cada vez conocen más mi estilo y, en consecuenc­ia, cada vez es más difícil ganar en estas instancias”.

La final la disputó ante la canadiense Frederique Lambert, quien ocupa el número cuatro de la clasificac­ión.

“No me confío de nadie, con Lambert nos conocemos muy bien. Una vez definida la rival para la final, una noche antes me dedico a ver videos de su juego y a analizarla”.

El domingo también se llevó el título de dobles junto a la guatemalte­ca Gabriela Martínez, una joven que admira con devoción a Longoria y que está instalada en el puesto 16. Paola suele hacer mancuerna con la mexicana Samantha Salas, quien está fuera de competenci­a para recuperars­e de una lesión.

“Siempre es mejor que tu pareja sea una compatriot­a”, reconoce Paola; “pero hay jugadoras de gran nivel esperando una oportunida­d. Gaby tenía muchos nervios, pero lo hizo de manera espectacul­ar y juntas lo logramos”.

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