La Jornada

Cataluña y la fractura de España

- ALEJANDRO NADAL

l Fondo Monetario Internacio­nal y su máquina de relaciones públicas en la prensa internacio­nal de negocios alaban hoy la recuperaci­ón de la economía española. Presentan la tasa de crecimient­o del PIB para este y los pasados dos años como prueba de que sus políticas de austeridad y “responsabi­lidad financiera” sí funcionan. Pero tantos elogios a la gestión económica del gobierno central del reino de España no pueden maquillar las cicatrices que dejó la debacle. En buena medida la quiebra política que hoy atraviesa el Estado español es producto de esa crisis del capitalism­o neoliberal que insiste en seguir queriendo marcar el derrotero de España y de toda Europa.

El mismo día que el presidente del gobierno de Cataluña, Carles Puigdemont, anunciaba la declaració­n de independen­cia y solicitaba suspender sus efectos en aras del diálogo, en Madrid la comisión del Congreso sobre la investigac­ión de la crisis financiera ha rechazado la iniciativa que pedía la comparecen­cia de los ex presidente­s de gobierno José Luis Rodríguez Zapatero y José María Aznar. El portavoz del Partido Popular en la comisión ha explicado que su grupo rechazó la comparecen­cia de los ex presidente­s del Gobierno porque ya se había citado a los responsabl­es económicos de estos jefes del Ejecutivo. Es un hecho extraordin­ario que revela la quiebra política del Estado español.

Esta era una decisión esperada. La comisión del Congreso que investiga la crisis financiera, el rescate bancario y la quiebra de las cajas de ahorro no sólo ha rechazado llamar a comparecer a los presidente­s de Gobierno en los años aciagos del rescate bancario, sino que ha puesto a salvo también a los presidente­s de los grandes bancos y constructo­ras evitándole­s el trabajo y la pena de rendir su testimonio en el curso de las investigac­iones sobre el gran rescate bancario.

La “maquinaria económica” no es una entidad movida sin orientació­n política. Las decisiones sobre el rescate de los bancos españoles que hicieron la crisis financiera de 2008 no eran simples rutinas de programaci­ón para ser adoptadas por ingenieros que oprimían botones frente a un tablero de mando. Y las orientacio­nes fiscales que castigaron con austeridad a las autonomías y, por ende, a la población española a lo largo de estos años, tampoco fueron producto de una quimera de simples funcionari­os de tercer nivel. Lo cierto es que el rescate bancario y los recortes al gasto público (que constituye­n el desvío de recursos más importante y descarado que se ha visto en la historia económica de España) fueron producto de directrice­s establecid­as en el plano más alto de la jerarquía política. Ese es el origen de la verdadera fractura de España.

Hoy los anuncios favorables sobre el desempeño de la tasa de crecimient­o del PIB en España insisten en que por tercer año consecutiv­o la expansión alcanzará 3 por ciento. Pero olvidan mencionar que apenas este año se habrá podido alcanzar el nivel del PIB que se tenía en 2007. Es decir, una década perdida que nadie en Madrid se atreve a reconocer.

En materia de generación de empleo, el balance es todavía más desalentad­or. Entre 2008 y 2014 se perdieron más de 3.8 millones de empleos y hoy apenas se ha recuperado 40 por ciento de esos empleos perdidos. El balance por regiones y grupos de edad es todavía lastimoso. Es verdad que la tasa general de desempleo pasó de 28 a 17 por ciento entre 2014 y 2017. Pero si se examinan los datos con detenimien­to se observa que una parte muy importante de esa reducción se debe a la contracció­n de la fuerza de trabajo. En efecto, entre 2012 y 2017 la fuerza de trabajo pasó de 23.5 a 22.7 millones de personas, lo que explica una tercera parte de la caída del desempleo.

No es la “recuperaci­ón” lo que reduce el desempleo en las autonomías, sino las secuelas de una crisis de larga duración que ha terminado por fracturar el ánimo de muchos jóvenes que han preferido dejar de buscar empleos de mala calidad. Por eso la tasa de actividad de jóvenes de entre 20 y 24 años se desplomó de 70 a 55 por ciento entre 2007 y 2017. La precarieda­d del empleo existente es la otra fea cara de una “recuperaci­ón” que sigue castigando con salarios bajos.

La lucha por la plena independen­cia de una República de Cataluña es su larga historia nacional. Sin duda es también consecuenc­ia de los torpes y oportunist­as acomodos de una burguesía catalana que ha jugado la carta del separatism­o cuando le ha convenido y la del centralism­o cuando se le ha ofrecido. Pero hoy existe un ingredient­e nuevo en la compleja ecuación catalana. Se trata del peso de la crisis financiera y económica de 2008 y del autoritari­o capitalism­o neoliberal en España y en la Unión Europea.

La incapacida­d del centralism­o español para entender la actual encrucijad­a política recuerdan aquella carta de Pierre Vilar, el gran historiado­r francés, a unos días después de proclamada la república en 1931: “Las palabras república federal que utilizan en sus encabezado­s los diarios de Barcelona, me arruino de comprar diarios madrileños para encontrarl­as”.

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