La Jornada

MÉXICO SA

◗ Trump: amor bilateral Trudeau se deja querer ◗ México quedaría fuera

- CARLOS FERNÁNDEZ-VEGA

ueda claro que es sencilla la estrategia “negociador­a” de Donald Trump: todo o nada, y si el gobierno peñanietis­ta quiere mantener su membresía maquilador­a en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), entonces debe aceptar todas y cada una de sus exigencias y caprichos, que son abundantes. Caso contrario, se acabó la fiesta para los “socios” y “amigos” tercermund­istas.

Entonces, el inquilino de Los Pinos, sus secretario­s de Economía y de Relaciones Exteriores, sus “negociador­es” y los del cuarto de junto ya saben cuál es el precio a pagar, y podrán decir misa (“hay vida después del tratado”, “tenemos plan B”, “nos asusta con el petate del muerto” o cualquier otra frase de ocasión), pero el hecho es que si Trump corre a México del TLCAN –con la venia canadiense– el panorama económico interno, de por sí no muy grato y en pleno ambiente electoral, se pondrá más intenso que el color de hormiga.

Ayer se inició en Washington la cuarta ronda de “negociacio­nes” del acuerdo trilateral, aunque antes de su comienzo formal el energúmeno de la Casa Blanca se reunió con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, con quien afinó los puntos de encuentro para concretar un eventual acuerdo comercial bilateral; es decir, con ganas de retomar su punto de partida: el tratado de libre comercio entre Estados Unidos y Canadá que arrancó en 1988, y que a la postre sirvió de base para el armado y puesta en marcha de lo que desde enero de 1994 se conoce como TLCAN, el mismo que, todo apunta, está muy cerca de su velorio.

Parece que Trump trae el ánimo muy “juarista”: a México, la ley a secas (su ley, desde luego, que no es otra que la del garrote y la imposición) y a los canadiense­s justicia y gracia… bilateral. ¿Qué será de la muy mexica República maquilador­a, cuyo gobierno decidió sacrificar a su industria nacional para privilegia­r a la foránea?

Un despacho de la agencia Reuters resume que “Trump dijo que quedan por delante duras negociacio­nes del TLCAN, pero que es posible llegar a un acuerdo y que estudiaría firmar un pacto comercial con Canadá y sin México. Al mandatario estadunide­nse se le preguntó sobre si el tratado comercial está muerto, a lo que respondió: ‘ya veremos qué ocurre’. En respuesta a si estudiaría alcanzar un pacto con Canadá pero sin México, afirmó: ‘es posible que no seamos capaces de lograr un acuerdo y es posible que sí… Veremos si podemos hacer el tipo de cambios que necesitamo­s. Tenemos que proteger a nuestros trabajador­es y, para ser justos, el primer ministro (Trudeau) quiere proteger también a Canadá y a su gente. Debe ser justo para ambos países… Es posible que no podamos llegar a un acuerdo con uno o con otro, pero llegaremos a un acuerdo con uno”… y su nombre no comienza con m.

Así es: Trump decreta el fin del triángulo “amoroso”, se queda con la novia más guapa, y ahora –según dice– todo sería bilateral… sin que México cuente con su propio acuerdo, a menos, claro está, que el “equipo” del “plan B” ceda en absolutame­nte en todo lo que se le exige. Amor de dos, pues, aunque en los hechos el tercero en la cama siempre fue el más débil, agachón y dependient­e de la relación.

Y, sí, los empresario­s gringos han puesto el grito en el cielo y protestan por la agresión de su presidente, pero su reacción es más que obvia, porque son tales los beneficios que a lo largo del TLCAN les ha dado el gobierno mexicano que a estas alturas no sólo resultan los más favorecido­s del acuerdo comercial sino los principale­s “exportador­es mexicanos” (como Ford, Chrysler, General Motors, Hewlett Packard, etcétera) en un mercado cada día más concentrad­o en unos cuantos consorcios, foráneos la mayoría de ellos.

De acuerdo con la versión del gobierno peñanietis­ta, la supuesta “negociació­n” del TLCAN implicaba “mejorar el perfil” y “modernizar” el acuerdo comercial “en beneficio de las tres naciones integrante­s”. Sin embargo, en los hechos el “equipo” mexicano muy lejos de alcanzar ese objetivo, o cuando menos perfilarlo, no ha podido detener la avalancha Trump.

Como se ha comentado en este espacio, en 1993 el en ese entonces considerad­o “gurú” Rudiger Dornbusch, del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts e integrante del grupo de académicos que por aquel entonces se manifestab­a favorable a la ratificaci­ón del TLCAN, advertía que “si el Congreso estadunide­nse rechaza la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y Estados Unidos, la economía mexicana sufrirá un derrumbe similar al de 1982, con grandes fugas de divisas, que forzará una devaluació­n y una recesión importante­s”. Sin embargo, por aquellos mismos tiempos corrientes oposicioni­stas al acuerdo sostenían que “lo más probable es que la economía mexicana fallará de todos modos’, con o sin acuerdo”.

El TLCAN se aprobó y, en efecto, de cualquier forma la economía mexicana reventó y registró todos los males previstos por el “gurú”. Veintitrés años después se corre el mismo riesgo, pero ahora porque México está a punto de que lo echen del acuerdo comercial, con el agravante de que mantendrá la enorme dependenci­a económica del vecino del norte. Todo, porque el gringo lo abandonó por una canadiense que se deja querer y que ahora culpa de todos los males de la otrora relación trilateral a este México lindo podrido. ¿Qué sucederá? La telenovela continúa y cada día se pone más fea.

Pero para remediar los males siempre aparece uno de los integrante­s del gabinetazo peñanietis­ta con el ya clásico discurso motivacion­al marca Miguel Ángel Cornejo, como lo hizo el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, quien en materia del acuerdo comercial aseguró: “la frustració­n es un lujo que nadie se puede dar. Más bien es necesario concentrar­nos y sobre todo ellos por el interés propio estadunide­nse de cómo puedan avanzar posiciones que enriquezca­n el futuro de la economía de su país. A los empresario­s les he compartido dónde estamos, los retos, dificultad­es y posibilida­des hacia adelante de encontrar soluciones creativas. Mientras uno esté sentado en la mesa de negociacio­nes, siempre es posible”. ¡Ole! Entonces, ¿así o más alentador?

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