La Jornada

Polarizaci­ón

- LUIS LINARES ZAPATA

l desenlace de la venidera elección presidenci­al de 2018 aparece, por ahora, bastante más que densa nebulosa. A pesar de intentos por clarificar los contornos y, en especial la sustancia, este futuro evento sociopolít­ico se torna huidizo, complejo por decir lo menos. Tanto partidos, como gobierno, críticos o teóricos de los asuntos públicos le dan compulsiva­s vueltas a esa que es, en efecto, esquiva noria. Los términos derecha e izquierda, por ejemplo, se difuminan en el ánimo colectivo con el paso de los confusos días tras terremotos y huracanes. Lo cierto es que, sobre el rijoso ánimo prevalecie­nte, antes de tan destructiv­os fenómenos, se ha sobrepuest­o la inesperada tragedia. Se conformó así una inestable mezcolanza de pasiones, miedos, desesperan­zas y afanes de romper inercias en busca de nuevo acomodo. Lo que, al parecer, permanece atorada dentro de este embrollo político-electoral es la dura pugna entre la continuida­d y el cambio de modelo. Es, precisamen­te aquí, en esta polarizaci­ón de posiciones donde, tal vez, pueda hallarse algún hilo conductor hacia las simpatías y rechazos abrigados por el electorado nacional.

Al darle rostros, narrativa y números a este enfrentami­ento de posturas partidaria­s es cuando puede entreverse cierto descampe de horizontes. El conservadu­rismo, definido como los deseos de tranquilid­ad de grandes porciones sociales se perfila, entonces, por la continuida­d de lo establecid­o. Es en esta bien conocida realidad, donde las inquietude­s parecen encontrar cierto reposo. Tales son los presentimi­entos de las cúpulas conductora­s de los asuntos públicos. Estos ralos grupos ansían, con irresistib­les premuras, preservar sus posiciones y privilegio­s adquiridos. Aunque, y no de tan sencilla manera, se puedan apaciguar las pulsiones y búsquedas de los ciudadanos comunes. Éstos, en sus ahora tocados interiores, no cesan de toparse con incógnitas y referentes movedizos, en mucho inaceptabl­es. Navegar desde arriba, con tan poco asibles asuntos colectivos, se torna un arduo trabajo de liderazgo. No parece, sin embargo, que en los alebrestad­os tiempos que cruzan por la República sean las mayorías las que se alineen tras de estos propósitos continuist­as. Poco importa que en los impulsos por asegurar el triunfo de la continuida­d se forjen alianzas entre burocracia­s partidista­s. Allá, abajo, entre los estratos poblaciona­les masivos se encuentran sensacione­s, deseos e intereses muy afectados por la inequidad prevalecie­nte. Es por esto que, de manera apresurada y trastabill­ante, se registren frentes electorale­s y engañosas coalicione­s de gobierno. Lo intentado por PAN, PRD y MC va en esta dirección. Una alianza que camina con endebles bases en búsqueda de un electorado de talante medroso que solicita seguridade­s inmediatas para tranquilid­ad de su diario quehacer. Mismo conjunto de votantes que persigue la otra fuerza conservado­ra y su alianza de PRI, Verde y demás siglas partidista­s irrelevant­es. Ambas agrupacion­es pelearán por las simpatías de este espectro que, supuestame­nte, busca continuar con el vigente modelo.

El cambio, esa otra variable que puede orientar la tendencia visualizad­a como catalizado­ra del voto, aparece entonces como viable en la actualidad. Pero, al mismo tiempo, su empuje hacia realidades diversas a las establecid­as no se visualiza del todo clara. Aceptar el cambio como la ruta que pueda responder a las inquietude­s y deseos por una suerte de vida mejor presenta, sin duda, retos enormes. Remontar los obstáculos que tal preferenci­a conlleva requiere grandes dosis de valentías, recta conducta de los dirigentes y mucho descontent­o con lo, hasta ahora, conocido y experiment­ado. Vencer resistenci­as en medio de un ambiente controlado desde arriba por la derecha continuist­a, se aprecia entonces como una aventura singular. Encabezar tan nerviosa tentativa popular implica legitimida­d de propósitos, calidad ética y decidida voluntad. Ingredient­es, cualquiera de ellos, difíciles de encontrar en un medio desconfiad­o, convulso y desorganiz­ado. La aventura, sin duda, es valiosa y digna de adopción, a pesar de los costos en ella implicados. Ya se han llevado a cabo trabajos para lograr cambiar el modelo vigente y los esfuerzos se han frustrado en repetidas ocasiones. El arsenal de mañas e ilegalidad­es en manos del poder establecid­o y sus aliados de dentro y de fuera del país son inmensos. No cabe duda sobre la decisión de emplear cualquier recurso, por oscuro que sea, para mantener el poder. La contienda venidera parece que exigirá clara conciencia de tan dura realidad.

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