PENULTIMÁTUM
Racismo en EU
ace medio siglo, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos declaró inconstitucional la regia Racial Integrity Act, vigente en 16 estados de ese país. Aprobada en 1924, impedía el sexo y el matrimonio entre blancos y negros. Quienes dieron motivo para esa decisión fueron Mildred, hija de un afroestadunidense y una india de la tribu rappahannock, y Richard Loving, descendiente de europeos. Iniciaron en 1950 una relación amorosa en un pequeño pueblo de Virginia.
Se casaron en 1958 en la ciudad de Washington. Pero al volver al lugar donde vivían, y ya Milred embarazada, la policía irrumpió en su hogar y fueron arrestados. El juez al que fueron consignados citó la idea del antropólogo Johann Blumenbach (siglo XVIII) de que ‘‘Dios todopoderoso creó las razas blanca, negra, amarilla, malaya y roja, y las puso en continentes separados... El hecho de que separara las razas indica que no pretendía que se mezclaran”. Y ‘‘por cohabitar alterando la paz y la dignidad comunitarias”, el juez les dio a elegir entre pasar un año en la cárcel o marcharse de Virginia y no regresar en 25 años.
Sin embargo, regresaron para que Mildred diera a luz. Fueron denunciados y, luego de pagar una multa, obligados a dejar de nuevo Virginia. En 1964, en plena efervescencia por los derechos civiles, Mildred escribió una carta al entonces procurador Robert Kennedy contándole su drama. El hermano del presidente asesinado un año antes encargó a la Unión Estadunidense por las Libertades Civiles (ACLU) que le ayudaran. A la vez, un reportaje de la revista Life titulado ‘‘El crimen de estar casados” lo hizo de interés nacional y mundial.
Un abogado simpatizante de la ACLU demandó en la Corte de Virginia la inconstitucionalidad de la condena. Pero se impuso el racismo y siguió vigente. Resolvieron entonces acudir a la Corte Suprema, la cual sostuvo en 1967 que: ‘‘La libertad de elegir casarse no puede ser restringida por una odiosa discriminación racial”, y que ‘‘las leyes contra el mestizaje fueron promulgadas para perpetuar la supremacía blanca”.
Sin embargo, en muchos estados, como Alabama, se resistieron a cumplirla. Hasta que en en 2000 desapareció en toda la nación. Aún así, un juez de Luisiana no quiso casar en 2009 a la blanca Beth Humphrey y al negro Terence McKay alegando que ‘‘los matrimonios interraciales no duran mucho”.
El Loving Day se celebra en Estados Unidos el 12 de junio para recordar la lucha de Mildred y Richard. Más de medio millón de parejas mixtas que existían en aquel tiempo deben su libertad a ellos, que nunca quisieron verse como héroes o activistas en pro de los derechos civiles. Un libro, documentales y la reciente película, Loving, recrean su vida. La dirige Jeff Michols y es excelente.
Pero el racismo todavía sigue vivo. esde hace dos meses que murió don Ramón Xirau lo he tenido en mente, en especial en su libro Poesía y conocimiento, o en los pasillos y aulas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), o platicando con su amigo Pepe Saldívar, hermano de mi amigo Antonio, a partir de los acontecimientos surgidos entre su Barcelona de nacimiento y los conflictos separatistas de la España tradicional.
No en balde su inicio adolescente entre separaciones de los padres, éxodo de los mismos hacia Francia (junto con Antonio Machado) se ve reflejado en uno de sus textos que lleva por título Xavier Villaurrutia: la presencia de una ausencia. Comienza con una bella frase del propio Villaurrutia: ‘‘…esa realidad poética que podemos llamar la presencia de una ausencia”. Una manera de ver la difícil situación española desde dentro.
La poesía de Villaurrutia envuelve, absorbe, deleita y a la vez angustia porque nos coloca frente a un espejo de doble faz. No sólo desde su riqueza poética sino desde su apertura, como lo señala Xirau hacia la interioridad, hacia la subjetividad y hacia la desrealización. Todo ello se enlaza, por ejemplo, con la búsqueda que inician analista y analizante hacia el mundo interno de ambos.
Xirau señala que la ciudad de Villaurrutia es su propio espíritu y que su poesía trata de alejarse de todo mensaje dirigido al exterior. Un viaje hacia su realidad síquica, que finalmente es la que cuenta tanto en la estructuración más genuina del individuo (el siquismo) así como el factor que condiciona la conducta exterior. En este punto Xirau coloca el dedo en la llaga y considera que en el poema Nostalgia de la muerte (1939), el punto culminante del quehacer político de Villaurrutia dice: ‘‘ahí el poeta se busca a sí mismo y termina por no encontrarse”, donde el sujeto no puede ya dejar de aceptar, no sin dolor e incertidumbre que ‘‘no es”, es decir, enunciar que él no es el objeto y que resulta imposible rastrear el origen, porque no hay tal, porque el yo no es más que una ficción, es inhibición, dado que parte de su función es poner un dique al exceso de realidad.
En un punto del texto, Xirau cita un fragmenteo del Nocturno de la estatua: ‘‘Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera/ y el grito de la estatua desdoblando la esquina./ Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,/ querer tocar el grito y sólo hallar el eco/ querer asir el eco y encontrar sólo el muro/ y correr hacia el muro y tocar un espejo”. Allí, señala Xirau, que de la noche al sueño, del sueño al grito, del grito al eco, del eco al espejo, el poeta cumple un proceso de desrealización radical.
Estas palabras tan lúcidas y tan certeras de Xirau tanto como la voz y el eco de los poemas de Villaurrutia confrontan con el desamparo originario, la incesante búsqueda de la huella originaria que no aparece a pesar de que se busca una y otra vez sin cesar. Confrontan también con el grito originario emitido por el individuo para ser escuchado y auxiliado por un semejante que posibilitará (de ser escuchado) supervivencia física como síquica. Pero no pasa de ser un grito sin respuesta en algunos que condicionará la noche oscura del silencio, el delirio, la alucinación en un intento desesperado por no desfallecer. Lo que deja aquella huella originaria es para Freud como lo es para Villaurrutia, tal como lo interpreta Xirau, la presencia de una ausencia. En palabras de Xirau: ‘‘Villaurrutia inventa un mundo para negarlo… Invoca a las cosas que sabe inexistentes… el artista se ha asomado solamente a su abismo interior”.