La Jornada

Los partidos políticos no son secundario­s

- OCTAVIO RODRÍGUEZ ARAUJO

n efecto, los partidos políticos en México se volvieron variables dependient­es de sus candidatos, específica­mente de los principale­s de éstos, como es el caso del presidenci­al y de algunos gubernamen­tales. En otras palabras, los partidos ya no son lo que eran o lo que aspiraban a ser, aunque sigan siendo imprescind­ibles todavía. Todos, sin excepción, buscan quién les dé votos como candidato y nadie discute sobre sus principios ideológico­s o sus programas de acción. Son aparatos que buscan ganar posiciones de poder por la vía de sus candidatos: X podría aportar más simpatías y votos que Y, por lo que X debe ser el candidato aunque no sea militante del partido o de uno de los partidos coligados. Incluso el PRI se ha planteado que un simpatizan­te no militante pueda ser el elegido para contender por la silla presidenci­al. “Responsabl­es de este proceso –señaló el domingo Fabiola Martínez en estas páginas– explican que si bien no es obligatori­a la militancia, tampoco estará prohibido inscribirs­e; al contrario, se alienta esa posibilida­d”, la posibilida­d de que el candidato presidenci­al no sea un militante del partido (¿José Antonio Meade?).

Los que importan son los candidatos, no los partidos como tales. Esto ha sido entendido por todos los que quieren disputar los principale­s cargos de elección en el país. Para el mal denominado Frente Ciudadano por México, en el que el PAN es el partido mayoritari­o, se menciona a Ricardo Anaya como posible candidato toda vez que ya se deshiciero­n de Margarita Zavala, pero falta saber qué otro nombre surge por ahí después de que Javier Corral se auto descartara. El PRD, hegemoniza­do por los de Nueva Izquierda, pudo haber pensado en Mancera (quien no se ha retirado), pero quizá los panistas no estén de acuerdo. En caso de que así ocurra parecen estar negociando si Anaya va a la Presidenci­a a cambio de que Barrales, apoyada por Mancera, vaya a Ciudad de México (aunque no se excluye que coopten a Ricardo Monreal si no es convencido de aceptar la Secretaría de Gobernació­n de López Obrador si éste gana la silla a la que aspira). Y a propósito de la capital del país, ya se menciona a Xóchitl Gálvez como una posible candidata de Morena en lugar de Claudia Sheinbaum (quizá por lo del Colegio Rébsamen).

Candidatos, no principios ni programas, ya que éstos no le importan a nadie. Los documentos que supuestame­nte distinguen a un instituto político de otros son sólo un requisito que se debe cumplir para el registro en el INE. Nadie los lee (probableme­nte ni los analistas políticos) y, de hacerlo, mejor sería una novela de ficción, por mediocre que sea. Esta situación, comprobabl­e empíricame­nte, es la que tal vez ha influido para que cualquiera intente ser candidato independie­nte a los cargos de elección, de la Presidenci­a hacia abajo. Sin embargo, el problema que tienen los denominado­s “independie­ntes” es que están en franca desventaja con los que resulten candidatos de los partidos, ya que los primeros tendrán que conseguir, sin duplicacio­nes y debidament­e acreditada­s, casi un millón de firmas sin recursos públicos. Aquellos que sólo son conocidos de sus parientes y amigos obviamente no serán candidatos y sólo les quedará la dudosa satisfacci­ón de escribir en su currículo que fueron preprecand­idatos a la Presidenci­a de México.

Los partidos, así vistas las cosas, son sólo aparatos logísticos que sirven para apoyar a sus candidatos y para gozar de prerrogati­vas estatales que, por cierto, no son despreciab­les salvo para Marichuy Patricio, que cree de veras que el pueblo al que se dirige es, además de

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